La estrategia colombiana en la reciente crisis diplomática
Ha sido muy acertada la estrategia del gobierno colombiano en la reciente crisis con Ecuador, Venezuela y Nicaragua. Ante el mundo, Colombia va consolidando una posición como país civilizado y apegado a las instituciones. Tras cada amenaza que llega de alguno de los países ya citados, tras cada orden de movilizar tropas, de expulsar embajadores y romper relaciones, tras cada anuncio de expropiación y retaliación, Colombia ha respondido con acciones diplomáticas, ha expuesto su posición ante los organismos internacionales, y ha decidido actuar dentro del marco de recursos que ofrece el ordenamiento jurídico internacional.
Como si esto fuera poco, Colombia ha hecho ver al mundo, de manera casi magistral,
la legitimidad de la actuación que finalmente culminó con la
muerte de Raúl Reyes. Con argumentos de legalidad, basados en resoluciones
de organismos como el Consejo de Seguridad de la ONU, y también en
principios universalmente aceptados, Colombia ha explicado de modo muy claro
que sus fuerzas no tenían más alternativa que atacar este campamento.
Y todo esto ha sido sustentado con hechos. Se ha mostrado al mundo que la
presencia de las FARC en Ecuador no era ocasional ni transitoria, sino que
era permanente, y hacía parte de una estrategia para proteger a sus
líderes, de modo que ellos pudiesen dirigir acciones en la seguridad
de hallarse tras la frontera. Y también ha mostrado Colombia que las
FARC gozaban en Ecuador de una tranquilidad absolutamente plena, la cual incluso
le permitía a Raúl Reyes recibir visitantes.
Dicha tranquilidad, también ha sido probado, no emergía de las
dificultades para el control de la zona, o de una simple incapacidad del gobierno
ecuatoriano para remediar el problema. Provenía de un claro beneplácito
otorgado a las FARC por el gobierno de Ecuador, en desarrollo de una alianza.
El acto más importante en el desarrollo de la estrategia colombiana
ha sido la gestión del embajador ante la OEA Camilo Ospina, gestión
que cabe calificar de brillante. Su discurso fue contundente, bien argumentado,
lleno de razones y carente de insultos. Así se expresa el representante
de una nación civilista.
Pero la gestión en la OEA no se limitó a ese histórico discurso: Colombia se anotó el mayor triunfo diplomático de su historia en las horas posteriores, pues la OEA no acogió la pretensión ecuatoriana y venezolana de condenar a Colombia, ni la de enviar una comisión para ratificar tal condena sobre el terreno. Por el contrario, se constituyó una comisión que servirá para que Colombia exponga todavía más la libertad con la cual operan las FARC en Ecuador, gracias a la colaboración del gobierno. Fue un tremendo triunfo; una goleada, una moñona, una carambola a tres bandas, cosa que curiosamente no pudo percibir el corresponsal de El Tiempo en Washington.
Ahora bien, considero que la idea de llevar a Chávez ante la Corte Penal Internacional (CPI) también es acertada, incluso si finalmente, al cabo de los años y por razones técnicas o prácticas, no se logra una condena de ese organismo contra el dictador venezolano. El mero hecho de llevar el caso ante la CPI es una prueba del carácter civilista de Colombia, pues mientras otros vociferan y ordenan despliegues militares, Colombia acude a una instancia de carácter jurídico. De hecho, con esta acción, Colombia ayuda a dar vida a la CPI, la cual debe demostrar que sí sirve para afrontar retos actuales y difíciles.
En esta crisis, el paso del tiempo es un buen amigo de la posición colombiana. Cada minuto que transcurre, la posición de Chávez es más débil. Lo es en la diplomacia: varios de los gobernantes que en principio rechazaron la acción colombiana, han emitido luego pronunciamientos que matizan su declaración inicial. Cada día que pasa, más periódicos y órganos de opinión se aterran de los alcances del proyecto chavista.
Además, cada segundo que transcurre es más angustiosa la situación interna de Venezuela. Las decisiones de Chávez cada vez son más equivocadas, y sólo sirven a quienes se han dedicado a ordeñar el presupuesto venezolano, como el gobierno argentino. La economía venezolana se vendrá abajo, y la inconformidad crecerá. Es muy posible que, enfrentado a tal escenario, la reacción de Chávez sea atacar de nuevo a Colombia. Pero nuestra estrategia actual ha reducido las posibilidades de que esto ocurra, o al menos de que ocurra sin que la agresión sea contestada con una enérgica condena mundial.
P.D: a pesar de todo lo anterior, esta crisis debe servir para que el Presidente Uribe reflexione, y entienda la necesidad de que Colombia tenga una representación diplomática fuerte y muy profesional en todo el mundo.
Este artículo fue publicado originalmente en Dinero.com (Colombia) el 11de marzo de 2008.