La epistemología del Ganso

Roberto Salinas León dice que "la epistemología del ganso" representa la fatal arrogancia de pensar que la voluntad del ser supremo construye la realidad en su totalidad.

Por Roberto Salinas-León

El sexenio obradorista inició con una larga lista de promesas basadas en la “regeneración nacional” y en cambiar la historia. Una Cuarta Transformación donde la realidad se impone por la voluntad de la economía moral, donde lo que diga mi dedito determina lo que es y lo que no es. “Me canso ganso”. No hay espacio para el disenso o derecho de réplica, para una conversación civilizada, para el ensayo y error, para el diálogo o la crítica, vaya, ni siquiera para la sabiduría del sentido común.

Esta es la epistemología del Ganso. Su gran promotor es un mesías tropical que, por herencia histórica auto-proclamada, disfruta un acceso privilegiado a la realidad, donde se puede deconstruir todo con una sola ocurrencia, y reconstruir todo, ex nihilo, con un proyecto alternativo de nación derivado, en las ominosas palabras de Octavio Paz, del “humor del príncipe y el capricho de la hora”.

David Medina Portillo señaló en este mismo espacio, en su ensayo Fosa de la República Amorosa, una versión similar del inexorable hubris que informa una teoría del conocimiento fincada en el teorema de los “otros datos”: “Hoy AMLO puede decir lo que sea sin que sus afirmaciones se correspondan con la realidad. Sabe que gracias a él ni la mentira ni la verdad tienen consecuencias… Ya es inmune a la realidad no porque ésta juegue con sus reglas sino porque, decíamos, liquidó esa realidad para construir otra, sumisa y a su medida. Así nuestras Mañaneras son una adaptación cotidiana de un fiat divino y tropicalizado donde la impunidad —esta sí de hecho— le hace creer que todo lo puede”. 

Con la ocurrencia del momento basta. Puede cancelar el NAIM, poner “en pausa” relaciones con países que le parecen los villanos del momento, erigir una refinería a costo monumental sin producir una gota de gasolina, devastar una de las ecologías más ricas del mundo para construir un tren regional que se “desplaza para abajo” (según el criterio que convenga), renegociar los contratos “leoninos” de gaseoductos canadienses, rendir tributo a familiares del crimen organizado, destrozar el sistema de salud en plena pandemia, ofrecer foro en plena celebración de independencia a un tirano salvaje, rifar un avión que nunca se rifó, y un larguísimo etcétera.

Las evidencias presentadas en contra, la petición de realizar estudios de impacto ambiental o de costo-beneficio, los análisis financieros que calculen tasas internas de retorno, todo esto es parte de un bagaje vilipendiado a modo, instrumentos para perpetuar la corrupción y regresar a la larga noche neoliberal. “—No, no se cambia ni una sola coma. ¿Por qué no? Porque me canso ganso. Señor, pero los números no dan. Nada, ya vámonos a desayunar…”

Dos casos dramatizan la abyecta, sino es que abiertamente estúpida, consecuencia de la epistemología del Ganso. En 2019, en una reunión de consejo sobre asuntos energéticos, un participante cuestionó, en forma inofensiva pero dubitativa, a la entonces Secretaria de Energía Rocío Nahle (la misma que aseguró que la refinería de Dos Bocas terminaría en 2022 y costaría menos de 8 mil millones USD) si realmente creía que el precio del petróleo alcanzaría la alegre estimación en los criterios que había publicado el gobierno. Ofendida, contestó con absoluta certidumbre gansista: ¡por supuesto que sí! ¡Ya lo dijo así el señor Presidente!

Tan fácil como una deducción trascendental en el manual de la 4T. Un caso más general es la miserable inquisición contra la llamada “ciencia neoliberal”. Álvarez-Buylla invocó el fantasma de Robespierre para erigir una limpieza epistémica en respetadas casas de estudio. Ni la UNAM se pudo salvar de la guillotina. En la fantástica imaginación de la Nueva Ciencia Mexicana, ¿habrá neuronas fascistas, átomos buenos y sabios, asteroides fachos o axiomas honestos? En la alquimia identitaria de la 4T, sálvense quien pueda dentro de la tradición de Popper, Gödel, Einstein, David Ricardo o Mario Molina. Y en ciencia económica, no me vengan con los cuentos de la oferta y la demanda, o ventajas comparativas.

Los crímenes a principios básicos de lógica abundan: peticiones de principio, equivocaciones, falacias ad hominem, abuso de etiquetas falsas. Si una persona no está de acuerdo, es fifí, corrupta, neoliberal, de ultraderecha, adversarios incapaces de comprender que existe una realidad de “otros datos” donde somos superiores a Dinamarca en salud, donde el desarrollo es prioritario al crecimiento (whatever that means), donde un par de zapatos basta para alcanzar una felicidad franciscana, donde no robar y no mentir son los remedios contra el virus Covid-19, donde los “abrazos, no balazos” han dejado el mejor saldo en materia de seguridad en la historia moderna de la sociedad mexicana; y, sin duda, donde no es admisible la tautología de que la ley es la ley.

La “reforma” judicial es la culminación de esta megalomanía. Si Yo soy la encarnación de la voluntad popular, si Yo también soy poseedor de la verdad, entonces cualquiera que ose oponerse, o cualquiera que monte un argumento en contra (si el argumento es válido o no es irrelevante), ese “otro” está, por definición, promoviendo una falsedad, y además, cometiendo una traición a la Patria. Para prevenir semejantes osadías es necesario tener una versión del Gulag a la mexicana: Tribunales de Disciplina que puedan, desde el punto más alto del reino, determinar quienes sí y quienes no pueden determinar que la ley es la ley —y por supuesto, cuál ley.

En esta teocracia de lealtades, los apóstoles del humanismo obradorista son serviles e impunes a la vez. Su lealtad representa una exoneración de cualquier “desplazamiento” ético o irregularidad —sean mis hijos, mis compinches o Lord Molécula. Y los que exhiben otros datos son adversarios que no merecen siquiera un “fuchi huacala” sino toda la fuerza de la epistemología del Ganso. Los Servidores de la Nación son fieles soldados morales de la tiranía de la mayoría: o estás conmigo o se acaban los apoyos.

La inmensa ola de cuestionamientos a la reforma judicial, ya sea en medios internacionales, calificadoras o inversionistas, no merecen derecho de réplica: basta con declarar que “no se van a afectar inversiones o relaciones comerciales” para dar por terminada la discusión. Me canso ganso. Por lo mismo, no hay necesidad de organismos autónomos o contrapesos que estorben el avance del segundo piso. Al diablo, también, con esas  instituciones.

Este temperamento iliberal se nutre de una mezcla fulminante de intolerancia y resentimiento, el cual cultiva el odio al otro, junto con la manipulación de la posverdad, como instrumentos para cimentar una popularidad incuestionable como santo y salvador de la patria, artífice de una transformación de la sociedad basada en el diseño preconcebido de una Constitución Moral que nos dicte cómo debemos vivir nuestras vidas, que permita limpiar el alma de los ciudadanos para que se conviertan en ejemplos de virtud cívica.

El experimento para desarrollar un código de conducta moral que cure el alma de los mexicanos del “aspiracionismo” o los vicios del “neoliberalismo” es el equivalente al arquetipo de San Benedicto que evoca Alasdair Macyntyre en After Virtue: un ser supremo que llega, por destino manifiesto de amor popular, a salvar al país de los “bárbaros” que saqueaban a la sociedad, para transformar a todos los ciudadanos en ejemplos de virtud, pobres animalitos que requieren un Gran Benefactor que instruya cómo, cuándo y cuánto, cada día, iniciando con el sermón obligatorio de la Mañanera. Orgullosamente decía la flamante Irma Eréndida Sandoval, al inicio del sexenio: “AMLO, nuestro Presidente, es el Estado.” L´État, cést AMLO.

Parafraseando las paradojas de Winston en la distopía orwelliana 1984: en la epistemología del ganso, riqueza es pobreza; libertad es lo que diga mi dedito, niños con cáncer y desabasto de medicinas es salud superior a Dinamarca. Empero, ya que tanto nos comparamos con Dinamarca, quizás resulta imperativo advertir, tal como lo señala Marcellus en Hamlet: “something is rotten in the state of Denmark…”

¿Qué queda? Algunos opinan que reiniciar la lucha por la democracia liberal; otros, desarrollar un ideario que conecte con el vox populi; otros más, la burla y la sátira como remedios ante la triste demolición del futuro.

Sin embargo, tal como señala Jorge Suárez Vélez, sí queda un contrapeso inevitable ante los capricho del “me canso ganso”: la realidad.

Este artículo fue publicado originalmente en Literal Magazine el 17 de septiembre de 2024.