La educación y el desarrollo económico
Isaac Katz describe efectos positivos de la educación para el bienestar humano, que van mucho más allá de mejorar la productividad laboral.
Por Isaac Katz
En el artículo de la semana pasada apunté que una de las trabas que inhiben el crecimiento y desarrollo económico es la baja cantidad y calidad del capital humano con el cual los egresados del sistema escolar se incorporan al mercado laboral. Éste es el resultado del ineficiente arreglo institucional del sector educativo particularmente el provisto en el sistema de educación pública, un arreglo en donde se ha privilegiado al sindicato magisterial en lugar de privilegiar la calidad del servicio.
Este fenómeno se ha recrudecido con el gobierno del presidente López, quien con sus decisiones ha estado destruyendo el sistema educativo nacional. Su sesgo ideológico en contra del liberalismo, su glorificación de la pobreza como forma de vida y el nulo valor que le otorga a la educación y al conocimiento, prácticamente ha eliminando los incentivos para proveer un servicio de alta calidad. De no revertir el daño causado, se tendrá un enorme costo para las generaciones futuras, un enorme costo para el país.
Contrario a lo que piensa López, la educación es el gasto en inversión más importante que puede hacer cada familia, la inversión más importante que puede hacer la sociedad en su conjunto. A continuación, algunos de los efectos positivos de la educación.
La importancia de la acumulación de capital humano, entendida como el acervo de habilidades y conocimientos directamente aplicable a los procesos de producción, además de ser parte de la cultura general de los individuos, se debe principalmente a dos razones. Primero, permite utilizar más eficientemente la tecnología inherente al acervo de capital físico con el que trabajan, lo que se traduce en una mayor productividad. Segundo, entre mayor sea la cantidad y la calidad del capital humano, más fácil, rápido y eficiente será la introducción de cambios tecnológicos en los procesos de producción, principal fuente de aumentos en la productividad factorial total y del crecimiento económico.
La educación y la consecuente acumulación de capital humano tiene otros efectos importantes sobre el nivel de bienestar. Primero, entre mayor es el nivel educativo de los individuos, éstos tendrán un mayor conocimiento de medidas preventivas de salud e higiene, lo que les permite llevar una vida más sana y productiva. Por ejemplo, la incidencia de tabaquismo, enfermedades gastrointestinales, obesidad y diabetes tienden a ser menor entre la población más educada. Padres y madres más sanos también se refleja en hijos más sanos, lo que les permite tener un mayor aprovechamiento escolar.
Además, entre mayor es la escolaridad, particularmente el de las mujeres, aumenta el costo de oportunidad del tiempo, aumenta el costo de permanecer en el hogar y de tener hijos. Esto lleva a una mayor participación femenina en la fuerza laboral y, en consecuencia, a menores tasas de fertilidad y natalidad y a familias más pequeñas, por lo que será mayor el gasto en cada hijo en alimentación, salud y educación; la calidad de vida para cada miembro de la familia tenderá a ser más elevado.
Un efecto adicional es que entre mayor sea el nivel educativo de los padres y madres, mayor será el valor que le otorguen a la educación de sus hijos. Por lo mismo, estarán dispuestos a sacrificar una mayor cantidad de consumo propio para destinar esos recursos a la inversión en el capital humano de los hijos, lo que se refleja en una espiral ascendente entre nivel de educación, salud, ingreso familiar y nivel de bienestar. La educación de los hijos es la principal fuente de movilidad social.
A pesar de ser la educación de los niños y jóvenes la inversión más importante que una sociedad puede hacer, la ola destructiva que ha sido el gobierno del presidente López arrasó con el sector educativo. De entrada, la elección de tres incompetentes como secretarios de Educación refleja el nulo valor que le otorga a la educación y a los conocimientos. Optó por sacrificar la educación de los mexicanos para tener la lealtad política de los profesores y de los líderes sindicales.
Canceló la reforma educativa y al Instituto Nacional para la Evaluación de la Educación. Canceló el esquema que ligaba la mejora de cada profesor en la carrera magisterial a las evaluaciones a las que se sujetaban, lo que llevaba no sólo a un mayor ingreso del profesor sino que proveía los incentivos a una mejora personal (en conocimientos y pedagogía), lo que se reflejaría en una mayor calidad de la educación. Canceló las evaluaciones, como la prueba Enlace que la Secretaría de Educación Pública practicaba a los alumnos, y decidieron eliminar las calificaciones a los alumnos dizque para no lastimar su autoestima y porque aplicar exámenes y evaluar a los alumnos es neoliberal.
Por si lo anterior no hubiera sido suficiente, modificó los libros de texto y en la Nueva Escuela Mexicana los niños no aprenderán a comprender lo que leen ni aprenderán matemáticas ni ciencias, de forma tal que serán analfabetos funcionales y sin los conocimientos para incorporarse productivamente al mercado laboral. Para finalizar y porque “somos soberanos”, tratando de esconder el estrepitoso fracaso del sistema educativo, están considerando que ya no se aplique el neoliberal examen PISA a los alumnos de tercero de secundaria por parte de la neoliberal OCDE. Y así concluirá el sexenio de la destrucción: sin exámenes y sin evaluaciones dando “palos de ciego” y con una educación de pésima calidad.
Quienquiera que sea electa como la próxima presidenta tiene que hacer una profunda reforma revirtiendo el enorme daño causado por López, una que enfatice la calidad de la educación a través de un arreglo institucional que otorgue los incentivos a los profesores a mejorar el servicio que proveen. Los niños mexicanos lo merecen; México lo requiere.
Este artículo fue publicado originalmente en El Economista (México) el 29 de abril de 2024.