La economía parasitaria

por David Boaz

El mayor éxito en la economía de Estados Unidos durante la última década ha sido probablemente Microsoft, empresa que ganó 3.500 millones de dólares el año pasado. Su fundador, Bill Gates, y muchos ejecutivos se han enriquecido de la única manera que es posible hacerlo en un mercado libre: produciendo algo que los demás querían. Cientos de personas brillantes trabajaron largas horas diseñando programas de computación que millones alrededor del mundo decidieron comprar, en un mercado altamente competitivo que ofrece muchas otras opciones.

Por David Boaz

El mayor éxito en la economía de Estados Unidos durante la última década ha sido probablemente Microsoft, empresa que ganó 3.500 millones de dólares el año pasado. Su fundador, Bill Gates, y muchos ejecutivos se han enriquecido de la única manera que es posible hacerlo en un mercado libre: produciendo algo que los demás querían. Cientos de personas brillantes trabajaron largas horas diseñando programas de computación que millones alrededor del mundo decidieron comprar, en un mercado altamente competitivo que ofrece muchas otras opciones.

Pero en nuestra economía politizada, la cual Jonathan Rauch ha denominado "economía parasitaria", ninguna buena acción deja de ser castigada. El gobierno lanzó una investigación de la Comisión Federal del Comercio, luego intensificada por otra investigación del Departamento de Justicia, sobre si Microsoft ha monopolizado el mercado de los programas de computación. Microsoft capituló, aceptando restricciones en su política de precios y contratos, de manera de evitar un largo y costoso litigio. Pero eso resultó insuficiente para el gobierno, el cual inició una investigación antimonopolios.

Si Microsoft actuó monopolísticamente (y los hechos lo ponen en duda), resulta ser menos importante que la manera cómo el gobierno enredó a la empresa para envolverla en el sector político de la economía. Durante más de una década, Microsoft se concentró en diseñar programas, venderlos a sus clientes y ganar dinero. Pero en 1995, luego de varios asaltos por parte de la división antimonopolios del Departamento de Justicia, Microsoft cedió y comenzó a jugar según las reglas de Washington para defenderse.

Contrató a cuatro ex congresistas, a 32 ex empleados gubernamentales y al ex presidente del Partido Republicano. Gastó 1,9 millones de dólares en cabildeo durante 1997, 67% más que el año anterior. Pero tales cifras no convirtieron a Microsoft en un jugador de las grandes ligas en Washington. IBM gasta más de 3 millones de dólares cabildeando y General Motors más de 5 millones.

Políticos y periodistas se han estado burlando de la inocencia política de Microsoft. Un funcionario del Congreso dice: "No quieren jugar el juego de Washington; eso está claro y lo han logrado hasta ahora. Pero a largo plazo no lo lograrán". Y los periodistas de la capital se preguntan cómo Microsoft piensa que puede dedicarse a desarrollar programas y darle la espalda a la política. Mientras tanto, los políticos le dicen a Bill Gates: "Bonita empresa tienes. Sería una lástima que algo le pasara".

Microsoft captó el mensaje que si quieres producir algo en Estados Unidos mejor es que aprendas a jugar: aporta a las campañas electorales, contrata a los amigos de los políticos, asiste sombrero en mano a las audiencias del Congreso y pide perdón públicamente por tu éxito.

La tragedia es que el factor más importante en el futuro económico, en aumentar el nivel de vida de todo el mundo, no está en propiedades ni dinero ni computadoras sino en el talento humano. Y una porción del talento de una de las empresas más dinámicas está siendo desviada de la actividad productiva para poder protegerse de la rapiña política. La economía parasitaria ha logrado ponerle la mano a otra empresa productiva.

Nuestro más lento crecimiento económico desde los años 70 se debe en gran parte a este proceso, a la expansión de la economía parasitaria. El número de empresas con oficinas en Washington se multiplicó diez veces entre 1961 y 1982. Y el número de cabilderos probablemente se ha triplicado.

La razón es que el dinero está en Washington. El presupuesto nacional ha crecido año tras año durante las últimas seis décadas. Aún si no te interesa agarrar un pedacito del presupuesto, el largo brazo burocrático te afectará. El número de páginas del Registro Federal, donde se imprimen las nuevas regulaciones, se dobló entre 1970 y 1975 y crece en unas 60.000 páginas al año. No debe, entonces, sorprender a nadie que las empresas abran oficinas en Washington.

Bill Gates escribió en su revista electrónica Slate: "Hace años que no voy a Washington. Pero creo que voy a ir más a menudo de ahora en adelante". Y ese es parte del costo para el país de lo que hace el Departamento de Justicia de Janet Reno: Bill Gates va a desperdiciar su mente tratando de proteger a su empresa en lugar de estar inventando nuevos productos.

Arrastrar a Microsoft al pantano gubernamental es un trágico ejemplo de desviar los recursos productivos de la nación hacia el improductivo mundo de la rapiña política.

Artículo de la Agencia Interamericana de Prensa Económica (AIPE)
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