La economía del miedo
Gustavo Lazzari considera que lo único que volverá a activar la economía es la disipación del miedo y que, mientras tanto, la economía debe ser flexible.
Por Gustavo Lazzari
Para el análisis económico la única variable relevante hoy es el miedo. Estamos frente a un escenario de temor por parte de todos los agentes económicos. Clientes, proveedores, financistas, inversores de todas las actividades sienten temor por su seguridad personal, por la salud de sus familias y seres queridos.
La primera reacción se vio en los mercados más líquidos. Los mercados financieros percibieron rápidamente las pérdidas previstas por el menor nivel de actividad en logística, entretenimientos, turismo y movimiento de personas. La recesión esperable en el sector de servicios amenaza seriamente las proyecciones de crecimiento de la economía mundial. Toda vez que en los países desarrollados el sector servicios es el más preponderante de la economía.
El coronavirus, según los especialistas, fue la flecha de pinchó una burbuja previa, provocada por la emisión de dinero de los bancos centrales de casi todo el mundo.
Ante el temor las medidas de política económica resulta poco o nada significativas incluso perjudiciales.
Veamos.
Los derechos fundamentales del hombre son la vida, la libertad y la propiedad. Cuando el ser humano siente temor tiende naturalmente a resguardarse en pos de proteger esos derechos. A medida que el temor se disipa somos más propensos a asumir riesgos más elevados.
Un ejemplo práctico puede ser salir a la calle. Habitualmente salimos de nuestras casas y lo hacemos porque tenemos el riesgo acotado y conocido. Lo peor que nos puede pasar es sufrir un asalto, un accidente o mojarnos con la lluvia. De alguna manera esos riesgos los conocemos y tomamos los resguardos. Si llueve salimos con paraguas, miramos las baldosas flojas, y salimos de día o acompañados para evitar la acción de los malhechores.
Ahora si tuviéramos la “certeza” que salir a la calle implicara un riesgo de vida inexorable sea por un ladrón apuntando con la mira laser o un virus a punto de agredirnos entonces, nuestro instinto de supervivencia hará que nada en el mundo nos saque de nuestras casas.
Así actúa el ”hombre económico”.
Hoy los agentes de muchos países del mundo están asustados. Tienen miedo. Por eso se stockean y se resguardan. Poco importa si es justificado o no. Eso será tema de científicos de otras áreas. Para el economista el dato relevante es que la economía está asustada. Estamos frente a la economía del miedo.
Cuando la gente tiene miedo restringe lógicamente consumos, posterga decisiones de inversión y financiamiento. Esto resulta transversal para todas las actividades tanto de servicios como de producción de bienes. La economía se ralentiza con un nivel de actividad que puede bajar a niveles insospechados. Los tiempos se lentificarán de manera asombrosa. La cadena de pagos se romperá desde el comercio cuyo nivel se reducirá a cenizas.
De allí la enorme importancia que la economía no muestre rigideces burocráticas y financieras. El estado debe reaccionar rápidamente con un sistema de waiver que permita diferenciar a quien no paga porque no puede fácticamente, a quien no paga porque su actividad se redujo a niveles paupérrimos y quien no paga porque sencillamente evade.
El sistema financiero, lo mismo. Alguien debe avisarle a los bancos que la existencia de tarjetas de débito o pagos electrónicos no es condición necesaria ni suficiente para mantener intacta la cadena de pagos. En primer lugar porque es muy bajo el nivel de bancarización en la Argentina y en segundo lugar porque el sistema bancario es hijo de la actividad real. Sin producción de bienes y servicios, el sistema bancario queda vacío. En términos ochentosos, un tocadisco no hace la música.
Países como Francia, Italia y España dispusieron mecanismos de prórrogas automáticas de vencimientos impositivos y financieros. Los bancos pospusieron el cobro de los créditos!!
Siendo el temor el principal protagonista de la actualidad económica es necesario destacar que volver a poner en marcha la economía no depende de la política fiscal, ni de la política monetaria.
En el extremo y volviendo al ejemplo original, si estuvieras seguro que al salir de tu casa te fusilaran inexorablemente, nada generará el incentivo para abrir la puerta. Si el BCRA colocara un millón de pesos a diez metros de tu puerta, jamás la abrirías ante semejante tentación.
Por lo tanto lo único que volverá a activar la economía es la disipación del miedo.
El descubrimiento de una eventual vacuna, el paso natural de la enfermedad, un incremento en la oferta de servicios de salud, un acostumbramiento, o una combinación de todos estos factores, será la causa de que la gente pierda el miedo. La duración de la “economía del miedo” dependerá del tiempo que se tarde en la solución de estos factores y en la percepción como seguros y fiables por parte de la población.
El dinamismo informativo puede ser un factor que ayude a una pronta difusión de las eventuales soluciones.
Mientras eso sucede la economía debe ser flexible. Fundamentalmente los sectores más rígidos y burocráticos como el estado y los bancos locales auténticas cajas de recaudación fiscal.
La prioridad de las empresas será el pago de haberes, el giro del comercio, la provisión de materia prima y los costos logísticos.
En 1776 Adam Smith en La riqueza de las naciones decía que “para que una nación pase de un estado de pobreza a opulencia hace falta bien poco, paz, impuestos bajos y una razonable administración de justicia”.
Argentina carece de impuestos bajos y de una razonable administración de justicia. El coronavirus nos quitó la poca paz que teníamos.
Es de esperar una pronta solución técnica a la pandemia, y la rápida difusión y distribución de la eventual vacuna o remedio si lo hubiera. La flexibilización de mecanismos de mercados para que las soluciones sean veloces es imprescindible.