La economía de guerra
Por Alan Reynolds
La gente me pregunta frecuentemente sobre el costo de empezar una guerra contra Irakno sólo el costo para el contribuyente, sino también el impacto potencial sobre la economía, el precio del petróleo, el mercado de valores, etc. Antes de que siquiera podamos contestar dichas preguntas, debemos evaluar las posibilidades de que las inspecciones de la ONU vayan o no a prevenir una guerra de escala mayor. Entonces, debemos tratar de formar una opinión informada sobre si una guerra sería breve o prolongada.
Aquellos que se muestran más entusiastas por una invasión estadounidense utilizan argumentos que no calzan muy bien juntos. Afirman tener información indiscutible sobre las "armas de destrucción masiva" de Irak. Aún así, están igualmente seguros que las inspecciones fracasarán porque esas mismas armas serán supuestamente imposibles de encontrar. Si las armas y fábricas son tan imposibles de encontrar, ¿cómo pueden estar tan seguros de que existen?
Aquellos que aseguran que Irak tiene un arsenal espectacular de armas temibles también expresan una confianza inexplicable de que dichas armas no serán usadas contra las tropas estadounidenses. Dicen que una invasión será rápida y fácil. "Garantizo que durará cerca de 10 días", afirmó Mort Zuckerman de U.S. News. Tal seguridad de que Irak es un poder militar de poco peso contradice los argumentos en favor de la guerraes decir, la aseveración de que Irak posee armas temibles. Irak puede ser un predador temible o una presa fácil, pero no puede ser ambos.
El maximizar los supuestos peligros de las armas de Saddam al mismo tiempo en que se minimiza el riesgo que enfrentarían las tropas estadounidenses parece temerario. Luego de leer "Las Armas de Destrucción Masiva de Irak" del International Institute for Strategic Studies y "Cuando Cada Momento Cuenta" del Senador Bill Frist (R-Tenn.), mi entendimiento es que los riesgos domésticos de terrorismo químico o biológico son menores que lo de, digamos, dos francotiradores. Aunque es muy poco probable que Irak tenga algún método de entregar cantidades significativas de gas o gérmenes tan lejos como a Estados Unidos, es más plausible que utilice cualquier cosa que tenga contra las tropas invasoras estadounidenses.
Mi predicción es que la guerra y la posguerra serán más costosas y difíciles que lo que los optimistas admiten. El hecho de que el ex-asesor presidencial Larry Lindsey estime públicamente que la guerra costaría entre $100.000 millones a $200.000 millones implica que la administración espera que una guerra contra Irak sea de dos a tres veces más difícil que la primera.
A pesar de los cantos de sirena sobre la deflación, las guerras son siempre inflacionarias. El dinero compra menos bienes, mientras que la mano de obra y los materiales son desviados a usos militares, aumentando los costos de las empresas y disminuyendo las ganancias. Los precios al por mayor aumentaron 122% entre 1915 y 1920 y 52% de 1945 a 1948; sin embargo no estamos hablando de nada en una escala tan horrenda. Las noticias sobre una invasión a Irak provocarían un aumento especulativo y quizás efímero en los precios de los metales y otros materiales militares, tal y como sucedió en 1990, pero sería un gran error si la Reserva Federal confunde eso con una inflación sostenida.
Los precios del petróleo aumentaron el doble en un par de meses luego de la invasión de Irak a Kuwait, acercándose a los $40 por barril, pero la situación actual es muy diferente. En 1990 existía una amenaza al petróleo kuwaití, no solo al de Irak, y había cierta ansiedad de que una de las principales potencias terminara aliándose con Irak en un conflicto contra Estados Unidos. A diferencia de 1990, el petróleo ya se encuentra bastante caro hoy en día, ya que 1) el riesgo substancial de guerra ya ha sido incorporado al precio en los mercados de petróleo, y 2) las "sanciones" post-1991 han reducido la oferta del crudo en el mundo al mismo tiempo que hicieron a los iraquíes más dependientes de Saddam. En 1991, los precios del petróleo cayeron y las acciones se recuperaron cuando Estados Unidos atacó a Irak. Pero eso fue así ya que sacar a Irak de Kuwait reducía los riesgos a la oferta mundial de petróleo. Un ataque a Irak hoy tendría el efecto contrario.
El índice de acciones S&P cayó casi 12% de 1941 a 1952, lo cual abarcó la Segunda Guerra Mundial y a la Guerra de Corea. Pero los riesgos de una guerra relativamente corta probablemente expliquen tan solo una parte de los problemas del mercado de valores, ya que incluso las acciones de defensa se han desempeñado pobremente. Por el otro lado, los riesgos del terrorismo han tenido un efecto paralizante sobre las inversiones empresariales.
Quizás el riesgo más grande de una guerra con Irak es que ésta desviaría los recursos de seguridad de Estados Unidos de la lucha contra al-Qaeda a la lucha contra Saddam, y de seguridad doméstica a asuntos internacionales. El embajador L. Paul Bremmer III, presidente de la Comisión Nacional sobre Terrorismo, dijo recientemente en Fox News, "yo no me trago la idea de que haya un costo de oportunidad." Sin embargo, el costo de oportunidad es una certeza matemática, no una cuestión de opinión.
Es imposible dedicarle 100% de los recursos a dos o tres tareas al mismo tiempo. Asignarle una mayor prioridad a una cosa (Irak) significa una menor prioridad para otra (al-Qaeda). Por ejemplo, el presidente Bush no puede trabajar más de 60 horas a la semana, así que dedicarle 30 horas a una guerra exterior y 10 horas a la economía, sólo le dejarían 20 horas para la seguridad doméstica y otras cosas. Más tropas "allá" significa menos acá. Más agentes de inteligencia monitoreando a Irak significa menos vigilando un posible resurgimiento Talibán en Afganistán o a células de al-Qaeda conspirando contra ciudades estadounidenses.
En resumen, la guerra sigue siendo un infierno, incluso si la llamamos liberación. Y el inevitable desvío de esfuerzos, atención y recursos a cualquier guerra extranjera también implica un mayor riesgo doméstico, incluyendo al terrorismo. El prospecto de guerra con Irak no es tan infernal como el de otras guerras, pero tampoco es inevitable. El tiempo tiene una manera de resolver muchos problemas, y sólo el tiempo dirá.
Traducido por Juan Carlos Hidalgo para Cato Institute.