La doctrina del shock de Obama

David Boaz dice que el reciente lenguaje utilizado por la clase política estadounidense para promover un mayor intervencionismo estatal en la economía parece ser un ejemplo de "doctrina del shock".

Por David Boaz

“Una emergencia económica profunda”, dice el presidente. El fracaso de aprobar su plan habría “convertido una crisis en una catástrofe”. Cualquier demora significará la “parálisis” y un “desastre”. Todo esto es sacado del guión de “la doctrina del shock”: asuste a la gente y luego demande que su agenda sea aprobada sin demoras.

Naomi Klein causó revuelo hace dos años con su libro La doctrina del shock, en el cual ella dice que los gobiernos conservadores utilizan las crisis para imponer políticas de libre mercado. Como ella lo dijo en una entrevista: “La doctrina del shock es una estrategia política que la derecha republicana ha estado perfeccionando a lo largo de los últimos 35 años para utilizarla para distintos tipos de shock. Estos podrían ser guerras, desastres naturales, crisis económicas, cualquier cosa que ponga a la sociedad en un estado de shock para imponer lo que los economistas llaman ‘terapia económica de shock’—políticas rápidas pro-corporaciones que no podrían realizarse si la gente no estuviese en un estado de miedo y pánico”.

Y eso es justamente lo que estamos viendo hoy—solo que en reversa.

El año pasado la economía estadounidense fue golpeada con un shock luego de otro: el salvataje de Bear Stearns, el colapso de Indymac, la implosión de Fannie Mae y Freddie Mac, la nacionalización de AIG, la mayor caída de la bolsa de valores en la historia reciente, el salvataje de Wall Street de $700.000 millones y más—todo esto acompañado de un tambor constante de lenguaje apocalíptico por parte de los líderes políticos.

¿Y qué sucedió? ¿Acaso el gobierno republicano invocó al espíritu de Milton Friedman y redujo el gasto público? ¿Acaso redujo las regulaciones y privatizó?
No.

Hizo lo que los gobiernos en realidad hacen en una crisis— se adjudican nuevos poderes por sobre la economía. Dramáticamente aumentó los poderes de regulación de la Reserva Federal e inyectó trillones de dólares en créditos inflacionarios al sistema bancario. Parcialmente nacionalizó los bancos más grandes. Se apropió de $700.000 millones con los cuales intervenir en la economía. Hizo de General Motors y Chrysler responsabilidades del gobierno federal. Escribió una ley de salvataje que le daba al secretario de la tesorería poderes extraordinarios que no podían ser supervisados por las cortes u otras agencias del gobierno.

Ahora el gobierno de Obama está continuando este camino hacia la centralización y el dominio gubernamental de la economía. Y sus jugadores clave están explícitamente refiriéndose a su propia versión de la doctrina del shock. Rahm Emanuel, el jefe de personal de la Casa Blanca, dijo que la crisis económica a la que se enfrenta el país es “una oportunidad para nosotros”. Después de todo, dijo: “Uno nunca quiere que una crisis seria se desperdicie. Y esta crisis provee la oportunidad para nosotros de hacer algo que antes no se podía hacer” tales como tomar el control de las industrias financieras, energéticas, de informática y atención médica.

Esa es precisamente el tipo de cosa que Naomi Klein nos haría creer que piensan los defensores del libre mercado como Milton Friedman. “Algunas personas acumulan productos enlatados y agua en preparación para los desastres”, escribió Klein. “Los seguidores de Friedman acumulan ideas de libre mercado”. Pero eso es exactamente lo que los izquierdistas estadounidenses han estado haciendo en anticipación a que llegue al poder un gobierno demócrata en momentos en que el público pueda estar tan asustado como para aceptar más gobierno del que normalmente aceptaría. Por ejemplo, el Centre for American Progress, conducido por John Podesta, quien fue el jefe de personal del Presidente Bill Clinton y el director de transición del presidente-electo Obama, acaba de publicar Cambio para EE.UU.: Un plan progresivo para el 44vo. Presidente (Change for America: A Progressive Blueprint for the 44th President).

Paul Krugman, el columnista del New York Times que ataca a Bush, respaldó el entusiasmo de Emanuel: “Los progresistas esperan que el gobierno de Obama, como el Nuevo Trato (New Deal), responderá a la actual crisis económica y financiera creando instituciones, especialmente un sistema de atención médica universal, que cambiará la forma de la sociedad estadounidense para las próximas generaciones”.

La blogger Arianna Huffington ha llamado al libro de Klein “profético”. Mientras que el equipo Obama comenzó a diseñar planes, Klein mostró qué tan en lo correcto estaba cuando dijo: “Una crisis es algo terrible que desperdiciar. Y puede ser esta crisis en particular la que hará posible que el gobierno de Obama haga algo verdaderamente innovador, cosas atrevidas respecto a la atención médica, a la independencia energética, y a todas las áreas que han sido ignoradas”.

Nada de esto debería sorprendernos. Es descabellado pensar que la mayoría de los gobiernos responderán a una crisis reduciendo sus propios poderes y regulando menos la economía, como Klein nos haría creer. Los líderes políticos naturalmente responden a las crisis entrando a la escena como el hombre en el caballo blanco que toma control de la situación.

Como Rick Perlstein, un historiador izquierdista, escribió: “Los habitantes más efectivos de la Oficina Oval siempre han entendido [que una crisis es la mejor oportunidad para el cambio radical]. Franklin D. Roosevelt emitió decretos ejecutivos y propuestas legislativas como una tormenta de rayos durante sus primeros cien días, difícilmente desacelerándose durante los próximos cuatro años y antes de que se le cierre la oportunidad; Lyndon Johnson, ayudado por un John F. Kennedy convertido en mártir y la victoria por un sobrado margen de 1964, legisló a un paso tan acelerado que sus ayudantes estaban asombrados. Ambos presidentes entendieron que hay demasiados cuellos de botella —nuestro sistema constitucional que habilita a las minorías, nuestra tendencia nacional hacia el individualismo y nuestra concentración en intereses directos— para hacer un cambio posible de alguna otra manera posible”.

Robert Higgs, el historiador liberal, es menos entusiasta. En Crisis y Leviatán (Crisis and Leviathan) demostró que el crecimiento del gobierno en EE.UU. no ha sido lento y constante, con un crecimiento anual. En cambio, su envergadura y poder usualmente ha aumentado considerablemente durante guerras y crisis económicas.

Ocasionalmente, alrededor del mundo, ha habido instancias en las que una crisis derivó en reformas liberales, tales reformas económicas en Gran Bretaña y Nueva Zelanda fueron una respuesta a condiciones económicas en deterioro. Generalmente, los gobiernos buscan expandir su poder, y se aprovechan de las crisis para hacerlo. Pero pocas veces deletrean sus intenciones tan claramente como Rahm Emanuel lo hizo.