La declinante migración mexicana a Estados Unidos
Manuel Sánchez González considera que la animadversión a la inmigración representa un ejemplo más en el que la política va en contra de los hechos y la economía.
Aunque, por muchos años, la migración de mexicanos a Estados Unidos ha sido significativa, su evolución de largo plazo revela una importancia decreciente. En términos generales, la historia de la migración de México al vecino país del Norte puede resumirse en cuatro grandes hechos.
Primero, a partir de 1970, la inmigración anual mexicana registró aumentos discontinuos hasta alcanzar un pico a principios del presente siglo. Posteriormente, la tendencia ha sido de disminución, con un moderado repunte desde 2021.
Segundo, de 2005 a 2014, los flujos de entrada a Estados Unidos fueron inferiores a los de salida, es decir, durante este período la inmigración neta mexicana fue negativa. Después, esta tendencia se revirtió hasta antes de la pandemia del Covid-19, con una ligera inmigración neta positiva.
Tercero, relacionado con los anteriores, el número de inmigrantes nacidos en México alcanzó su máximo aproximadamente en 2010 y a partir de entonces ha tendido a disminuir. Como consecuencia, a lo largo de años recientes, los inmigrantes mexicanos han representado una proporción descendente de la población total estadounidense.
Cuarto, estos datos, aunados al creciente flujo migratorio proveniente de otras latitudes, han resultado en que, desde inicios del actual milenio, el porcentaje de inmigrantes mexicanos dentro de la población inmigrante total de Estados Unidos haya venido a la baja.
Para decidir emigrar, es posible que los individuos, con frecuencia en conjunto con sus familias, estimen que los beneficios esperados superan los perjuicios percibidos. Entre los primeros, destaca la brecha de salarios entre Estados Unidos y México que, aunque no ha sido constante y ha diferido entre sectores, se ha mantenido notoriamente positiva. Igualmente, en esa evaluación podrían influir las oportunidades de empleo, las cuales dependen del ciclo económico, así como las perspectivas de avance y movilidad social que han sido mayores en ese país que en el nuestro.
Por su parte, los inconvenientes probablemente incluyan el sacrificio de abandonar el hogar, los costos financieros del traslado y, en la situación de entrada no autorizada, los riesgos de captura y expulsión.
Algunos de estos factores ayudan a explicar las variaciones de corto plazo en los flujos migratorios. Por ejemplo, la Gran Recesión de 2007-2009 en Estados Unidos y el incremento asociado en la tasa de desempleo propiciaron el desplome de la inmigración neta mexicana alrededor de esos años.
Sin embargo, la tendencia declinante de largo plazo en los flujos migratorios de mexicanos hacia Estados Unidos durante el siglo XXI parece reflejar, primordialmente, factores demográficos: la adición anual cada vez menor de la población en edad de trabajar en nuestro país, derivada de la caída de la tasa de fertilidad a partir de los años setenta de la centuria pasada. Específicamente, el número promedio de nacimientos por mujer en México pasó de 6,8 en 1960 a 1,8 en 2021.
Desde su fundación, Estados Unidos ha sido un país de inmigrantes y su progreso material y cultural se ha derivado, en gran medida, de la inmigración. Considerando sus magnitudes, la aportación de la inmigración mexicana ha sido sustancial.
Los flujos migratorios de México han aumentado la población en edad y, sobre todo, con deseos de trabajar en Estados Unidos, lo cual ha contribuido a satisfacer la demanda laboral, especialmente en ocupaciones no preferidas por los oriundos de esa nación.
Dado el bajo nivel educativo de la mayoría de los migrantes mexicanos, los puestos de trabajo ocupados por estos han sido principalmente de mano de obra poco calificada. No obstante, su quehacer ha sido crucial en la producción de múltiples sectores, desde la agricultura y la construcción hasta los servicios de esparcimiento. Asimismo, al integrar la población económicamente activa, los mexicanos han apoyado el crecimiento del ahorro y el consumo en ese país.
Además, en el grado en que los mexicanos han formado parte del actual aumento de la inmigración en Estados Unidos, su contribución a la economía ha sido particularmente favorable. Existe evidencia de que el reciente aumento de la inmigración atenuó el apretamiento laboral y ayudó a reducir la razón de vacantes a desempleados. Asimismo, la entrada de migrantes contribuyó a la inusitada fortaleza de la actividad económica observada en ese país desde 2022.
A pesar de la decreciente tendencia de largo plazo y la elevada aportación histórica de la migración mexicana, la contienda electoral en Estados Unidos en 2024 ha vuelto a poner en el centro del debate público los supuestos males de la inmigración, lo cual ha incluido críticas a México. La animadversión a la inmigración representa un ejemplo más en el que la política va en contra de los hechos y la economía.
Este artículo fue publicado originalmente en El Financiero (México) el 20 de marzo de 2024.