La decadencia de los partidos
Manuel Hinds señala que no hay "sistema" que funcione si la ciudadanía no está dispuesta a ejercer control sobre el mismo mediante una mayor participación política para exigir que se elimine la corrupción y la incompetencia.
Por Manuel Hinds
Está muy de moda decir que “el sistema de partidos”—entendiendo por éste el sistema político en el cual los distintos grupos de opinión en una sociedad se coaligan para hacer prevalecer sus opiniones y valores en procesos eleccionarios—ya no funciona. Con la excepción de los comunistas y los nazis, la moda incluye no decir nada con respecto a lo que los podría sustituir. La moda es mirar hacia el futuro con ojos vidriosos y decir algo así como, “no sabemos qué es lo que podría sustituir a los partidos políticos, pero algo tendrá que surgir para hacerlo”. Esta trémula invocación deja a la audiencia en suspenso, ponderando los giros que podrían tomar las tendencias cósmicas en la creación de nuevos sistemas políticos en los que la gente ya no se agrupe con otros que piensan y quieren igual para luchar democráticamente por sus ideales o que, permitiendo que se agrupen, no les permita participar en las decisiones políticas de la sociedad.
La reluctancia a proponer sustitutos parece estar relacionada a la falta de alternativas decentes al sistema de partidos. Por supuesto, los comunistas y los nazis proponen como sustituto un sistema basado en un partido único, que captura el estado completamente y elimina cualquier oposición real o potencial. Esta solución es satisfactoria para un número limitado de fanáticos, pero no para la gran mayoría. Es por eso que los que dicen que el sistema de partidos está “agotado” y no son ni comunistas ni nazis prefieren ver al futuro con ojos vidriosos con aire de sabiduría en vez de decir lo que creen que debe sustituirlo. De hecho no saben.
Esta manera de ver al sistema político con ojos lacrimosos y vagos es una manifestación más de la misma evasión de los problemas de la sociedad que permea a los que culpan al “sistema” por dichos problemas, echándole la culpa a éste de los malos comportamientos de los individuos. Al echarle la culpa al sistema, se exculpan a los que lo maltratan y destruyen diariamente.
De la misma manera en la que no puede culparse de un accidente a un avión cuyo piloto le quita la mitad de las alas y en vuelo hace estallar sus motores, uno no puede culpar a un sistema de partidos de no funcionar cuando la ciudadanía permite que los partidos se degeneren y se vuelvan corruptos e incompetentes y, en vez de exigirles que actúen a favor de los ciudadanos, los vuelven a elegir y los acompañan en sus populismos.
Lo que los latinoamericanos no parecemos entender es que no hay “sistema” que funcione bien y que lleve a los pueblos al desarrollo si los pueblos siguen no sólo tolerando la corrupción sino también promoviéndola activamente al ofrecerse para corromper a los funcionarios públicos, y si siguen pensando que el desarrollo no requiere educación y respeto a las instituciones. Lo que está fallando en El Salvador no es el sistema de partidos sino el control que, a través de interés cívico, el pueblo debe ejercer sobre los partidos. De hecho, el culpar al “sistema” exculpa a los corruptos y a los incompetentes y contribuye a su permanencia en el poder.
El mecanismo que permitiría resolver este problema es la mayor participación política de la población para expurgar la corrupción y la incompetencia de los partidos políticos. Pero en El Salvador, en vez de participar más la gente ha optado por participar menos. La abstención en el país es cada vez mayor. En las elecciones presidenciales ya alcanza entre el 40 y el 50 por ciento del electorado. Es este descenso de la participación que lleva a muchas personas a decir que el sistema de partidos está funcionando mal cuando en realidad lo que está funcionando mal es el pueblo. Ningún sistema va a desarrollar este país en democracia si la gente no quiere desarrollarla, y no cree en el imperio de la ley, y permite y promueve la corrupción a través de no participar. Si no les gustan los partidos actuales, que formen partidos nuevos, pero que participen. El problema no es el sistema. Somos nosotros.
Este artículo fue publicado originalmente en El Diario de Hoy (El Salvador) el 15 de abril de 2016.