La buena macroeconomía no es suficiente, necesitamos más libertad económica
Victor Pavón considera que la estabilidad macroeconómica es conveniente, aunque insuficiente para generar un crecimiento económico sostenido.
Por Víctor Pavón
Cada vez que se habla de la economía del país y se hacen análisis sobre lo que se viene en los próximos meses, se menciona con insistencia sobre la fortaleza lograda en la macroeconomía. Que estamos bien en política monetaria, fiscal, en el control del déficit, en política cambiaria, la deuda y los tipos de interés y otros agregados. Se escucha decir algo similar a esto: ¡Todo está monitoreado, pronto volvemos al crecimiento del 4 por ciento del producto!
Sin embargo, ni todo está tan monitoreado como tampoco es cierto eso del cauce normal del crecimiento. Y no puede estar monitoreado por el Banco Central ni por Hacienda debido a la todavía persistente debilidad institucional. Y si bien se fueron dando un saludable ambiente de respeto a las decisiones en cuanto a la macroeconomía se refiere, no es menos cierto que seguimos expuestos a los verdaderos policy makers (hacedores de política), con tendencia hacia el populismo y la demagogia, como en efecto ocurrió con la ley de tarjetas de crédito, legislación que todavía sigue perjudicando a la gente menos pudiente.
Estos policy makers están para defender sus intereses y los de los grupos de interés que viven del dinero ajeno. Desarrollan sus propias decisiones con acuerdo a incentivos entre los que están su propia sobrevivencia y privilegios. Tampoco es cierto aquello de “volver a crecer” como si la economía respondiera a reglas de las ciencias físicas o exactas. Eso de esperar crecer al 4 por ciento en el Producto Interno Bruto (PIB) refleja un bajo sentido aspiracional para un país como el nuestro que bien puede lograr un 7 por ciento de crecimiento anual.
La realidad es que la macro economía es una parte de algo más determinante. Las propia economía es “un amplio orden de cooperación social” como acertadamente no se cansó en advertir a los tecnócratas y políticos, el Nobel de Economía, F. A. Hayek.
La macroeconomía está relacionada al final y a cuentas a la pujante o debilitada economía en la que los individuos y las empresas son los protagonistas estelares y que no actúan como lo hacen los funcionarios del Estado o el Congreso. Es la economía privada la que decide a diario qué se produce, compra, vende e intercambia en los mercados, sin descanso alguno. La macroeconomía se halla en directa interdependencia con la microeconomía, la de los individuos y las empresas.
Si la macroeconomía está separada del análisis del comportamiento de los individuos y empresas conlleva a errores como los que se está cayendo a la fecha cuando se persiste en seguir, por ejemplo y solo por citar, con medidas de modificar las tasas de política monetaria para irrigar con guaraníes el mercado. Esta medida del Banco Central y del mismo gobierno que parece ser toda una innovación técnicamente bien dispuesta no es más que un placebo cortoplacista similar a lo que genera una aspirina en un cardiópata severo.
Una buena macroeconomía, es cierto, garantiza el funcionamiento en su conjunto de la economía para tener alguna certeza sobre ciertos agregados; no obstante, es insuficiente para lo que hoy se está dando en el país y para lo que se viene. El crecimiento económico y su sostenibilidad está supeditado a la libertad económica.
La diferencia entre los países que prosperan y los que no lo hacen, entre los que siguen estancados en la corrupción y los que son transparentes, entre los que crean más empleos y los que generan desempleo, entre los que atraen inversión y los que la ahuyenta, entre los que elevan su inversión per cápita y los que se estancan se encuentra en la libertad económica.
Para acometer esta tarea se requiere fortalecer el Estado de Derecho, el respeto a la Constitución y a la propiedad privada, preservar la imparcialidad e independencia del Poder Judicial, elaborar leyes que saquen de las espaldas del ciudadano el peso de gobiernos que se dedican a poner trabas, impuestos, burocracias inservibles y regulaciones absurdas. La libertad económica es el resguardo de la autonomía individual bajo el imperio de la ley.
La libertad económica no solo guarda relación con el entorno de negocios y radicación de capitales; también significa calidad de las instituciones políticas e independencia y efectividad judicial. Al respecto y de acuerdo al índice de 2019 publicado por la Heritage Foundation y en nuestro país, el Instituto Patria Soñada, Paraguay se encuentra mejor ubicado que Argentina, Brasil, Ecuador, Bolivia y Venezuela y muy por debajo de Chile, país que debe ser nuestra guía en cuanto a reformas a llevar a cabo.
Hay un proceso doloroso del cual Paraguay no necesita pasar como lo hicieron otros países. Nuestros vecinos, Argentina y Brasil son dos gigantes con pies de barro a los que no debemos imitar. La libertad económica no es un abstracto ni un tema sin importancia. Está visto que no es suficiente la buena macroeconomía. Necesitamos libertad económica como la clave para salir del infortunio que padece el país.