La banca central ante difícil encrucijada
Manuel Suárez-Mier señala la preocupante tendencia a asignarle a los bancos centrales nuevas funciones que nada tienen que ver con su misión esencial de brindarle mayor estabilidad a los sistemas financieros.
Los bancos centrales se crearon para dotar de solidez a los sistemas financieros de los países, actuando como su prestamista de última instancia y ofreciendo la liquidez necesaria para afrontar las crisis recurrentes que afligen a los sistemas bancarios y de esa manera restaurar o preservar su estabilidad.
En muchos casos los bancos centrales también se usaron como la “caja chica” de los gobiernos por su capacidad de crear dinero, lo que permitía gastar en apariencia sin límite, algo que es siempre popular, sin tener que elevar los impuestos, que nunca parece oportuno, o emitir deuda pública a un alto costo.
Cuando esto ocurrió siempre fue seguido, tarde o temprano, de la temible inflación, o sea una alza generalizada en los precios, lo que de hecho es un impuesto invisible que pagan quienes tienen sus ahorros en efectivo o en activos que no se revalúan con la inflación, que suelen ser los más pobres.
Después de múltiples episodios inflacionarios que devastaron a muchos países y sembraron resentimiento entre clases sociales, que se culpaban mutuamente del alza en los precios, se resolvió que había que dotar a los bancos centrales de autonomía del gobierno y prohibirles financiar su deuda.
Sin embargo, la autonomía de los bancos centrales, clave de la desinflación lograda en muchos países, hoy se cuestiona por haber fallado en prevenir la Gran Depresión de 2008 y que inyectar liquidez para superar la crisis llevó a tasas bajas de interés, lo que devastó a los ahorradores pobres, mientras que le dio ganancias récord a los inversionistas en bolsa, que suelen ser los más ricos.
Así, se culpa a los bancos centrales de exacerbar la mala distribución de la riqueza y de ser “antidemocráticos” al no depender directamente de quienes han sido elegidos por el voto popular para dirigir los gobiernos, además de querer endosarle nuevas funciones que no tienen nada que ver con su misión esencial.
Basta ver el programa de la conferencia monetaria que convoca la respetada institución, National Bureau of Economic Research, para el 12 de junio próximo: 1. Política monetaria y desigualdad racial; 2. Política monetaria y desigualad (económica); 3. Prepago de hipotecas, raza, y política monetaria; 4. ¿Qué tan poco ortodoxa es la política monetaria verde?
Respecto a este último tema, el Banco de Pagos Internacionales recién acaba de tener su conferencia virtual con el título El cisne verde 2021: banca central y estabilidad financiera en la era del cambio climático, en la que discutió cómo deben enfrentar los sistemas financieros nacionales e internacionales el cambio climático y sus consecuencias sobre las economías.
Todo este estruendo sobre la “inminente debacle” que se cierne sobre la humanidad y el papel que deben jugar los bancos centrales y el sistema financiero mundial, se basa en la debatible premisa que proponen los alarmistas del calentamiento global y sus secuelas, que son fantasiosas y exageradas.
Exploraré la verosimilitud del catastrofismo climático en próximas entregas.
Este artículo fue publicado originalmente en Asuntos Capitales (México) el 4 de junio de 2021.