La ayuda externa y el desarrollo económico

por Ian Vásquez

Ian Vásquez es director del Proyecto sobre la Libertad Económica Global del Cato Institute. Este ensayo fue originalmente publicado en su versión en inglés en el Cato Hanbook for the 108th Congress (2003). También puede leer este documento en formato PDF aquí.

Por Ian Vásquez

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El Presidente Bush ha hecho un llamado a incrementar la ayuda externa bilateral estadounidense en aproximadamente un cincuenta por ciento para antes del año fiscal 2006, aumentando gradualmente la ayuda sobre los aproximadamente $10.000 millones actuales. La nueva "Cuenta de Desafío del Milenio" serviría para dirigir los fondos adicionales a países pobres que mantienen políticas públicas sanas. De igual forma, el Banco Mundial está abogando por que se dupliquen los $50.000 millones que actualmente se gasta en ayuda económica externa a escala mundial.

Estos llamados a que se aumente significativamente la ayuda externa se basan en el argumento de que las agencias de desarrollo han aprendido de los fracasos de los programas de ayuda externa en el pasado, y de que la ayuda externa ahora puede ser generalmente efectiva en la promoción del crecimiento. Pero lo que sabemos de la ayuda y del desarrollo provee pocas razones para ese entusiasmo:

  • No hay una correlación entre la ayuda y el crecimiento.
  • La ayuda dirigida a países con políticas erróneas no sirve y contribuye al endeudamiento.
  • La ayuda condicionada a reformas de mercado ha sido un fracaso.
  • Los países que han adoptado políticas de mercado lo han hecho debido a factores que no están relacionados a la ayuda.
  • Hay una relación muy fuerte entre la libertad económica y el crecimiento.

Un consenso generalizado se ha formado acerca de los puntos expuestos arriba, incluso entre expertos en desarrollo. A medida que los países en vías de desarrollo empezaron a introducir reformas de mercado a finales de los ochenta y principios de los noventa, los reformadores más exitosos también experimentaron desempeños económicos notablemente superiores; como era de esperarse, la mejora en el desempeño de quienes reformaron con éxito también mejoró el desempeño aparente de la ayuda externa en esos países-de allí vino el énfasis en dar ayuda a los países que ya habían adoptado buenas políticas. El nuevo enfoque respecto a la ayuda externa genera dudas por muchas razones, una de ellas es el hecho de que los países que hagan reformas ya van a verse recompensados con crecimiento económico, sin necesidad de ayuda externa. De cualquier manera, gran parte (si no es que la mayoría) de la ayuda externa seguirá siendo otorgada de acuerdo a las prácticas tradicionales.


El Lúgubre Historial de la Ayuda Externa

Para los noventa, el fracaso de los esquemas de ayuda tradicional de gobierno a gobierno había sido ampliamente reconocido e hizo que se analizara todo el proceso de asistencia extranjera. Por ejemplo, un estudio de la administración Clinton concluyó que, "a pesar de décadas de asistencia externa, la mayor parte de África y partes de América Latina, Asia y el Medio Oriente están económicamente peor hoy que hace 20 años." Desde 1989 un grupo de investigación del Congreso de Estados Unidos compuesto por ambos partidos concluyó que los programas de ayuda externa estadounidense "ya no avanzaban los intereses de Estados Unidos en el extranjero ni promovían el desarrollo económico."

La ayuda multilateral también ha jugado un papel prominente en el período posterior a la Segunda Guerra Mundial. El Banco Mundial, cuyo principal contribuyente es Estados Unidos, fue creado en 1944 para proveer ayuda principalmente para proyectos de infraestructura en países que no podían atraer capital privado. Desde entonces el Banco Mundial ha expandido sus funciones, como lo han hecho los cinco bancos de desarrollo regionales que se han creado subsecuentemente siguiendo el modelo del Banco Mundial: el Banco Interamericano de Desarrollo, el Banco Asiático de Desarrollo, el Banco Africano de Desarrollo, el Banco Europeo para la Reconstrucción y el Desarrollo, y el Banco del Medio Oriente de Desarrollo.

Sin embargo, a pesar de los niveles históricos de préstamos, los bancos multilaterales de desarrollo no han tenido más éxito que la U.S. AID, la agencia estadounidense de ayuda externa. Por ejemplo, numerosas auto-evaluaciones del Banco Mundial hechas a lo largo de los años, han descubierto altas tasas de fracaso en los proyectos financiados por el Banco. En el 2000 la Comisión Meltzer del Congreso de Estados Unidos encontró una tasa de fracaso de 55 a 60 por ciento en proyectos del Banco Mundial, basándose en las propias evaluaciones del Banco. En 1998 un reporte del Banco concluyó que las agencias de préstamos "se ven a sí mismas principalmente en el negocio de dar dinero, por lo que no es sorprendente que mucha [de la ayuda] se destinara a economías mal manejadas y que los resultados fueran pocos." El mismo reporte dijo que la ayuda externa había sido a menudo un "completo fracaso." Paul Collier, economista de la Universidad de Oxford dijo en 1997 que "Nadie que haya visto la evidencia de la eficacia de la ayuda externa puede decir honestamente que ésta está cumpliendo su objetivo."

A pesar de que un pequeño grupo de países en vías de desarrollo (algunos de los cuales recibieron ayuda en algún momento) ha logrado crecimiento económico auto-sostenible, la mayor parte de los receptores de ayuda externa no lo ha logrado. Más bien, así como lo sugirió un reporte de U.S. AID, la ayuda ha tendido a crear dependencia de parte de los países prestatarios.

Hay varias razones por las que las transferencias masivas del mundo desarrollado al subdesarrollado no han conllevado una transferencia correspondiente de prosperidad. La ayuda tradicionalmente ha sido dada a gobiernos, ha sustentado la planeación centralizada, y ha estado basada sobre una visión fundamentalmente equivocada del desarrollo.

Al prestar dinero a los gobiernos, U.S AID y las agencias multilaterales de desarrollo apoyadas por Washington han ayudado a expandir el sector estatal a expensas del sector privado en los países pobres. La ayuda de Estados Unidos para India de 1961 a 1989, por ejemplo, llegó a bastante más de $2.000 millones, y la mayor parte fue para el gobierno. El economista ghanés George Ayittey se quejó porque hasta 1989, el 90 por ciento de la ayuda de Estados Unidos al África sub-Sahariana fue dirigida directamente a los gobiernos.

De esta manera la ayuda externa ha financiado a gobiernos, tanto autoritarios como democráticos, cuyas políticas han sido las causas principales del empobrecimiento de sus países. El proteccionismo comercial, los programas bizantinos de licencias, las políticas monetarias inflacionarias, los controles de precios y sueldos, la nacionalización de industrias, los controles cambiarios, los consejos de mercadeo agrícola manejados por el gobierno, y las restricciones a las inversiones extranjeras y domésticas, han sido todos apoyados explícita o implícitamente por ya asistencia económica de Estados Unidos.

La falta de libertad económica no sólo ha mantenido a literalmente miles de millones de personas en la pobreza, sino que también la planificación económica ha politizado completamente las economías de los países subdesarrollados. La centralización de la toma de decisiones económicas en las manos de las autoridades políticas ha significado que una cantidad substancial de los recursos de países pobres ha sido desviada de actividades útiles a usos improductivos como la búsqueda de rentas por parte de intereses privados o al gasto político llevado a cabo por el Estado.

Investigaciones hechas por Peter Boone, economista del London School of Economics, confirman el lúgubre historial de la ayuda externa dada al mundo subdesarrollado. Tras revisar flujos de ayuda a más de 95 países, Boone encontró que "toda la ayuda se dirige virtualmente al consumo" y que "la ayuda no incrementa la inversión y el crecimiento, ni beneficia a los pobres, según medida a través de mejoras en los indicadores de desarrollo, pero sí incrementa el tamaño del Estado.

Está muy claro que mientras las condiciones para el crecimiento económico no existan en los países subdesarrollados, ningún monto de ayuda externa producirá crecimiento económico. Más aún, el crecimiento económico en países pobres no depende de transferencias oficiales de fuentes externas. De hecho, si éste fuese el caso, ningún país del mundo habría podido salir de la pobreza inicial. La premisa sostenida durante tanto tiempo por quienes proponen la ayuda externa—que los países eran pobres porque carecían de capital—no sólo ignoraba miles de años de historia de desarrollo, sino también era contradicha por los eventos contemporáneos en el Tercer Mundo, el cual obtuvo una acumulación masiva de deuda, no desarrollo.


Promoviendo Reformas de Mercado

Incluso la ayuda supuestamente dirigida a avanzar la liberalización del mercado ha producido resultados no deseados. Esa ayuda le quita la presión a los gobiernos y les permite posponer en lugar de promover las reformas necesarias pero políticamente difíciles. Por ejemplo, Ernest Preeg, antiguo economista en jefe de U.S. AID, señaló ese problema en las Filipinas tras el colapso de la dictadura de Marcos: "A medida que grandes cantidades de dinero fluían de Estados Unidos y otros donantes al gobierno de Aquino, la urgencia por reformar se disipó. La asistencia económica se convirtió en un cojín para posponer decisiones internas difíciles sobre las reformas. Un enfoque político central del gobierno de Aquino fue el de obtener más y más ayuda en lugar de empezar la implementación de programas de reforma."

Un resultado similar se hace evidente en el Medio Oriente, el cual recibe aproximadamente un tercio de la ayuda económica de Estados Unidos, la cual es recibida principalmente por los gobiernos de Egipto e Israel. Por lo tanto, no debe sorprender que la región exhibía niveles de libertad económica bastante bajos y una falta de reformas casi total. En 1996 el Instituto para Estudios Estratégicos y Políticos, un centro de investigación israelí, se quejó que: "Casi un séptimo del PIB viene a Israel como caridad. Esto ha sido desastroso económicamente; previene las reformas, causa inflación, promueve el despilfarro, arruina nuestra competitividad y eficiencia, e incrementa las futuras cargas fiscales de nuestros hijos, quienes tendrán que pagar la parte de la ayuda que viene como préstamos." En 1998 el instituto volvió a señalar que la ayuda externa "es el mayor obstáculo para la libertad económica en Israel."

La eliminación o suspensión de la ayuda es mucho más efectiva para promover las reformas de mercado. A pesar de que U.S. AID dice que Corea del Sur y Taiwán son ejemplos de éxito de la ayuda de Estados Unidos, el despegue económico de esos países no ocurrió sino hasta que la asistencia estadounidense masiva se retiró. Como el propio Banco Mundial ha admitido, "es más probable que la reforma sea precedida por una disminución de la ayuda que por un incremento de la ayuda." Cuando India se enfrentó a sanciones de Occidente en 1998 por llevar a cabo pruebas nucleares, el International Herald Tribune reportó que "India aprobó al menos 50 proyectos de inversión extranjera para compensar la pérdida de ayuda de Japón y Estados Unidos" y que tomaría medidas adicionales para atraer capital. Los países que más han reformado económicamente lo han hecho a pesar de la ayuda externa, no gracias a ella.

Aún así, mucha de la ayuda se otorga bajo la condición de que se implementen políticas económicas de libre mercado. Estas condiciones son la base de los préstamos para ajustes estructurales del Banco Mundial, los cuales empezaron a principios de los ochenta, luego de que se dieran cuenta de que meter dinero a economías mal fundamentadas no conllevaría a un crecimiento auto-sostenido. Pero la ayuda condicionada a reformas no ha inducido a reformas. Un estudio de 1997 del Banco Mundial señaló que "demasiado a menudo, los gobiernos que recibían ayuda no estaban realmente comprometidos a reformar," y que "el Banco ha sido demasiado optimista acerca de los prospectos de reforma, contribuyendo a la mala colocación de ayuda." Paul Collier de Oxford explica: "Algunos gobiernos han optado por reformar, otros por retroceder, pero estas decisiones parecen estar bastante desligadas de la ayuda. La micro-evidencia de este resultado se ha estado acumulando por años. Ha sido suprimida por una alianza profana entre los donantes y sus críticos. Obviamente, los donantes no querían admitir que sus condiciones eran tan sólo una fachada."

Las agencias de préstamos tienen una predisposición institucional hacia la continuidad de los préstamos incluso si las reformas de mercado no son introducidas adecuadamente. El economista Gustav Ranis de Yale University explica que dentro de algunas agencias de préstamos, "finalmente la necesidad de prestar será mayor que la de hacer que las condiciones se cumplan." En los peores casos, claro está, las agencias de préstamos sí suspenden los empréstitos para promover las reformas, pero cuando éstas empiezan o son prometidas, las agencias responden reiniciando los créditos—un proceso que Ranis llama "una baile ritual caro y consumidor de tiempo."

En resumen, la asistencia a naciones reformadoras, sin importar lo atractivo que suene, no produce una liberalización rápida y extendida. Así como se debe rechazar darle dinero a regímenes desinteresados por reformar, se deben rechazar los proyectos que piden financiar a países de acuerdo con sus historiales de reforma. Esto incluye a la Cuenta del Milenio de la administración Bush. El problema más obvio con ese programa es que está basado en un error conceptual: países que están implementando las políticas correctas para el crecimiento y que por lo tanto no necesitan de ayuda son los que recibirán ayuda. Los problemas prácticos también son formidables; la Cuenta del Milenio y otros programas de su clase, requerirán que U.S. AID y otras agencias de asistencia—todas con un pobre historial en la colocación de ayuda externa—hagan juicios complejos sobre qué países merecen ayuda y cuándo. Más aún, es difícil creer que el interés propio de la burocracia, la micro-administración del Congreso, y otras consideraciones políticas dejen de jugar un papel en el desembolso de este tipo de ayuda externa. De hecho, si países como Chile y la República Checa hubiesen recibido ayuda externa substancial como premio por implementar grandes medidas de liberalización, es poco probable que hoy tuvieran economías tan sanas como las que tienen.


Ayuda al Sector Privado

Dar fondos a empresas es otra iniciativa que pretende ayudar a las economías de mercado. Con este enfoque, U.S. AID y la Overseas Private Investment Corporation (OPIC) han establecido y financiado fondos de inversión inicial a lo largo y ancho del mundo en vías de desarrollo. Su propósito es promover el progreso económico y "prender de golpe" el mercado, invirtiendo en el sector privado.

Nunca estuvo claro cómo exactamente esos fondos gubernamentales encuentran proyectos privados rentables en los cuales el sector privado no está dispuesto a invertir. Numerosas evaluaciones ahora han encontrado que la mayor parte de los fondos empresariales están perdiendo dinero, y muchos simplemente han desplazado a inversiones privadas que, de no ser por la intervención, se hubiesen llevado a cabo. Más aún, no hay evidencia de que los fondos hayan generado inversión privada adicional, que hayan tenido un impacto positivo en el desarrollo, o que hayan ayudado a crear un mejor clima de inversión en los países pobres.

Esfuerzos similares de apoyar a empresarios privados han sido evidentes en el Banco Mundial (a través de su creciente programa para garantizar inversiones del sector privado) y en agencias estadounidenses como el Export-Import Bank, OPIC, y Trade and Development Agency, las cuales proveen servicios comparables.

Las autoridades estadounidenses justifican estos programas diciendo que ayudan a promover el desarrollo y que benefician a la economía norteamericana. Sin embargo la provisión de garantías de deuda y el subsidio de seguros para el sector privado le quita a los gobiernos de los países subdesarrollados la responsabilidad de crear climas de inversión que atraigan capital privado por sí mismos. Para atraer las inversiones necesitadas, los países deben establecer derechos de propiedad seguros, y políticas económicas claras, en lugar de depender de programas respaldados por Washington que les permiten evadir esas reformas.

Más aún, mientras que algunas corporaciones claramente se benefician de la gran variedad de programas de ayuda externa, la economía estadounidense y los contribuyentes no lo hacen. Los préstamos y seguros subsidiados se reducen simple y llanamente a beneficencia corporativa. Son las políticas y condiciones macroeconómicas, no los programas de beneficencia corporativa, las que afectan factores como el desempleo y el tamaño del déficit comercial. Los programas que benefician los intereses específicos de un grupo solamente reacomodan los recursos dentro de la economía estadounidense y lo hacen de manera que se desperdicia mucho. La realidad es que Estados Unidos no obtuvo, ni mantiene, su condición de mayor exportador del mundo gracias a agencias como el Export-Import Bank, el cual financia aproximadamente un 1 por ciento de las exportaciones de Estados Unidos.

Incluso U.S. AID afirma que quien más se beneficia de sus préstamos es Estados Unidos, puesto que cerca de un 80 por ciento de sus contratos son para firmas norteamericanas. Ese argumento también es falaz. "Decir que la ayuda externa beneficia a la economía doméstica", explica el conocido economista Peter Bauer, "es como decir que un comerciante se beneficia de que le roben la caja registradora siempre y cuando el ladrón gaste parte del dinero en su tienda."


Alivio de Deuda

Unos 42 países pobres sufren hoy en día de niveles de deuda externa demasiado altos, de manera que el Banco Mundial y el FMI han diseñado una iniciativa de $37.200 millones de alivio de deuda para los Países Pobres Altamente Endeudados (PPAE). Para financiar este programa, las agencias de ayuda están pidiendo que Estados Unidos y otros donantes den más de la mitad de ese dinero. La iniciativa es un reconocimiento implícito del fracaso de los préstamos pasados en producir un crecimiento sostenible; especialmente dado que un gran porcentaje de la deuda de los países elegibles es a agencias bilaterales y multilaterales. De hecho, el 96 por ciento de la deuda a largo plazo de esos países es pública o garantizada por fondos públicos (Tabla 1).

Condonar las deudas de los países pobres es una buena idea, siempre y cuando no vaya a otorgárseles más ayuda. Desdichadamente, esta iniciativa promete mantener a los países pobres en un círculo de endeudamiento, pues en el futuro volverán a ser elegibles para préstamos condicionados. Pero no hay razón para creer que las condiciones vayan a funcionar mejor en el futuro que en el pasado. Como enfatizó un estudio reciente del Banco Mundial, "un préstamo condicionado no es garantía de que las reformas se lleven a cabo, o de que perduren una vez hayan sido implementadas."

Tampoco hay razón para creer que la condonación de deudas vaya a funcionar mejor ahora que en el pasado. Como señaló William Easterly, ex economista del Banco Mundial, los países donantes han estado perdonando las deudas de los países pobres desde finales de los setenta y el resultado simplemente ha sido más deuda. Entre 1989 y 1997, unos $33.000 millones le fueron perdonados a 41 países altamente endeudados, y aún así se encuentran en posiciones insostenibles. De hecho han adquirido préstamos incluso mayores. Easterly también señala que el crédito privado a los PPAE ha sido virtualmente reemplazado por ayuda externa y que la ayuda externa en sí ha sido otorgada cada vez bajo términos menos exigentes. De manera que cuando el Banco Mundial y el FMI piden condonar deudas, es simplemente el último de una serie de intentos fracasados por parte de los países ricos para resolver las deudas de los países pobres.

Al mismo tiempo, se ha hecho cada vez más evidente que el programa de alivio de deuda es un juego financiero de las agencias multilaterales para registrar el pago de deudas previas sin tener que registrar malos créditos y de esta manera evitar que sus estados financieros se vean afectados en forma negativa. Si los donantes oficiales desearan condonar las deudas, podrían hacerlo fácilmente. Contribuir dinero a la iniciativa multilateral de alivio de deuda, sin embargo, hará poco en promover reformas o crecimiento sostenible.

Tabla 1
Países Pobres Altamente Endeudados
Monto de Deuda Atribuible a Ayuda Oficial y a Otros Esquemas con Respaldo Estatal, 2000

Total de Deuda de Largo Plazo (miles de millones dólares)
Total de Deuda Pública o Públicamente Garantizada (miles de millones dólares)
Total de Deuda Pública o Públicamente Garantizada como Porcentaje de la Deuda de Largo Plazo (%)
Angola
8.76
8.76
100.00
Benin
1.44
1.44
100.00
Bolivia
5.14
4.12
80.15
Burkina Faso
1.14
1.14
100.00
Burundi
1.03
1.03
100.00
Camerún
7.67
7.36
95.87
Rep. Centroafricana
0.81
0.81
100.00
Chad
1.01
1.01
100.00
El Comoro
0.20
0.20
100.00
Rep. Dem.Congo
7.84
7.84
100.00
Rep. Congo
3.76
3.76
100.00
Costa Marfil
10.55
9.06
85.94
Etiopía
5.32
5.32
100.00
Gambia
0.43
0.43
100.00
Ghana
5.79
5.53
95.56
Guinea
2.94
2.94
100.00
Guinea-Bissau
0.82
0.82
100.00
Guyana
1.21
1.21
99.67
Honduras
4.90
4.34
88.56
Kenya
5.36
5.18
96.73
Laos RDP
2.45
2.45
100.00
Liberia
1.04
1.04
100.00
Madagascar
4.30
4.30
100.00
Malawi
2.56
2.56
100.00
Mali
2.64
2.64
100.00
Mauritania
2.15
2.15
100.00
Mozambique
6.35
4.60
72.47
Myanmar
5.36
5.36
100.00
Nicaragua
5.86
5.60
95.60
Nigeria
1.48
1.41
95.41
Rwanda
1.15
1.15
100.00
Santo Tomé y Príncipe
0.29
0.29
100.00
Senegal
2.97
2.96
99.57
Sierra Leona
0.97
0.97
100.00
Somalia
1.83
1.83
100.00
Sudán
9.14
8.65
94.57
Tanzania
6.35
6.33
99.56
Togo
1.23
1.23
100.00
Uganda
3.00
3.00
100.00
Vietnam
11.55
11.55
100.00
Rep. Yemen
4.52
4.52
100.00
Zambia
4.51
4.45
98.57
TOTAL:
157.80
151.31
95.89
Fuente: Banco Mundial, World Development Indicators Online, Septiembre 2002, http://publications.worldbank.org/WDI/.

Otras Iniciativas

La ineptitud de los programas de asistencia de gobierno a gobierno ha promovido una dependencia cada vez mayor en Organizaciones No Gubernamentales (ONG). Las ONG o las Organizaciones Voluntarias Privadas (OVP) se supone que son más eficientes en la entrega de ayuda y en el cumplimiento de objetivos de desarrollo porque son menos burocráticas y están más familiarizadas con las realidades de sus clientes.

A pesar de que la canalización de dineros oficiales a través de las OVP ha sido llamada una forma "privatizada" de ayuda externa, a menudo es difícil hacer una distinción entre las agencias gubernamentales y las OVP más allá del hecho de que las últimas son menos supervisadas. Michael Maren, quien trabajó para Catholic Relief Services y U.S. AID, señala que la mayoría de las OVP reciben la mayor parte de sus fondos de manos del gobierno.

Dada esa relación—el hecho de que su dependencia en el gobierno hace que las OVP no sean realmente privadas o voluntarias—Maren y otros han descrito cómo han sido minadas las metas caritativas con las que las OVP fueron fundadas. La organización no-lucrativa Development GAP, por ejemplo, observó que "el exceso de fondos dado por US AID a un número de grupos ha obstaculizado sus capacidades de administración, ha cambiado su estilo institucional y las ha hecho más burocráticas y lentas al responder a las necesidades de los pobres en el extranjero."

"Cuando las burocracias de asistencia evalúan el trabajo de las ONG," agrega Maren, "no tienen incentivo para criticarlas." Por su parte, las ONG naturalmente tienen un incentivo para mantener el flujo de fondos oficiales. En el análisis final, la provisión de asistencia del gobierno a través de las OVP en lugar de los canales tradicionales, no ha producido resultados dramáticamente distintos.

Los préstamos a la microempresa, otra de las iniciativas de quienes apoyan la ayuda externa, están diseñados para proveer pequeñas cantidades de crédito a la gente más pobre del mundo. Los fondos son utilizados por esta gente para establecer empresas agrícolas, de manufactura o comercio.

Muchos de los programas de micro-préstamos, como el del banco Grameen en Bangladesh, parecen ser muy exitosos. Grameen ha desembolsado más de $1.500 millones desde 1970 y ha logrado una tasa de repago de aproximadamente un 98 por ciento. Además, estas instituciones pretenden ser viables económicamente, siendo capaces de alcanzar suficiencia financiera en un rango de tres a siete años. Dadas esas cualidades, no está claro por qué estas instituciones habrían de necesitar subsidios. De hecho, este tipo de bancos a menudo se refieren a sí mismos como empresas rentables. Por éstas y otras razones, Jonathan Morduch de Princeton University concluyó en un estudio de 1999 que "la mayor promesa del micro-financiamiento sigue sin ser cumplida y los argumentos no soportan un escrutinio." Agregó que según algunos estimados, "si los subsidios se retiran y los costos no pueden ser reducidos, es probable que hasta un 95 por ciento de los programas actuales tengan que cerrar."

Los programas de microempresa alivian las condiciones de los pobres, pero no enfrentan las causas de la falta de crédito enfrentadas por los mismos. En los países subdesarrollados, por ejemplo, un 70 por ciento de la propiedad de la gente pobre no es reconocida por el Estado. Sin derechos de propiedad seguros, la mayor parte de los pobres carece de una garantía subsidiaria para solicitar préstamos. El Instituto Libertad y la Democracia, en Perú, encontró que en donde se registraba la propiedad de la gente pobre en ese país, se establecían nuevos negocios, la producción crecía, los valores de los activos subieron en un 200 por ciento, y el crédito se hizo disponible. Claro que la escasez de crédito también se debe a una cantidad de otras políticas, como la regulación financiera que hace que la prestación de servicios bancarios a los pobres sea prohibitivamente cara.

En resumen, los programas de microempresa pueden ser de beneficio, pero los programas exitosos no necesitan recibir subsidios. El éxito de los programas de microempresas dependerá de condiciones específicas que varían ampliamente de país a país. Por esta razón, los proyectos de microempresa deben ser financiados en forma privada por gente que tiene su propio dinero en juego, en lugar de burocracias internacionales que parecen dispuestas a replicar esos proyectos en el Tercer Mundo.


Conclusión

Numerosos estudios han encontrado que el crecimiento económico está fuertemente relacionado con el nivel de libertad económica. Poniéndolo de manera simple, entre mayor sea la libertad económica de un país, mayor es su nivel de prosperidad a lo largo del tiempo. De la misma manera, entre mayor sea la libertad económica de un país, más rápido crece (Figura 1). La libertad económica, que no sólo incluye políticas como el libre comercio y la estabilidad monetaria, sino también instituciones como el Estado de Derecho y la seguridad de los derechos de propiedad, no sólo hace que crezca el ingreso. También está relacionada intrínsecamente con mejoras en otros indicadores de desarrollo como la longevidad, el acceso a agua potable, menos corrupción y menores tasas de pobreza (Figura 2).


Figura 1

Fuente: James Gwartney y Robert Lawson, Economic Freedom of the World: 2002 Annual Report (Vancouver: Fraser Institute, 2002).

 

 

Figura 2

Fuente: James Gwartney y Robert Lawson, Economic Freedom of the World: 2002 Annual Report (Vancouver: Fraser Institute, 2002).

 

Países que han hecho mucho por liberalizar sus economías, como Chile y Taiwán, han alcanzado altos niveles de crecimiento que han hecho mucho más por reducir la pobreza y mejorar los niveles de vida de sus ciudadanos que los programas de ayuda externa.

Al fin y al cabo, el progreso económico de un país depende casi enteramente de sus políticas e instituciones internas, no de factores externos como la ayuda externa. Es hora de que se reconozca que la ayuda externa no ha provocado el giro mundial hacia el libre mercado y que las peticiones de más ayuda, incluso cuando pretenden promover el mercado, continuarán haciendo más daño que bien.

 

Literatura Recomendada

Bhalla, Surjit. Imagine There's No Country: Poverty, Inequality and Growth in the Era of Globalization. Washington: Institute for International Economics, 2002.

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Traducido por Constantino Díaz Durán para el Cato Institute.