La alternativa olvidada: El comercio unilateral

por Brink Lindsey

Brink Lindsey es vicepresidente de investigaciones del Cato Institute, es autor de The Age of Abundance: How Prosperity Transformed America's Politics and Culture, de próxima publicación por Harper Collins.

Los voceros de la apertura comercial frecuentemente se encuentran divididos entre dos alternativas: regionalismo o multilateralismo. En Estados Unidos de Norteamérica la disyuntiva se articula de la siguiente forma: ¿debería Estados Unidos perseguir la formacion del Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA), su prioridad comercial principal, o debería iniciar negociaciones para una nueva "Ronda del milenio" de la Organización Mundial de Comercio (OMC)?

Por Brink Lindsey

Los voceros de la apertura comercial frecuentemente se encuentran divididos entre dos alternativas: regionalismo o multilateralismo. En Estados Unidos de Norteamérica la disyuntiva se articula de la siguiente forma: ¿debería Estados Unidos perseguir la formacion del Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA), su prioridad comercial principal, o debería iniciar negociaciones para una nueva "Ronda del milenio" de la Organización Mundial de Comercio (OMC)?

Ambas opciones tienen desventajas. Un acuerdo interamericano añade poco al mercado estadounidense, más allá del mercado del TLC. El volumen de compra-venta estadounidense en la zona hemisférica es bajo; y con tanta controversia generada alrededor del TLC, quizá no valga la pena emprender una lucha regional a favor del libre comercio interamericano.

Por otro lado una nueva ronda de negociaciones de la OMC incluiría nuevos rubros de negociación, que generarían importantes problemas para el libre comercio, por ejemplo la inclusión de normas laborales y ecológicas, reglas de competencia y otras disposiciones cuyo efecto podría aumentar, no restringir, la intervención estatal en el comercio exterior. Por ello, una nueva ronda multilateral necesariamente tendría que establecer reglas claras de lo que se puede negociar, de acuerdo con la liberalización comercial.

Sin embargo, existe una alternativa olvidada: la liberalización unilateral. En la actualidad la premisa imperante es la reciprocidad: Estados Unidos reduce sus barreras comerciales sólo si sus socios reducen las suyas. Sin duda mucho se ha hecho a favor de la apertura comercial por medio de la vía negociadora, pero existen caminos desconocidos hacia el libre comercio.

El gran problema con el paradigma de negociaciones es que, aun cuando logran reducir las barreras comerciales, éstas generan una cultura política hostil a mercados abiertos. La premisa de las negociaciones comerciales descansa en la noción mercantilista de que las exportaciones son buenas y las importaciones son malas, por lo cual los mercados abiertos al interior de un país se ven como un costo que las naciones tienen que pagar para lograr mercados abiertos en terceras naciones. Esto conduce a graves distorciones sobre el papel del comercio exterior, que alimenta las nuevas formas de proteccionismo. Este factor resultó determinante para que no se autorizara el fast track en 1997.

Un hecho desafortunado de la cultura de negociaciones es la tendencia de los que apoyan el libre comercio al hablar del crecimiento de exportaciones (y lo empleos generados vía las exportaciones) como la razón de ser del libre comercio. Así la posición pro apertura se degenera hacia una especie de mercantilismo optimista, donde las ganancias de las exportaciones se ven como el beneficio obtenido por el costo de un aumento de importaciones.

Asimismo, la estrategia de liberalización negociada obliga a todos los defensores del libre comercio hacia una posición incómoda, de apoyar acuerdos imperfectos, en vez de atacar todas las formas de proteccionismo. Nos vemos obligados a menospreciar el impacto de tendencias nocivas al comercio exterior (reglas de origen, normas laborales), o de hacer frente a acusaciones burócratas internacionales sobre la "pérdida de soberanía". Y, al defender los acuerdos en contra de argumentos como el de que se "vendieron las joyas nacionales", nos ponemos en la posición de tener que pedir disculpas por deshacernos de legislaciones obsoletas e inoperantes.

En consecuencia, para reactivar la causa del libre comercio, se necesita una estrategia pro activa, que nos libre de la posición defensiva o de luchar la batalla en terreno neo mercantilista. Esto se puede hacer por medio de una reforma de las políticas internas, hagan lo que hagan otros países. En Estados Unidos hay varios candidatos: leyes anti dumping, cuotas agrícolas, subsidios, la sección 301, leyes que dictaminan "Compra Made in USA", y sanciones exteriores. Para cambiar esta norma de disposiciones, no se requiere la autoridad del fast track o ceder soberanía a organizaciones multilaterales. Se requiere sólo la fuerza de nuestras convicciones. Hay que poner a los proteccionistas a la defensiva.

La sabiduría convencional dice que la liberalización unilateral es imposible. Esto es falso, tal como lo demuestran los casos de México, Chile, Australia, Nueva Zelanda , y otros países que han desmantelado sus barreras en forma unilateral. En Estados Unidos hay varios intereses especiales que sufren por la existencia de barreras a las importaciones, intereses que pueden movilizar potentes fuerzas políticas.

Sin embargo, hay quienes dicen que la liberalización unilateral implica abandonar la idea de la reciprocidad, y con ello la habilidad de que otros países abran sus mercados. No obstante, en esta materia se puede liderar con el ejemplo, tal como lo demuestran los semiconductores, donde con el ejemplo Estados Unidos logró convencer al resto del mundo que este debe ser un bien libre de barreras arancelarias.

Por ello, una campaña a favor de la liberalización unilateral, incluso puede darle nueva vida a la estrategia de negociaciones. La mejor muestra de cómo hacer las cosas es a través del ejemplo.