La abundancia es una elección sobre el futuro

Daniel M. Rothschild sostiene que el pesimismo que invade nuestra época a pesar de una abundancia material sin parangón "amenaza la identidad fundamental de Estados Unidos, arraigada en el optimismo y en los principios de su fundación".

Por Daniel M. Rothschild

Resumen: El pesimismo invade nuestra época a pesar de una abundancia material sin parangón. Esta mentalidad de decadencia amenaza la identidad fundamental de Estados Unidos, arraigada en el optimismo y en los principios de su fundación. Para contrarrestarla, debemos adoptar un programa de abundancia, reformar las políticas restrictivas y reavivar una visión imaginativa de un futuro mejor y más próspero.

Esta es la última entrada de la serie de Discourse sobre la construcción de una agenda de la abundancia. Puedes leer más de la serie aquí.

Vivimos en una época de abundancia material sin parangón, pero también de pesimismo generalizado, con una sensación de inevitable declive de la civilización. Este pesimismo no se limita a un solo ámbito de la vida, sino que se extiende a la política, las artes, la educación, los negocios, los medios de comunicación y otros ámbitos. El modo dominante en muchas, si no en la mayoría, de nuestras instituciones es el que adopta el declive controlado, con líderes que sólo esperan que las cosas no empeoren de forma apreciable durante su mandato. La gente se resigna a que las cosas empeoren: la cuestión es cuándo y cuánto.

Este pesimismo fatalista es una amenaza tan fundamental para Estados Unidos como cualquier enemigo exterior. Esta comparación no es una hipérbole: la identidad nacional de Estados Unidos no está arraigada en la tierra, en una raza compartida o en una revelación bíblica, sino en los principios de nuestra fundación y en un infatigable optimismo sobre el futuro y nuestra capacidad para hacer que estos principios sean inherentes. El optimismo sobre lo que puede ser, tanto para la nación como para nuestras familias, forma parte inextricable de la identidad estadounidense; es una de las fuentes más fundamentales de nuestro éxito y una de las pocas creencias vitales que nos unen como pueblo. El pesimismo generalizado y sistémico sobre nuestro pasado, presente y futuro ataca el núcleo de lo que somos. Unos Estados Unidos fatalistas dejarán de ser, en cualquier sentido significativo, los Estados Unidos que nosotros y nuestros antepasados hemos conocido hasta ahora.

El pesimismo es autodestructivo

El pesimismo crea círculos viciosos: las comunidades pesimistas tienen menos capital social y niveles más bajos de confianza, los votantes pesimistas exigen más a los gobiernos y se sienten más atraídos por los demagogos, las personas pesimistas ven el mundo como una suma cero. Un mundo pesimista es aquel en el que hay menos confianza social, menos innovación, menos oportunidades, menos sentido del significado y de la acción, menos de todo lo que necesitamos y apreciamos. Un mundo pesimista es aquel en el que no hay expectativas de que las cosas puedan mejorar, y el mejor de los casos es el de un declive controlado.

Este pesimismo se debe en gran parte a las numerosas áreas en las que vemos escasez a nuestro alrededor, una escasez desconocida para un país acostumbrado a una abundancia sin precedentes. En muchos casos, la escasez no se debe al orden natural de las cosas, sino a decisiones políticas, por ejemplo en energía, sanidad y transporte, donde décadas de legislación y regulación se combinan para hacer casi imposible el optimismo. En otros ámbitos, se debe simplemente a que hemos renunciado a que las cosas mejoren y nos hemos acostumbrado a conformarnos o a esperar que un deus ex machina resuelva nuestros problemas.

Incluso estamos dispuestos a frenar el progreso con tal de hacer frente a esos retos: Los que abogan por el "decrecimiento" en lugar de seguir avanzando económicamente frente al cambio climático son un ejemplo perfecto y desafortunado de ello. Independientemente de si esta escasez es inducida por las políticas o por la apatía, despoja a los individuos, las familias, las empresas y las comunidades de su agencia y desencadena una serie de patologías sociales.

La alternativa al pesimismo es el optimismo, y eso significa desarrollar una agenda de abundancia, no de escasez. El periodista Derek Thompson introdujo la expresión "agenda de la abundancia" en una columna de 2022 en The Atlantic; es una forma extraordinaria y concisa de situar una visión optimista en contradicción con el zeitgeist imperante. La abundancia es el antídoto contra el veneno del pesimismo; una visión optimista del futuro es una visión de abundancia, progreso y mejora intergeneracional.

El trabajo continúa

Recuperar el terreno moral de la abundancia y el optimismo requiere dos cosas. En primer lugar, debemos cambiar las políticas públicas que reducen la innovación y la oferta, dan poder a las "vetocracias", fomentan la elaboración de normas basadas en el principio de precaución y aumentan los costes de cumplimiento de la normativa y la incertidumbre. Esto es la escasez como opción política.

Pero, de nuevo, poner la abundancia en primer plano también requiere reavivar la imaginación sobre cómo las cosas pueden ser mejores e instar a la gente a que abandone el conformismo con la suficiencia, la democracia de soluciones rápidas, las bajas tasas de crecimiento, la falta de curiosidad intelectual y el "suficientemente bueno".

En lo que respecta a la abundancia, aún tenemos que elegir. Es cierto que un futuro más abundante, optimista, innovador, próspero, pacífico, civil y agradable puede ser nuestro, y antes de lo que pensamos. No es momento de pensar en pequeño, ni de encerrarnos en nosotros mismos. Si nos centramos en nuestros defectos y limitaciones en lugar de en las oportunidades y posibilidades que tenemos ante nosotros, la abundancia no puede ser y no será nuestra.

La verdadera cuestión es si estamos dispuestos a arremangarnos y hacer realidad la abundancia.

Este artículo fue publicado originalmente en HumanProgress.org (Estados Unidos) el 30 de mayo de 2024.