Juárez
Macario Schettino dice que la historia oficial de México ha sido redactada para sostener un régimen autoritario y esta santifica a Juárez y demoniza a Porfirio, cuando realmente si consideramos cómo llegaron al poder y cuánto tiempo duraron allí las diferencias se hacen menores.
El 21 de marzo se conmemora el nacimiento de Benito Juárez, hace ya 213 años. Constructor del primer Estado mexicano, propiamente hablando, llegó a la presidencia de la República por ser presidente de la Suprema Corte cuando Comonfort decidió renunciar, incapaz de resolver el conflicto alrededor de la nueva Constitución. Juárez llegó al cargo el 15 de enero de 1868 y lo dejó el 18 de julio de 1872, porque se murió. Como dice el danzón: “Si Juárez no hubiera muerto… todavía viviría”. Le agrego, “y seguiría siendo presidente”.
Como usted sabe, Juárez no sólo acabó con todos sus enemigos, sino también con todos sus amigos. Logró ganar la Guerra de Reforma, con el apoyo estadounidense (frente a los conservadores, que tenían respaldo europeo), y después enfrentó la Intervención francesa, que terminó en realidad cuando EE.UU. pudo volver a ordenarse. A veces se olvida la coincidencia temporal de la Guerra de Secesión en ese país con la invasión de Francia al nuestro, pero esta depende de aquella. En 1865, terminada la guerra civil en el país vecino, Francia decidió retirarse de México, antes de tener que enfrentar a EE.UU., guiado por la doctrina Monroe. Maximiliano nunca entendió eso, y se quedó para ser fusilado un par de años después.
El Estado construido por Juárez fue el segundo intento de modernizar a México y convertirlo en una democracia liberal con una economía de mercado. El punto de arranque era bastante negativo, de forma que Juárez apenas logró avanzar un poco, y la mayor parte del proceso le correspondió a Porfirio Díaz, oaxaqueño como él, y también de larga duración en la presidencia.
Indígena, pero no indigenista, de tiempos de Juárez vienen las leyes que promueven la destrucción del capital corporativo, que no se limitó a expropiar a Iglesia y Ejército, sino también a los pueblos. Por cierto, es en su larga presidencia que ocurre la mayor redistribución de riqueza en nuestro país: de las fortunas 'coloniales' a las liberales, fueron Juárez y sus amigos los principales beneficiarios de esas expropiaciones. Las familias que después se consideran la élite porfirista son nuevos ricos juaristas, empezando por el famoso secretario de Hacienda, José Yves Limantour, cuya riqueza fue construida por su padre con base en propiedades religiosas de las que se apropió gracias a la Reforma.
La conversión de Juárez en gran héroe nacional se debe sin duda a la resistencia contra la invasión francesa, pero también a la necesidad de transformar a Porfirio en un gran villano. De otra forma, la destrucción que trajo consigo la Revolución no tendría excusa. Con Juárez convertido en santo, era más fácil imaginar a Porfirio como un demonio. Pero si consideramos que ambos llegaron al poder por las armas, y se perpetuaron en él, las diferencias se hacen menores. Los dos promovieron el mismo tipo de economía, y golpearon de forma parecida a las tradiciones, usos y costumbres. Con un poco de esfuerzo, podrá usted confirmar que fue Porfirio mejor político que Benito, por cierto.
La historia oficial que nos han recetado desde siempre en la escuela fue concebida para sostener a un régimen autoritario. Aprovechó los inventos del siglo XIX, que elaboraron una línea histórica ficticia de Cuauhtémoc a Hidalgo y Morelos, y de ahí a Juárez, para agregarle el cuento de la transformación social revolucionaria. Por eso ahora Andrés Manuel López Obrador habla de cuarta transformación, porque esa historia conoce, y porque sabe que eso entienden las mayorías.
Los noventa años de adoctrinamiento escolar funcionan. Los mexicanos siguen pensando en términos de grandes villanos y héroes inconmensurables. Por eso fracasaron los tres intentos de modernizar este país, porque derrotar el imaginario no es sencillo.
Este artículo fue publicado originalmente en El Financiero (México) el 21 de marzo de 2019.