Islam y los derechos humanos: discurso en la Conferencia de Princeton sobre la Declaración Universal de los Derechos Humanos a los 75 años
Mustafa Akyol expuso acerca de la relación entre Islam y los derechos humanos.
Por Mustafa Akyol
El 14 de diciembre de 2023 participé en una conferencia internacional sobre el 75 aniversario de la Declaración Universal de los Derechos Humanos de la ONU celebrada en Princeton. El acto, organizado conjuntamente por el Programa James Madison de la Universidad de Princeton, la mayor organización islámica de Indonesia, Nahdlatul 'Ulama, y el Center for Shared Civilizational Values, reunió a líderes religiosos e intelectuales de todo el mundo para celebrar una consulta sobre el futuro de los derechos humanos.
Estas fueron mis observaciones sobre "Islam y derechos humanos":
Si esta conferencia se celebrara hace unos siglos, no habría mucha necesidad de que nadie hablara de ningún replanteamiento en el Islam con respecto a los derechos humanos. Era una época en la que la cristiandad estaba acosada por el fanatismo religioso y la violencia sectaria, mientras que las tierras islámicas sólo parecían más tolerantes. De ahí que las minorías perseguidas en Europa, como los judíos, huyeran una y otra vez a esas tierras, especialmente al Imperio Otomano, en busca de seguridad y libertad.
Sin embargo, mucho ha cambiado desde entonces. La cristiandad cambió para mejor, y el mundo islámico cambió para peor. Por eso hoy las minorías suelen escapar de este último, huyendo de la violencia, la persecución o la discriminación. Y aunque estos males tienen a veces causas seculares, también las hay religiosas. Incluyen sentencias severas sobre blasfemia o apostasía, desigualdades jurídicas, la llamada vigilancia de la moralidad, justificaciones religiosas para el autoritarismo y, en los extremos, incluso para el terrorismo.
Creo que se trata de graves problemas que exigen una gran renovación en el Islam. La cuestión central es renunciar a la coerción y la violencia en nombre de la religión. Significa reconceptualizar la sharia no como una ley que debe hacer cumplir el Estado, sino como una tradición que debe practicarse por fe. También significa reconceptualizar el Estado como protector no de la verdadera fe y sus creyentes, sino de todas las creencias y todos los individuos.
Cómo defender desde el Islam este fin es una gran cuestión, pero aquí está el quid de la cuestión: se trata de separar las verdades eternas del Islam de las condiciones históricas en las que surgieron.
Todos sabemos que el Profeta Muhammad, la paz sea con él, comenzó a predicar el Islam en el año 610 en la ciudad de La Meca. Fue una campaña monoteísta en una sociedad idólatra. También fue claramente pacífica y no coercitiva. "Tú eres solo un predicador", dijo el Corán al Profeta, quien dijo a los politeístas: "Para mí mi religión; para vosotros, la vuestra".
Si los politeístas de la Meca hubieran hecho caso de este llamamiento, la historia del Islam sería muy distinta. Pero siguieron persiguiendo a los musulmanes, y éstos tuvieron que repetir un modelo del Antiguo Testamento: un éxodo, seguido de un Estado teocrático, que libraba batallas y conquistaba territorios. Luego, bajo los "califas" o sucesores del Profeta, los musulmanes ampliaron la plantilla, construyendo un imperio religioso que se extendía desde la India hasta España.
La tradición islámica se formó bajo estas condiciones imperiales medievales, cuyas normas y limitaciones influyeron en dicha tradición. Mientras tanto, el islam aportó a menudo importantes mejoras a esas condiciones, que podemos ver como aplicaciones contextuales de principios éticos universales –o leyes morales naturales.
La mayoría de los musulmanes ya se han dado cuenta de esta distinción en un tema importante: la esclavitud, que se consideró parte de la sharia hasta el siglo XIX, cuando finalmente comenzaron los esfuerzos por abolirla. Hoy en día, muchos líderes religiosos están de acuerdo en que la esclavitud era sólo un mal preexistente que el Islam encontró en su contexto histórico, lo mitigó y se deshizo de el cuando fue posible, porque el Corán alienta la manumisión, lo que apunta en una dirección ética. Entonces, ¿por qué no argumentar lo mismo respecto a otros temas de la sharia tradicional que coartan la libertad humana?
Estas son algunas de las cuestiones que los musulmanes debemos debatir en el siglo XXI. Y créanme, las estamos debatiendo. Entre los que lideran la conversación está la Nahdlatul Ulama de Indonesia, y su presidente Pak Yahya, con quien tengo el honor de compartir hoy esta tribuna.
Mientras tanto, tiene que haber otro debate, que es el último punto que voy a tratar. No se trata de si los musulmanes deben aceptar plenamente los derechos humanos universales, sino de si esos derechos se extienden plenamente a los propios musulmanes.
Esto se debe a que muchos musulmanes de todo el mundo sienten hoy que, mientras se les pide constantemente que respeten la libertad de otras personas, su propia libertad de vivir como creyentes piadosos y familias tradicionales puede no ser igualmente respetada. Peor aún, muchos de ellos observan los sangrientos conflictos en todo el mundo, especialmente en Medio Oriente, donde las potencias occidentales que a menudo defienden los derechos humanos, a veces parecen considerar que las propias vidas de los musulmanes son menos valiosas, si no prescindibles. Estos flagrantes dobles raseros generan un profundo escepticismo, cuando no rechazo y resentimiento, en quienes los reciben.
En otras palabras, la lucha por los derechos humanos es hoy verdaderamente universal. En algunos contextos, es una lucha para persuadir a la gente de que los afirme. En otros contextos, es una lucha para persuadir a la gente de que sea honesta y tenga principios al respecto. Y a menos que nos esforcemos en ambos frentes, puede que tengamos pocas esperanzas para el futuro de nuestro atribulado mundo.
Este artículo fue publicado originalmente en Cato At Liberty (Estados Unidos) el 15 de diciembre de 2023.