Irlanda: El tigre celta
Por Benjamin Powell
En los últimos 10 años, Irlanda se ha catapultado de la retaguardia económica europea a la vanguardia de las economías del Viejo Continente. Más recientemente, el crecimiento económico irlandés ha aminorado. Aunque muchos observadores intentan atribuir el éxito de Irlanda a las transferencias de fondos que recibe de la Unión Europea, un análisis más detallado muestra que el éxito irlandés debe ser atribuido a una creciente confianza en el libre mercado.
En 1987, el ingreso per cápita de la República de Irlanda rondaba el 63% del del Reino Unido. De 1990 a 1995, la economía irlandesa creció en más de un 5% al año, y de 1996 al 2000 llegó a más del 9% al año. Hoy en día, el ingreso per cápita de $25.500 de Irlanda supera al per cápita promedio del Reino Unido en $3.200.
La asombrosa historia económica del país en los últimos diez años ha llevado a algunos a apodar a Irlanda el Tigre Celta. Entender las causas del éxito irlandés puede ayudar a este país a evitar errores políticos durante su actual período de crecimiento lento que minarían su potencial futuro.
Luego de un período de estancamiento de 13 años con un crecimiento de menos del 2%, Irlanda tomó un curso de acción más radical que incluyó recortar el gasto, abolir agencias gubernamentales, y reducir las tasas impositivas y las regulaciones. Al mismo tiempo, el gobierno hizo compromisos creíbles de no llevar a cabo gasto deficitario ni de inflar la moneda.
La larga historia de comercio libre y abierto de Irlanda también jugó un rol en su recuperación. Sin embargo, únicamente después de haber liberado otros aspectos de su economía al reducir los impuestos, desregular la economía, mantener una inflación baja y proveer un ambiente fiscal estable, ha podido Irlanda estar en capacidad de crecer lo suficientemente rápido como para sobrepasar el mayor nivel de vida europeo.
El progreso de Irlanda se ve reflejado en el Índice de Libertad Económica 2002 publicado por el Wall Street Journal y la Heritage Foundation, el cual coloca a Irlanda como la cuarta economía más libre del planeta.
Muchos analistas externos atribuyen el éxito de los irlandeses en mejorar su condición de vida en los últimos 15 años a los subsidios que reciben por parte de la Unión Europea. Sin embargo, los subsidios de la UE no hicieron nada más que dificultar el desarrollo económico que satisface al consumidor.
Los subsidios agrícolas son un componente de las transferencias de la UE y son un ejemplo de cómo transferencias bienintencionadas pueden obstaculizar el desarrollo económico. Los subsidios aumentan los ingresos rurales, pero retardan el ajuste económico al mantener a las poblaciones rurales artificialmente elevadas. Algunos de estos trabajadores podrían elaborar productos más valiosos si se mudaran a las ciudades. Hasta el tanto se subsidie a la gente para que permanezcan en ciertas profesiones, Irlanda no explotará en su totalidad su ventaja comparativa en la división internacional del trabajo. Esto deprime los ingresos y desacelera el crecimiento.
La presencia de fondos de la UE retrasa el crecimiento de otras maneras también. Aunque la oferta total de empresarios varía entre las sociedades, la contribución productiva de las actividades empresariales de una sociedad varían aún más debido a su asignación entre las actividades productivas, tales como la innovación, y las actividades no productivas, como el cabildeo llevado a cabo con el fin de conseguir subsidios y privilegios gubernamentales.
La presencia de fondos de la UE crea una olla de oro que los empresarios irlandeses pretenden. Esto provocará que algunos empresarios, quienes con anterioridad se dedicaban a actividades productivas e innovadoras, en su lugar destinen sus esfuerzos a cabildear en procura de subsidios. Este cabildeo desperdicia recursos tanto físicos como humanos que pudieron haber sido utilizados para satisfacer las demandas de los consumidores y aumentar el crecimiento económico.
No es de sorprender que, cuando se comparan las transferencias de la UE con las tasas de crecimiento económico, no encontramos ninguna relación positiva.
Si los subsidios fueran una de las principales causas del crecimiento de Irlanda, deberíamos de esperar que el crecimiento irlandés fuera el más alto cuando estaba recibiendo la mayor cantidad de transferencias. Sin embargo, las estadísticas muestran que las tasas de crecimiento y las transferencias netas como porcentaje del PIB se han movido en direcciones opuestas durante las tasas de mayor crecimiento de Irlanda en los noventa.
Irlanda empezó a recibir subsidios luego de integrarse a la comunidad europea en 1973. Los ingresos netos promediaron un 3% del PIB durante el período de rápido crecimiento (1995-2000), pero durante el período de crecimiento lento (1973-1986) éstas promediaron un 4% del PIB.
Las tasas de crecimiento irlandesas han aumentado mientras que los subsidios netos de la UE han permanecido relativamente constantes, y se han encogido en proporción al tamaño de la economía.
Si los subsidios fueran en realidad la verdadera causa del desarrollo económico de Irlanda, también deberíamos de esperar que otros países pobres en la Unión Europea, los cuales reciben subsidios, tengan altas tasas de crecimiento económico. Los Fondos Estructurales y de Cohesión de la UE representaron un 4% del PIB griego, un 2.3% del español y un 3.8% del portugués. Ninguno de estos países siquiera se acercó a la tasa de crecimiento que experimentó la economía irlandesa. Entre 1990 y el 2000, España promedió 2.5% de crecimiento del PIB, Portugal 2.6% y Grecia únicamente 2.2%.
El sorprendente éxito que Irlanda ha experimentado en mejorar su desempeño económico en los últimos 15 años se debe a las fuerzas del mercado. Aunque los subsidios de la UE han estado presentes, éstos no han sido la fuerza motora y más bien podrían estar impidiendo un mayor crecimiento. Un ambiente político que promueve la libertad económica, que le permite a los empresarios privados generar desarrollo económico, fue la clave para crear al Tigre Celta.
Aunque estas políticas han sido extraordinariamente exitosas, las mismas no pueden evitar las fluctuaciones normales de una economía. El ambiente institucional correcto fomenta el desarrollo económico a largo plazo. En el corto, los ciclos comerciales normales todavía tendrán lugar. No es de sorprender que mientras Estados Unidos ha entrado en una recesión, en Irlanda, uno de los principales socios comerciales de los norteamericanos, se ha experimentado un crecimiento más lento y ha aumentado el número de desempleados.
El principal peligro para Irlanda radica en que las fluctuaciones de corto plazo lleven a que se minen las políticas y el ambiente que crearon al Tigre Celta en el primer lugar.
Traducido por Juan Carlos Hidalgo para Cato Institute.