Inversión en educación

Macario Schettino explica que no conocemos la combinación ideal de profesiones para lograr el desarrollo económico de un país, de manera que la inversión en educación, más allá de la educación básica, debería correr por cuenta de quienes la consideran conveniente.

Por Macario Schettino

Le decía que la educación es como la inversión. Hay la creencia de que son cosas buenas por sí mismas, y que quien invierte y se educa tendrá un futuro prometedor. Lo mismo entre individuos que entre naciones. Y resulta que si uno voltea a ver los países exitosos se puede ver cómo tienen inversiones y nivel educativo envidiables. Con las personas ocurre algo similar. Pero esto es un error de apreciación, o si lo quiere en términos más técnicos: hay un sesgo en la percepción.

Los países exitosos, ¿lo son porque invirtieron y se educaron?, ¿o han invertido y se han educado porque ya eran exitosos? Aunque no hay duda de que prácticamente en todos los casos una nación rica es también una con infraestructura y educación importantes, lo que no tenemos claro es la secuencia en la que esto ocurre. Más importante aún, al agrupar en inversión y educación muchas cosas diferentes, corremos el riesgo de encontrar relaciones inexistentes, o como dicen los estadísticos, espurias.

Ya otro día hablamos de cómo la inversión no necesariamente garantiza una mayor producción en el futuro. Puede ocurrir, pero no es seguro, porque depende de que esa inversión coincida con lo que se requiere. Lo mismo ocurre con la educación. Si usted estudia algo que nadie va a necesitar en el futuro, su educación habrá significado un costo por cuatro o cinco años, sin ganancia alguna posterior. Y es difícil saber, cuando se empieza una licenciatura, qué se va a necesitar cinco años después. Más cuando se tienen 18 años, que todo es más complicado de entender.

De hecho, de todo lo que sabemos acerca de educación y crecimiento económico, lo que podemos concluir es que sí hay un impacto claro de la educación básica, pero no de la educación superior. Si una sociedad logra que la mayoría de sus jóvenes aprenda a leer bien y a hacer operaciones aritméticas y algebraicas elementales, esa sociedad tendrá más probabilidad de crecer. Ya no es tan fácil encontrar una relación entre las profesiones y el crecimiento. Desde hace algunos años, en EE.UU., se hizo popular la idea de que las profesiones que sí impactan en la economía son las científicas, tecnológicas e ingenieriles, y de ahí el acrónimo STEM (en inglés: science, tech, engineering, math). Pero es fácil aplicar el dicho bíblico: no sólo de pan vive el hombre. Con todo lo que estas disciplinas efectivamente implican en términos productivos, no llenan lo que una nación requiere para ser exitosa.

Traducir lo que los técnicos piensan, para convertirlo en un proyecto exitoso, al menos requiere una cantidad no menor de administrativos, que no son de adorno, ni mucho menos son simple costo. Resolver conflictos exige abogados. Transmitir información requiere comunicólogos, escritores, mercadólogos, diseñadores, artistas. Y la combinación ideal de todas estas disciplinas está muy lejos de ser conocida, si acaso existe. Y hay que recordar que en los países que llamamos desarrollados apenas un tercio de las personas que trabajan tiene el equivalente a una licenciatura. Otro tercio suele tener estudios “terciarios” como los llama la OCDE, que son oficios o grados técnicos, que suelen ser de gran importancia en la producción.

Como la inversión, la educación puede ser importante, pero no lo es en todos los casos. Insisto, hay un nivel básico que siempre lo es, pero después de eso, las cosas no son tan claras. Por eso creo que debemos garantizar a todos la educación básica, pero ser mucho más flexibles con lo que sigue. Igual que con la inversión: hay infraestructura indispensable, pero fuera de eso, que arriesgue su dinero el que quiera. Y no el dinero de todos.

Este artículo fue publicado originalmente en El Financiero (México) el 7 de marzo de 2016.