Impuesto equitativo
por Walter S. Williams
En 2005, el conocido comentarista radial Neal Boortz y el congresista John Linder publicaron el “Libro del impuesto equitativo: Adiós al impuesto sobre la renta†(“The Fair Tax Bookâ€), el cual alcanzó el primer lugar en ventas, según el New York Times. Ese mismo año, la propuesta de una ley de impuesto equitativo fue introducida a la Cámara de Representantes y al Senado. Linder planea reintroducirla en 2007.
De ser promulgado, el impuesto equitativo eliminaría el impuesto personal sobre la renta, al impuesto alterno mínimo, los impuestos a las empresas, el impuesto sobre ganancias de capital, los impuestos del Seguro Social y Medicare, el impuesto de sucesión y el impuesto sobre regalos. Todos esos impuestos serían reemplazados por un impuesto de 23% sobre las ventas al por menor de bienes y servicios. Ese impuesto lograría el mismo ingreso actual del gobierno federal, pero cambiaría la manera cómo se financia al gobierno.
Nuestro código impositivo actual es repugnante y desesperadamente necesitamos un cambio. Para poder cumplir con las leyes impositivas, los norteamericanos tienen que dedicar 5.800 millones de horas/hombre en guardar la documentación, hacer las declaraciones, en consultas con contadores y abogados. Eso equivale a que 2.770.000 personas se dediquen anualmente, a tiempo completo, a tales tareas y se trata de una cantidad mayor que toda la gente conjuntamente empleada en este país por la industria automotor, de aviación, computación y la producción de acero.
El impuesto equitativo tiene muchas ventajas y es mucho más eficiente. Protegería en gran medida nuestra privacidad y evitaría que el Congreso utilice el sistema impositivo para manipular nuestras vidas. El impuesto equitativo es una magnífica idea si se cumplen tres condiciones: la revocación de la enmienda 16 de la Constitución que creó al impuesto sobre la renta, la determinación de una tasa fija de, digamos, 23% y la aprobación de una nueva enmienda constitucional disponiendo que cualquier aumento tendría que ser aprobado por 75% de congresistas y senadores. Si no se revoca constitucionalmente el impuesto sobre la renta terminaríamos con ambos: un impuesto nacional de ventas, además del impuesto sobre la renta.
Es cierto, yo no confío en el Congreso. En el debate que condujo a la creación del impuesto sobre la renta y la ratificación de la enmienda constitucional número 16, los congresistas prometieron que solamente los ricos pagarían impuesto sobre la renta. En 1917, apenas 0,5% de los ciudadanos que tenían ingresos pagaban impuesto sobre la renta. Aquellos que ganaban el equivalente a lo que hoy es 250.000 dólares al año pagaban 1%, mientras los que ganaban el equivalente a lo que en la actualidad es 6 millones de dólares anuales pagaban 7% en impuestos. La mentira de que solamente los ricos pagarían impuesto sobre la renta fue simple propaganda para engañar a los votantes y conseguir la ratificación de la enmienda constitucional.
Pero me temo que el impuesto equitativo no será promulgado. Los dos comités más poderosos del Congreso son el Comité de Medios y Arbitrios (Ways and Means) de la Cámara de Representantes y el Comité de Finanzas del Senado. Esos comités redactan las leyes impositivas y, por lo tanto, están en capacidad de repartir favores a ciertos y determinados ciudadanos a expensas de los demás. El impuesto equitativo reduciría o eliminaría ese poder de conceder favores y, en consecuencia, reduciría considerablemente las contribuciones electorales a las campañas de los diputados y senadores que son miembros de esos dos comités.
La manera de financiar al gobierno es importante, pero la verdadera medida del impacto del gobierno en nuestras vidas depende del gasto gubernamental. Con un impuesto equitativo, ¿qué frenaría al gobierno en gastos deficitarios o inflando la moneda? Los gastos deficitarios y la inflación, aunque menos visibles, son meras alternativas del gobierno al cobro de impuestos.
La verdadera solución es una enmienda constitucional que limite el gasto federal a un porcentaje del producto interno bruto, digamos 10%.
Artículo de la Agencia Interamericana de Prensa Económica (AIPE)
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