Idea imperante

Víctor Pavón dice que la política, que es una actividad humana relevante para la toma de decisiones y el ejercicio del poder, es el resultado de las ideas.

Por Víctor Pavón

La política, como actividad humana relevante para la toma de decisiones y el ejercicio del poder, es el resultado de las ideas. En nuestro país, la idea imperante no es auspiciosa y, a la fecha, ningún candidato o partido político ofrece algo diferente.

Esta idea fuertemente arraigada consiste en hacer creer a la gente que debe ser el Estado el que otorgue todo tipo de bien y servicio a las personas, cuando que la función gubernamental es la de garantizar la seguridad y la propiedad de las personas, y que son los individuos los que con su trabajo y dedicación consiguen, cooperando libremente con los demás, sus propios ingresos para sí mismos y sus familias.

El electorado, de esta manera, próximamente encontrará en el cuarto obscuro a los mismos de siempre con aquella línea de idea; un pensamiento muy bien administrado por los que prefieren el statu quo. Esto explica el permanente rechazo a las listas abiertas y desbloqueadas, defendiendo con excusas las listas llamadas “sábanas”.

Los primeros protagonistas de esta forma de concebir la política —en la que no aparece ni por asomo el Estado de Derecho y la economía de mercado— son los políticos atornillados al Estado, de esos que para hacer política necesitan ser parte de la nómina de empleados en alguna dependencia gubernamental.

Son los que predican con fervor el atajo y el facilismo como modo de vida, diciéndoles a los demás a que aspiren a lo que ellos han conseguido, y que no es precisamente por medio de la capacidad y el esmero, sino a través del servilismo y la genuflexión hacia el mandamás de turno. Sin el carácter para defender principios y valores, pronto ese político sentado en su curul se convierte en un enemigo del emprendedor, del que no desea depender de los arreglos y las componendas, poniéndole trabas, regulaciones y más burocracia.

Este equivocado camino en el que los políticos atornillados al Estado son mayoría entre los candidatos causa grave daño no solo a la política como actividad intrínseca de la democracia, sino también a la misma sociedad. Los que así piensan y actúan no son parte de la solución, son el problema mismo.

Disponen del aparato estatal según sus designios. Usan y abusan de los bienes públicos, ya sean vehículos y dinero, exigiendo a otros a que les sigan en cuanta concentración o visita hacen a los barrios y ciudades porque caso contrario no serán tomados en cuenta a formar parte en la planilla como nuevos funcionarios.

Por de pronto, los políticos atornillados al Estado siguen diseminando la idea imperante al punto que, a la fecha, ningún partido y candidato ofrece algo diferente.