Hong Kong: Todavía primero pero, ¿por cuánto tiempo?
Por Marian L. Tupy
Su territorio puede ser pequeño en tamaño pero los logros de Hong Kong son sustanciales. El ingreso bruto per cápita de Hong Kong era de US$24,690 en el 2002 – más que Canadá, Francia y Alemania. La clave del éxito de Hong Kong ha sido su sistema económico, el cual ha sido en las últimas tres décadas el más libre del mundo. El Informe Anual 2004 sobre Libertad Económica en el Mundo, publicado el 15 de julio, mostró a Hong Kong reteniendo el primer lugar. Pero tendencias recientes sugieren que la libertad económica de Hong Kong se ha estado erosionando lentamente.
Pocas personas recuerdan lo pobre que era Hong Kong medio siglo atrás. En esos días los “expertos” creían que países como Hong Kong estaban destinados a mantenerse pobres. Después de todo, Hong Kong era pequeño, tenía apenas 500,000 habitantes y virtualmente sin recursos naturales. Además, la sabiduría convencional en esos días mantenía que el sistema económico internacional era injusto y explotador. Para compensar esas deficiencias se instaba a los países pobres a planificar sus economías. La autarquía y el proteccionismo estaban de moda en todos lados. El haber optado en esos días por la dirección opuesta es un testamento del coraje y fuerza de convicción de los hombres que guiaron la economía de Hong Kong.
El premio Nobel Milton Friedman escribió en 1991: “Hong Kong ha tenido un grado extraordinario de libertad económica: sin aranceles ni cuotas de importación o exportación... Los impuestos han sido bien bajos, un 10 a 12 por ciento del ingreso nacional... Hay pocas regulaciones en los negocios, no hay control de precios ni a los salarios”. Más de una década después, las cosas no se ven tan color de rosa. La calificación general de libertad económica en Hong Kong cayó de 9.1 en 1995 a 8.7 en el 2002 en una escala de 10 puntos. El consumo del gobierno creció y así también la preocupación con respecto a la integridad del sistema legal de Hong Kong. Entre 1995 y el 2002, la calificación de Hong Kong en esas dos categorías cayó de 8.0 a 7.2 y de 10.0 a 8.3 respectivamente.
Indudablemente, la interferencia de China Continental en la autoridad de Hong Kong es un problema creciente y los legisladores democráticamente elegidos tienen el deber de oponerse a la intrusión de Pekín. Si Hong Kong quiere mantener su reputación de que es un lugar donde se protegen los derechos de propiedad y se respeta el cumplimiento de los contratos, es muy importante proteger la integridad del sistema legal de la interferencia política. En lugar de eso, la legislatura ha estado interfiriendo cada vez más con la economía.
La legislación sobre el salario mínimo se ha incrementado, bajando la calificación de Hong Kong en esa área de un 7.4 en 1995 a 4.3 en 2002. La flexibilidad para contratar y despedir decreció de 8.8 en 1995 a 7.8 en 2002. Los obstáculos administrativos para abrir negocios se incrementaron y la calificación en esa categoría cayó de 8.5 en el 2000 a 6.7 en el 2002. El tiempo gastado con la burocracia gubernamental aumentó, llevando para abajo la calificación de 9.5 en 1995 a 6.0 en 2002. La calificación conjunta en las regulaciones en el crédito, trabajo y negocios empeoró de 8.7 en 1995 a 8.1 en 2002.
La amenaza a la libertad económica de Hong Kong viene de interferencias domesticas y externas. Por un lado, las autoridades de Pekín ejercen un creciente control sobre las instituciones de Hong Kong, lo cual puede ser la inevitable consecuencia de los permanentes deseos de Pekín por reunificar Hong Kong a China. Por el otro lado, los representantes electos de Hong Kong, los cuales han sido disuadidos de oponerse a Pekín en asuntos políticos, concentrando sus esfuerzos cada vez más en regular la economía.
Como sugiere otro ejemplo de ingeniería constitucional británica, un incremento en la regulación económica puede ser un efecto no intencionado de la transferencia británica de Hong Kong a China. La devolución del gobierno de Westminster a Edimburgo dejó a los escoceses con un grande y oneroso cuerpo legislativo. Sus facultades están limitadas a pocas áreas específicas tales como salud, educación y transporte. Como consecuencia del deseo de los legisladores escoceses de “hacer algo”, la carga regulatoria en esas tres áreas ha estado creciendo exponencialmente. John Blundell, del Institute of Economic Affairs basado en Londres, escribió recientemente que Escocia, como país independiente, estaría en la posición 60 en el índice de libertad económica – mucho menos que el Reino Unido en su conjunto.
Alguna vez le pregunté a Sir John Cowperthwaite, el escocés que gobernó en la economía de laissez faire de Hong Kong durante los 50 y 60, si estaba de acuerdo con aquellos que decían que el secreto del éxito era “hacer nada”. Él dijo que él no estaba de acuerdo, porque aparte de dejar a solas a la economía, él pasó mucho de su tiempo combatiendo a los planificadores centrales en Londres. Hoy en día, la gente de Hong Kong necesita redescubrir la sabiduría de Sir John Cowperthwaite. Ellos deben de pararse firmes contra las intromisiones políticas en la legislatura de Hong Kong y siempre recordar que una economía libre de interferencia política, es la razón por la que hoy en día ellos son prósperos.
Traducido por Nicolás López para Cato Institute.