Hollywood en acción
Alberto Benegas Lynch (h) considera que "en general poetas, escultores, pintores, escritores de ficción y otras manifestaciones artísticas están compuestas por personas de gran sensibilidad que cuando se pronuncian sobre temas sociales lo hacen siguiendo sus primeros impulsos sin estudiar el tema".
Una vez escribí un artículo titulado “El síndrome del poeta” donde señalé que en general poetas, escultores, pintores, escritores de ficción y otras manifestaciones artísticas están compuestas por personas de gran sensibilidad que cuando se pronuncian sobre temas sociales lo hacen siguiendo sus primeros impulsos sin estudiar el tema. Hayek insistía que en economía la primera inclinación habitualmente está mal ya que esta ciencia es “contraintuitiva”: lo que se intuye en primera instancia no conduce a conclusiones acertadas ya que un análisis correcto requiere profundizar en “lo que se ve y en lo que no se ve” para recoger la conocida perspectiva de Bastiat que luego tomó y expandió Henry Hazlitt.
Así es que los referidos artistas en la mayor parte de los casos se expiden sobre temas sociales incurriendo en todo tipo de falacias y gruesas equivocaciones y, como decía en mi antedicho artículo, cuando se intenta abordar a esas personas para explicar los equívocos la contestación es más o menos así: “no me va usted a sermonear sobre las leyes de la oferta y la demanda, el multiplicador bancario o los rendimientos decrecientes puesto que yo estoy en un plano más elevado y no me rebajo a los aspectos tan pedestres y ruines”. Con este tipo de respuestas no hay modo de salir del atolladero ni de encarar los problemas planteados. Y lo llamativo es que cuando alguno de estos artistas abandona el socialismo para abrazar la causa de la libertad, los colegas le hacen un vacío inmenso condenándolo al ostracismo porque les parece que se ha traicionado vilmente la causa y siguen como si tal cosa pontificando sobre la necesidad de igualar ingresos (no los de ellos que siempre consideran insuficientes), otorgar pseudoderechos, crear más organismo estatales para supervisar la vida de otros, subsidiar lo que estiman es conveniente, imponer sindicatos contrarios a la libertad de asociación y limitar la prensa a lo que piensan los iluminados.
Ciertos intelectuales de otras especialidades también prestan su apoyo a estas posturas. Robert Nozick lo atribuye a que pretenden calificar las acciones en el mercado como se hace en la universidad con los alumnos y no aceptan que se retribuya en concordancia con los gustos y preferencias de los consumidores. Helmut Schoeck lo atribuye a la envidia, Hayek a la improcedente extrapolación de la planificación personal de las vidas a la planificación de las relaciones sociales y Ludwig von Mises elabora algunas de estas tesis y propone otras en su célebre La mentalidad anticapitalista y agrega, refiriéndose a Hollywood, que los actores y actrices “temen por la volubilidad del público”. Este fenómeno no determina la reacción adversa al sistema de libertad pero indudablemente influye en grado sumo.
Esto último señalado por Mises es de especial interés ya que, a diferencia de lo que ocurre con la venta de bienes tangibles que son impersonales y pueden perdurar en el mercado a través de generaciones, el actor y la actriz cuentan con un tiempo limitado y una precisa vida útil después de la cual se terminó la carrera y el público les da la espalda y, en el mejor de los casos, ponen de manifiesto lástima por la decrepitud de quienes antes fueron consideradas “estrellas”. Es en este contexto que el mundo del cine y el teatro, también ignorando los principios de la ciencia económica, concluyen que el socialismo les dará protección en la ancianidad, mientras que el capitalismo los arroja a los leones. No consideran los jugosos emolumentos que reciben durante su vida activa, sus mansiones y sus requerimientos en cuanto a todo tipo de comodidades durante los rodajes o las representaciones en vivo, todo lo cual les permite preveer con amplitud su vejez. No se molestan en mirar el cine y el teatro decrépitos del mundo socialista y los estilos de vida de quienes no son los favoritos del déspota de turno.
Al hacer la autocrítica del por qué del fracaso en llegar con el mensaje liberal a estos ámbitos, se llega a la conclusión que, sin perjuicio de que siempre es bueno pulir y mejorar la trasmisión de ideas, la cerrazón de los interlocutores se debe a la falta de educación en temas fundamentales de la vida social. Se torna en un círculo vicioso si este es el problema y se niegan a la posible solución. No es que la batalla esté perdida ya que, como queda dicho, en algunos casos se logra sortear el cerco, pero hay que tener en cuenta que “no hay peor sordo que el que no quiere escuchar”.
De todos los asuntos sociales el más desconocido está referido a la causa que eleva ingresos y salarios en términos reales. Estamos perdidos mientras se sostenga que provienen de decisiones voluntaristas, de decretos gubernamentales, de acciones sindicales violentas o de la buena voluntad de los empleadores. Una vez que se percibe que la única razón de dicho incremento radica en las tasas de capitalización, es decir en la inversión per capita, las argumentaciones cambian su eje y se concentran en el debido respeto a los derechos de propiedad al efecto de maximizar la posibilidad de captar ahorros externos y estimular la formación de los internos, en un contexto de marcos institucionales compatibles con este resultado. Solo en esa situación se comprende que el asunto no es de suma cero sino de un proceso de creación de riqueza para lo cual es menester asegurar un clima de respeto recíproco y cooperación social.
Si Hollywood no cambia la línea básica de sus contribuciones y, en general, no modifica su dirección argumental y la mayor parte de sus guiones, el mundo se convertirá en lo que viene aplicando desde hace décadas Khadafy, esto es la prohibición en Libia de todo cine y teatro para que no aparezcan actores que compitan con su fama (por las mismas razones, tampoco permite que los jugadores de football se identifiquen por su nombre y así se les asigna un número a cada uno). Isabella Rossellini, la hija de Ingrid Bergman y Roberto Rossellini, cuenta que los actores tímidos curiosamente se sienten completamente liberados de esa limitación mientras interpretan otros personajes, evidentemente no hay esa disociación cuando se trata de ideas: por el momento, en general, en Hollywood, la persona y el personaje confluyen en promover propuestas socialistas. Y cuando aparecen en pantalla producciones cinematográficas como The Lost City dirigida y actuada por Andy García que muestra las canalladas del régimen castrista en la isla-cárcel cubana, es boicoteada por todos los medios posibles desde la propia meca del cine.
David Mamet, escritor de teatro, director de cine, actor, ganador del Premio Pulitzer y nominado al Oscar por The Veredict (1982) y por Wag the Dog (1997) relata en su nuevo libro los serios problemas que le crea el haber abandonado sus posiciones socialistas para abrazar la causa de la libertad. Lo hace con lujo de detalles sobre el ambiente de Hollywood en The Secret Knowledge. On the Desmanting of American Culture. Hay también no poca hipocrecía en Hollywood, lo que nos recuerda el monólogo del Robinson Crusoe de Defoe cuando encuentra un barco hundido con una carga de monedas de oro y plata oportunidad en la que se refiere extensamente a “la vanidad del dinero”, pero, a poco andar, “pensándolo mejor”, decide llevárselo por las dudas lo necesitara.
A la mencionada situación que consignamos en esta nota, se agrega la decadencia moral y la inusitada violencia que exhibe Hollywood en sus producciones cinematográficas que, dese luego, no nace allí sino que se alimenta en la degradación y la pérdida creciente de la sensibilidad en el público. Agatha Christie en su autobiografía dice que en sus novelas policiales siempre hay una moraleja donde se distingue claramente el bien del mal y que se dirigía a lectores que rechazaban a los asesinos y estaban a favor de los que los combatían, sin embargo, escribe en esta su última producción, en 1977, que nota un cambio en este tema central en cuanto a “un gusto sádico hacia la violencia en si misma” y que le “asusta la falta de interés por el inocente”. Lo mismo ocurre en Hollywood en el contexto de la señalada incomprensión respecto a temas cruciales.
Este artículo fue publicado originalmente en el Diario de América (EE.UU.) el 30 de junio de 2011.