Hipocresía proteccionista

por Aaron Lukas

Aaron Lukas fue Analista del Cato Institute.

Rusia no se ve muy saludable en estos días: la Bolsa ha caído drásticamente, mientras que los intereses se han disparado, alcanzando 150%. Y la respuesta de occidente es canalizar más dinero hacia Rusia a través del Fondo Monetario Internacional. Cualquier nuevo préstamo será adicional a los $9.200 millones ya contemplados.

Por Aaron Lukas

Rusia no se ve muy saludable en estos días: la Bolsa ha caído drásticamente, mientras que los intereses se han disparado, alcanzando 150%. Y la respuesta de occidente es canalizar más dinero hacia Rusia a través del Fondo Monetario Internacional. Cualquier nuevo préstamo será adicional a los $9.200 millones ya contemplados.

Pero así como Washington considera prestar miles de millones de dólares al gobierno ruso, mantiene dañinas barreras comerciales, impidiendo que aumenten las exportaciones rusas a Estados Unidos. El presidente Clinton declara su deseo de ayudar a Rusia, pero las barreras comerciales impuestas por Estados Unidos impiden a 150 millones de rusos mejorar su nivel de vida.

Es más, la economía rusa estuviera en mejores condiciones si la administración Clinton hubiera seguido sus propios consejos. En un discurso en 1995, el vicepresidente Al Gore dijo que "el presidente Clinton y los que apoyan la reforma rusa en el Congreso mantienen que será el comercio y no la ayuda económica externa, que a final de cuentas garantizará el crecimiento económico en la antigua Unión Soviética... la puerta está abierta..."

La verdad es que nunca se les abrió verdaderamente la puerta. Washington siempre ha impuesto altos aranceles y cuotas a muchos productos rusos. Tales barreras le cuestan 700 millones de dólares a Rusia cada año en ventas que necesita desesperadamente hacer, dice el viceministro de Relaciones Económicas Extranjeras y Comercio, Roald Piskopel.

Lo que más preocupa a Rusia es la imposición por parte de Estados Unidos de penalidades por 150 millones al año en medidas ‘anti-dumping’, es decir, multas por supuestamente vender en Estados Unidos productos por debajo del costo. Estas medidas proteccionistas se utilizan para impedir las exportaciones rusas de magnesio y esponja de titanio.

Aún cuando tales medidas se suspenden, Rusia sale perjudicada. En septiembre del año pasado, por ejemplo, el Departamento de Comercio aceptó suspender la investigación ‘anti-dumping’ de láminas de acero rusas, imponiendo cuotas y precios mínimos "voluntarios". Eso beneficia a los productores de acero de Estados Unidos, como Geneva Steel y Gulf State Steel, quienes se benefician a cuesta de los productores rusos y de los consumidores en este país. Esas empresas no creen que a la industria estadounidense se le debe permitir comprar acero al mejor precio.

Ahora los ciudadanos de Estados Unidos pagarán por cuenta doble: primero, con productos más caros y, segundo, con impuestos para financiar los préstamos del FMI, cuyos burócratas están pidiendo a Estados Unidos 18.000 millones de dólares para nuevos "rescates". Una manera segura de hacer necesarios tales rescates es impedir a países como Rusia y a América Latina exportar sus productos libremente a Estados Unidos.

Con razón, los funcionarios rusos se sienten frustrados ante la hipocresía oficial de Estados Unidos. Dimitry Sukhoparov, del ministerio de Relaciones Económicas Extranjeras, concluye que "en respuesta a la casi total apertura del mercado ruso en 1992, hemos experimentado para 1998 un aumento de seis veces en las barreras contra nuestras exportaciones".

El nuevo primer ministro ruso, Sergei Kiriyenko, recientemente declaró: "El único apoyo que Rusia necesita es la libre y justa competencia. No necesitamos ningún otro tipo de ayuda". Tiene razón. A largo plazo lo que Rusia necesita no son préstamos sino la oportunidad de comerciar.

Artículo de la Agencia Interamericana de Prensa Económica (AIPE)
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