Héroes del progreso, Parte 12: Joseph Lister

Alexander C. R. Hammond explica la gran contribución del cirujano británico Joseph Lister a la cirugía moderna: nuevos métodos de esterilización y equipos médicos que transformaron los hospitales.

Por Alexander C. R. Hammond

Hoy presentamos la doceava parte de una serie de artículos publicados por HumanProgress.org titulada "Héroes del Progreso". Esta columna presenta una introducción breve a quienes han realizado una contribución extraordinaria al bienestar de la humanidad. Puede encontrar la onceava parte aquí.

Nuestro doceavo Héroe del Progreso es Joseph Lister, un cirujano británico del siglo diecinueve que es conocido como "el padre de la cirugía moderna". Lister introdujo nuevos métodos de esterilización en los hosiptales así como también equipos médicos que transformaron los hospitales, los cuales pasaron de ser trampas mortales a ser lugares de verdadero sanamiento. En los hospitales que adoptaron sus sugerencias, las tasas de infección cayeron dramáticamente y desde ese entonces las ideas de Lister han sido adoptadas como normas quirúrgicas alrededor del mundo.

Joseph Lister nació el 5 de abril de 1827 en Essex, Inglaterra, en el seno de una próspera familia cuáquera. Su padre era un exitoso comerciante de vinos y un científico aficionado que inventó los lentes acromáticos (esto es, que no distorsionan los colores) y que se utilizan hoy en los microscopios. Lister asistió a la University College of London, que era una de las pocas escuelas que aceptaba cuáqueros, para estudiar botánica. Se graduó como Bachiller en las Artes en 1847.

Luego de obtener su título de pregrado, Lister inmediatamente se inscribió como estudiante de medicina en la misma institución. Se graduó con honores en 1852 y se volvió un cirujano de planta en el University College Hospital. Un año después, Lister se mudó a Edimburgo para ser el asistente de James Syme, un reputado profesor de cirugía en ese entonces. En 1859, Lister asumió la prestigiosa posición de Profesor Regius de Cirugía en la Universidad de Glasgow.

A mediados del siglo diecinueve, se pensaba que el aire malo era responsable de las infecciones en las heridas de los pacientes. Los hospitales dejarían entrar aire en sus pabellones al medio día para reducir el esparcimiento del “miasma” o vapor venenoso que estaba lleno de partículas de la materia descompuesta, que era la que supuestamente provocaba las infecciones. La ignorancia acerca de cómo se esparcían las enfermedades era abundante. Los cirujanos no se lavaban las manos ni la ropa, se jactaban de las manchas en sus ropas sucias utilizadas durante operaciones y se referían a estas vestimentas como “la buena y vieja pestilencia quirúrgica”.

Mientras trabajaba en la Universidad de Glasgow, Lister leyó un estudio escrito por el químico francés Louis Pasteur, quien había demostrado que los alimentos se podían malograr bajo condiciones anaeróbicas (esto es, sin aire) si es que los micro-organismos estaban presentes. Pasteur descartó la noción de que el aire malo causaba infecciones y recomendó la filtración, la exposición al calor, o soluciones químicas para detener el esparcimiento de las bacterias perjudiciales.

Dado que las primeras dos sugerencias de Pasteur dañarían el tejido humano, Lister empezó a rociar las heridas de los pacientes, los instrumentos quirúrgicos y la ropa con ácido carbólico. Pronto se dio cuenta de que H2CO3 reducía dramáticamente las tasas de infección en sus pacientes. Presentó su descubrimiento en la publicación científica The Lancet en una serie de seis artículos a principios de 1867.

Lister ordenó a todos los cirujanos bajo su dirección que usen guantes limpios, que se laven las manos y limpien sus instrumentos antes y después de las operaciones, y que rocíen la solución de H2CO3 en el quirófano. Conforme los hospitales y quirófanos se volvieron más limpios y conforme las heridas se volvieron esterilizadas, las tasas de infección cayeron y millones de vidas fueron salvadas.

En 1869, Lister volvió a Edimburgo como sucesor de Syme y continuó desarrollando sus métodos de esterilización. La paciente más célebre de Lister fue la Reina Victoria, quien llamó a Lister en 1871 para que atendiera “un absceso del tamaño de una naranja en su axila”. Armado con el ácido carbólico y una pequeña herramienta de incisión, trató la herida de la Reina. Luego Lister bromearía con sus estudiantes, “Caballeros, ¡soy el único hombre que le ha clavado un cuchillo a la reina!”

Lister continuó dando clases, realizando investigaciones y tratando pacientes hasta que su esposa murió en 1893. Después de eso, dijo que estudiar y escribir eran actividades que ya no le atraían. Lister murió el 10 de febrero de 1912 en su casa de campo en Kent. Tenía 84 años.

Lister fue condecorado con numerosos premios y títulos honorarios a lo largo de su vida. Más notablemente, fue nombrado Presidente de la Royal Society en 1894 y un barón de la Reina Victoria en 1897. Los métodos de esterilización de Lister transformaron la cirugía moderna y salvaron incontables millones de vidas. Por esta razón, Joseph Lister es nuestro doceavo Héroe del Progreso.