Ha llegado el mundo feliz

Macario Schettino explica que la tecnología que nos permite consumir noticias, información y productos a la medida nos esta convirtiendo en islas, fenómeno que está haciendo de la política algo más complicado.

Por Macario Schettino

Observe la increíble paradoja: ahora que tenemos la mayor cantidad de seres humanos de la historia, estamos en el proceso de individualización más marcado. Ésa es la tensión que subyace a todo. Hoy están conectados a internet más de tres mil 800 millones de seres humanos. Usted podría comunicarse con todos ellos a través de su celular, pero no lo hace. Muy por el contrario, lo que hace es comunicarse con la menor cantidad de personas posible. Sólo se comunica con quienes piensan y hacen lo mismo que usted. ¿Por qué? Porque puede.

Si usted tiene su página en Facebook, o su dirección en Twitter o Instagram o Linkedin, o la red que use, puede usted seleccionar con quién comunicarse. Y usted elige hacerlo con sus amigos (amigas), que son quienes piensan y hacen lo mismo que usted. Y si alguno (alguna) de ellos dice algo que a usted no le gusta, lo liquida de inmediato. Para eso están los botones de unfollowblock, o como se llamen. No tiene usted por qué soportar a alguien que lo critica, ¿no es así?

Este proceso nos está convirtiendo en islas. Cada uno de nosotros forma parte de unas pocas islas, de acuerdo con nuestras preferencias: sexuales, de comida, de entretenimiento y, por obligación, por nuestra interpretación del mundo. Hemos construido un inmenso archipiélago en las redes, en donde cada uno de nosotros habita dos o tres islas, y desconoce lo que existe en todas las demás. Y este proceso de aislamiento está haciendo la política algo sumamente complicado.

Pero no es sólo que nos aislemos por la comunicación, estamos también consumiendo productos hechos especialmente para nosotros. ¿Por qué? Porque se puede. La tecnología ha permitido que ahora podamos producir de forma masiva, pero hecho a la medida. Suena extraño, pero esto es lo que significan las 'plataformas': el mecanismo para que podamos producir lo que cada quién quiere, pero a costos similares a los que teníamos cuando producíamos una sola cosa, para que todo mundo se amoldara a ella. Lo que usted necesite, hay una plataforma que se lo ofrece, y será exactamente para usted y para nadie más. Bueno, para los de su isla solamente. 

¿Qué necesita? ¿Un libro? De entre millones, en este instante, puesto en su lector electrónico. ¿Zapatos para correr? De entre miles de opciones, la que usted desee, por mensajería, para correr el próximo domingo. ¿Viajar a Myanmar? ¿A Ushuaia? A la Antártica si quiere. ¿A París a un estudio? Lo que guste. ¿Una Coca Cola con su nombre en la lata? 

Más a detalle: se le puede imprimir un objeto a su gusto. Y no es cosa de risa, porque esto permite no sólo que el auto que compra ahora pueda tener centenares de opciones (como no tenían los que comprábamos en los años setenta), sino que podamos imprimir prótesis exactas para quien las necesite. Y ya se puede imprimir piel, y empiezan a producirse los primeros órganos humanos. 

Decía al inicio que podría comunicarse con tres mil 800 millones de seres humanos, y usted habrá pensado que esto es imposible, porque hablan otro idioma. Eso ya no es un problema serio, la red traduce para usted. Y por eso puede usted ver películas, series, deportes de prácticamente cualquier país del mundo. 

Y la nueva 'normalidad' es tener acceso a todo esto. Ya no basta comer tres veces al día, ahora debe ser con quinoa. Ya no es suficiente un techo, urge el wifi. Bueno, bienvenido al mundo feliz.

Este artículo fue publicado originalmente en El Financiero (México) el 12 de abril de 2016.