Guía para Obama en su viaje a Cuba: el viaje de Reagan a Rusia
David Boaz considera que Barack Obama debería emular durante su visita a Cuba la estrategia y el mensaje de Ronald Reagan durante su visita a la Unión Soviética en 1988.
Por David Boaz
Cuando el tercamente anti-comunista Ronald Reagan fue electo presidente en 1980 —en el 64° aniversario del Partido Comunista ruso en el poder— nadie esperaba que, ocho años después, culiminara su segundo mandato haciendo una visita amigable a Moscú.
Pero lo hizo, y lo que hizo allí debería guiar al presidente Barack Obama durante su visita a Cuba —la primera realizada por un presidente en funciones desde la revolución cubana de Fidel Castro en 1959— sobre los pasos que puede dar para marcar el comienzo de la verdadera libertad para el pueblo cubano.
Existe una diferencia, por supuesto: en 1980, la Unión Soviética y EE.UU. tuvieron miles de armas nucleares apuntadas entre ellos y los estadounidenses temían un enfrentamiento entre las superpotencias. La misión principal de Reagan era prevenir que esas armas llegasen a ser utilizadas. Nosotros no nos enfrentamos a estas altas tensiones con Cuba, pero los estadounidenses creemos que las personas en todas partes del mundo merecen ser libres, y ése es un mensaje que vale la pena presentar en todos aquellos lugares donde las personas no gozan de libertad.
Reagan viajó a Moscú a negociar un acuerdo de control de armas con el líder soviético Mikhail Gorbachev. Lo podría haber dejado allí —pocos estadounidenses habrían notado una ausencia de discurso ideológico durante su visita diplomática. Pero desde que dio su discurso transmitido por televisión “Tiempo de escoger” (1964) en nombre del candidato a la presidencia por el Partido Republicano, el Senador Barry Goldwater, y dado que Reagan había sido un evangelista que abogaba por los derechos humanos y la libertad económica como valores universales, no quiso dejar pasar esta oportunidad para hablar de estos valores detrás de la cortina de hierro. Él tomó la decisión de empoderar a los disidentes soviéticos y defendió con vigor el sistema estadounidense de libre empresa y de gobierno limitado contra las tergiversaciones soviéticas.
Pasó por Finlandia en su camino a la Unión Soviética y dijo a una multitud en Helsinki: “No hay verdadera seguridad internacional sin un respeto por los derechos humanos. ...La fuerza creativa y moral más grande en este nuevo mundo, la esperanza de sobrevivir y triunfar, y de lograr la paz y la felicidad más grandes, es la libertad humana”.
Preguntó: “¿por qué los ciudadanos soviéticos que esperan poder ejercer su derecho a emigrar deberían estar sujetos a cuotas artificiales y fallos arbitrarios? Y, ¿qué podemos pensar de la contínua represión de aquellos que quieren practicar sus creencias religiosas?” Obama debería preguntar lo mismo en Cuba.
En Moscú, Reagan se reunió con casi 100 disidentes —“activistas de derechos humanos y jóvenes judíos que eran soldados objetores, veteranos de campos de trabajo y exiliados siberianos, y con las esposas e hijos de algunos todavía presos”, según Los Angeles Times. Les dijo: “Vine aquí a darles fuerza, pero son ustedes quienes me han fortalecido. Mientras presionamos por vidas humanas a través de canales diplomáticos, ustedes presionan por ellas con sus propias vidas, días tras día, año tras año, arriesgando sus hogares, sus trabajos, todo lo que tienen”. Les recordó que “es el individuo quien es siempre la fuente de la creatividad económica”.
Obama también planea reunirse con disidentes cubanos y debería pensar en darles una esperanza similar.
Reagan también dio un discurso en la Universidad de Moscú, uno que se compara al que Obama dio a estudiantes universitarios chinos en 2009. Los dos presidentes, ambos gran comunicadores, destacaron valores y objetivos que no sólo son estadounidenses sino que también son, o debieran ser, universales. Pero hubo algunas claras diferencias en las filosofías que cada uno presentó.
Obama defendió elocuentemente la libertad en un país autoritario: “Nosotros tampoco creemos que los principios que defendemos solo se aplican a nuestra nación. Estas libertades de expresión y de culto —de acceso a la información y a la participación política— creemos que son derechos universales”. Pero perdió la oportunidad de enfatizar la importancia de la libertad de empresa, de los derechos de propiedad y del gobierno limitado como valores estadounidenses. Estos no son solamente los requisitos para generar crecimiento y prosperidad, sino que constituyen la base fundamental para la libertad personal y política.
Contraste las declaraciones de Obama con las de Reagan a los estudiantes soviéticos en 1988. Reagan elogió los valores de la democracia y de la apertura, y señaló que la democracia estadounidense no es un sistema plebiscitario sino un sistema para asegurar que los gobernantes no vayan más allá de lo consentido por los gobernados: “La democracia no es tanto un sistema de gobierno, sino más bien un sistema para mantener al gobierno limitado y no intrusivo; un sistema de límites al poder para mantener a la política y al Estado en un segundo plano, detrás de las cosas importantes de la vida, las verdaderas fuentes de valor que se encuentran solo en la familia y en la fe”.
El relacionó todas estas libertades con el compromiso estadounidense con la libertad económica. A lo largo de su discurso intentó ilustrar a los estudiantes, quienes habían crecido bajo un sistema comunista, acerca del significado de la libre empresa:
“Algunas personas, incluso en mi país, miran el alboroto que significa el experimento de la libre empresa y solo ven desperdicios. ¿Qué pasa con todos aquellos emprendedores que fallan? Bueno muchos fallan, particularmente los exitosos; a menudo fallan muchas veces. Y si les preguntan sobre el secreto de su éxito, les dirán que se debe a todo lo aprendieron de sus dificultades a lo largo del camino; sí, es lo que aprendieron del fracaso. …Y es por eso que es tan difícil para los planificadores del Estado, sin importar cuán sofisticados sean, sustituir a millones de individuos que trabajan día y noche para hacer realidad sus sueños. El hecho es que las burocracias son un problema alrededor del mundo”.
El presidente Obama dijo algunas cosas importantes a los estudiantes chinos. Pero su fracaso en señalar lo esencial que ha sido la libertad económica en el experimento estadounidense —algo que también omitió en un discurso de graduación que dio en 2008— podría fácilmente llevar a la audiencia a concluir que poco le importa la libertad económica. Él tiene la oportunidad de eliminar esa preocupación cuando le hable a los cubanos esta semana.
Obama podría argumentar que China ya se había movido hacia el capitalismo al momento de su visita, entonces tuvo sentido que se focalizara en las libertades civiles y políticas. Ese no es el caso de Cuba, cuyo régimen sigue proclamando pasos pequeños hacia la apertura de los mercados sin mucha evidencia real de que lo esté haciendo. Allí, el presidente necesita hablar directamente a los cubanos sobre los derechos humanos, la libertad política, la libertad de expresión y las libertades económicas que sostienen las libertades anteriormente mencionadas y generan prosperidad. Cuba no necesita un plan central para el capitalismo, solo necesita comenzar a levantar las restricciones sobre las actividades económicas normales.
El presidente debería adoptar la estrategia de Reagan, aun si esta no rinde frutos inmediatos. El cambio de Cuba será gradual. Pero ese hecho no elimina la necesidad de que el líder del mundo libre ofrezca a los cubanos un camino a seguir —la hace más imperiosa.
Un año después de la visita de Reagan a Moscú y, más importante, cuatro años después de que el reformista Gorbachev asumiera el poder en la Unión Soviética, revoluciones pacíficas en el este de Europa terminaron con el control soviético. Dos años después de esto, la misma Unión Soviética fue disuelta. No sabemos cuánto tiempo tomará la transformación en Cuba desde un socialismo estatal autocrátco hacia una democracia de libre mercado. Pero los cubanos admirarán a Obama si el régimen de los Castro experimentara una disolución similar y si las palabras del presidente ayudaran a inspirar esa transformación.
Este artículo fue publicado originalmente en The Washington Post (Perú) el 18 de marzo de 2016.