¿Guerra contra la inflación o guerra contra su coalición?
Martín Simonetta dice que el desafío del presidente Fernández frente a la inflación es más político que económico.
Por Martín Simonetta
Como sucede de forma recurrente en la historia económica argentina, el Presidente Fernández lanzó una nueva “cruzada” voluntarista contra la inflación. Con una denominación de dudoso gusto, en el contexto global de la guerra de Ucrania, eligió el concepto de “guerra contra la inflación” como idea fuerza motivadora para vencer al “enemigo invisible” que hace subir los precios en Argentina.
Como es sabido Argentina cuenta con una de las inflaciones más altas del planeta: superior al 50 por ciento anual, en la que diversos precios se encuentran reprimidos tales como las tarifas de servicios públicos. La situación es tal que incluso en el mes de febrero la inflación mensual de nuestro país fue superior a la de Venezuela.
Por otra parte, diversos factores adicionales a la emisión monetaria hacen pensar que a lo largo del 2022 podríamos vivir experiencias que incrementen aún más ese alarmante número. Una de ellas es la suba de los precios internacionales de los commodities que la Argentina importa en el marco de la verdadera guerra (la Ucraniano-Rusa). Especialmente el caso del gas que llega al país desde Bolivia.
Deliberado diagnóstico equivocado
Hemos dichos que las medidas anunciadas por el presidente poco tienen que ver con la neutralización de las causas de la salvaje inflación de nuestro país. Por ejemplo, el anuncio del relanzamiento de “precios cuidados”, set de medidas que a lo largo de la historia se utilizó sin ningún tipo de éxito en materia inflacionaria.
Es muy claro que el presidente –con experiencia en gestión y conocimiento económico– sabe que estas medidas son inefectivas en la guerra inflacionaria. Pero, ¿por qué las lanza y las anuncia entonces? Tal vez tenga que ver con la estrategia más política que económica, orientada a mostrar a la ciudadanía cierta proactividad ante el problema, en el marco de la redefinición de los liderazgos en la coalición gobernante y teniendo en cuenta que –para buena parte de los argentinos– la explicación de las verdaderas causas de la inflación es un “tema técnico”, no tan comprensible.
Desafío político más que económico
Pero el desafío del presidente es más político que económico. La crisis del Frente de Todos –a partir del alejamiento del grupo seguidor de la vicepresidente Cristina Kirchner– es la batalla de fondo. El ajedrez económico se produce en el contexto de una pulseada política en la que los “K” quieren despegarse de los costos políticos del ajuste económico, de un gasto público asfixiante que acarreó un déficit fiscal insostenible. Aprovechando el mencionado desconocimiento ciudadano de la problemática económico-financiera, el kirchnerismo logró imponer –en una parte de la población– el mito del “desendeudamiento”. Tengamos en cuenta que sus seguidores defienden con ahínco la creencia de que Néstor Kirchner “nos desdendeudó”, pagando la totalidad de la deuda pública argentina y no la totalidad de la deuda del país con el FMI, que representaba representativa apenas un 9% de la deuda pública total.
En la actualidad, tal como en la Primera y en la Segunda Guerra Mundial, los precios internacionales de los productos que la Argentina exporta nos sonríen. Pero, dadas las vulnerabilidades estructurales, este viento de cola no es suficiente para capitalizar la circunstancia. La oportunidad abierta por el boom de los precios de la soja, el trigo, el maíz, es eclipsada por las preocupaciones de corto plazo generadas por del incremento de los costos energéticos, en los que el país es deficitario.
El éxito o no del rebote económico post COVID, tras la gran devaluación sufrida por la economía argentina en los últimos años (emulando la salida de la crisis 2001-2002), será uno de los factores claves para definir la interna política Alberto-Cristina. Y, en consecuencia, de la continuidad o no de la fuerza del llamado movimiento kirchnerista en la vida política y económica de nuestro país.