Gobiernos, constituciones y referendos
Por Carlos A. Ball
La victoria del “no” en el referendo francés sobre el proyecto de la constitución europea es la mejor noticia de los últimos días. La mayoría de los analistas interpretan el “no” como el triunfo de la extrema izquierda que considera el proyecto de Constitución como insuficientemente socialista y de la extrema derecha por su repudio a la inmigración proveniente de los países del este, recién ingresados a la Unión Europea. En cualquier caso, el rechazo popular de una Constitución de 485 páginas que concentraría el poder en las hordas burocráticas de Bruselas es una verdadera bendición.
La situación nos invita a meditar sobre el desmesurado crecimiento de los gobiernos, la degradación de las constituciones y las amenazas a la libertad individual que representan los modernos referendos.
Yo tengo la dicha de vivir en uno de los países más libres del mundo, pero la electricidad que hace funcionar mi radio-despertador es regulada por la Federal Energy Regulatory Commission y tanto las ondas de transmisión como el contenido de los programas radiales son regulados por la Federal Communications Commission. La redacción de la etiqueta del colchón donde duermo fue dispuesta por el Consumer Product Safety Commission. Mi pasta de diente, jabón, vitaminas y etiquetas de mis alimentos son regulados por la Food and Drug Administration y el café y la azúcar que consumo son además regulados por el Departamento de Agricultura, cuyo servicio de mercadeo infla el precio que pago por la leche, la mantequilla, el queso y demás productos lácteos, además de regular el tamaño de los huecos del queso suizo que me gusta. Esa misma oficina gubernamental se encarga de que pague precios más altos para subsidiar a agricultores con buenos amigos en Washington. Es decir, en la primera hora de cada mañana ya he sufrido una exagerada intervención gubernamental en todo lo que hago y consumo.
Desde luego que Estados Unidos creció y la prosperidad se multiplicó en tiempos cuando había mayor libertad individual y un costo infinitamente menor de leyes y regulaciones. Esa fue la gran suerte de este país y de otras regiones que han logrado un crecimiento económico espectacular. Parte de la tragedia latinoamericana es haberse copiado las regulaciones económicas, laborales y ambientales, además de los altos impuestos de las naciones ricas siendo todavía pobres. Si Alemania y Francia no pueden ya sostener el estado de bienestar de la “tercera vía”, ¿qué esperanza tiene América Latina con constituciones y leyes diseñadas por políticos que dicen amar al prójimo, pero nunca han trabajado produciendo otra cosa que “servicios sociales”, a través de la redistribución del ingreso?
La nueva amenaza son los referendos. Los políticos y los pseudoempresarios que buscan apoyo gubernamental para proyectos que fracasarían en el libre mercado han encontrado en los llamados referendos democráticos la manera de conseguir lo que quieren: un estadio de béisbol, un “centavito” (1%) adicional de impuestos, más malas escuelas públicas y, en América Latina, hasta una nueva Constitución como la “bolivariana” de Chávez que concentra todo el poder económico en los políticos que redactan las leyes, colocando en sus propias manos la repartición de la piñata “social”.
Mientras aquí y allá siga creciendo el gobierno, se seguirá achicando la libertad individual bajo el falso pretexto del bienestar general.
Artículo de la Agencia Interamericana de Prensa Económica (AIPE)
© Todos los derechos reservados. Para mayor información dirigirse a: AIPEnet