Gobierno uruguayo aboga por permanencia de presos políticos en Venezuela

Hana Fischer dice que a los demócratas del mundo les rechina la posición asumida por el presidente uruguayo Tabaré Vázquez, su canciller Rodolfo Nin Novoa y el Frente Amplio frente a la dictadura y la tragedia humanitaria que afligen a Venezuela.

Por Hana Fischer

La patética conducta del presidente uruguayo Tabaré Vázquez y su canciller Rodolfo Nin Novoa con respecto a la situación imperante en Venezuela ha recibido los más diversos epítetos.

Ambos realizan ingentes esfuerzos de imaginación para apoyar el criminal régimen venezolano al tiempo que simulan defender los más altos estándares democráticos y humanistas. Pero no engañan a nadie. Por ejemplo, José Miguel Vivanco –director de la División de las Américas de Human Rights Watch– manifestó que no sabía “si el actual gobierno (uruguayo) está consciente de lo solo que está en el concierto mundial y el desprestigio que eso acarrea para el país”.

Por su parte,  Luis Almagro –secretario general de la OEA– señaló que la convocatoria de los gobiernos de Uruguay y México para propiciar un diálogo sin condiciones entre la dictadura venezolana y la oposición fue un rotundo fracaso. Solo se anotaron los aliados de Maduro. Fue por esa razón que, para disimularlo, se superpuso ese evento al Grupo de Contacto Internacional convocado por la Unión Europea. Almagro manifestó que le extrañaba que “se hable de diálogo cuando el presidente encargado Guaidó se ha manifestado específicamente en contra de ese proceso iniciado por Uruguay y México, es decir, ese proceso ya nace deslegitimado. Y además, el presidente encargado explicó las razones al respecto”.

En cambio, Maduro estaba encantado con el “Mecanismo de Montevideo”.

Almagro implícitamente resaltó el cinismo de Vázquez y Nin Novoa al integrar ambos grupos, cuando sus premisas son antagónicas. Las más notorias son que la Unión Europea ha condenado la violación de derechos humanos en Venezuela y la mayoría de sus países han reconocido a Juan Guaidó como presidente encargado. Además, el Grupo de Contacto tiene como objetivo la realización de nuevas elecciones presidenciales en Venezuela y como ha subrayado la comisionada Federica Mogherini, no es un instrumento de diálogo.

Uno de los epítetos más suaves provino de Héctor E. Schamis, consejero académico del Centro para la Apertura y el Desarrollo de América Latina (CADAL). En un artículo titulado “En el reino de la hipocresía”, menciona a los respaldos enmascarados con los que cuenta la brutal dictadura chavista: el Vaticano, el secretario general de la ONU Antonio Guterres, el mediático exjuez español Baltasar Garzón, el partido gobernante de México y el gobierno uruguayo.

Schamis expresa que los aludidos revisten de idénticas hipócritas razones su indisimulado apoyo a Maduro y secuaces. Por eso, cataloga de “refrescante” que Nin Novoa lo haya reconocido explícitamente. Alude a que en una entrevista radial, el canciller uruguayo se enorgulleció por haber logrado que en la declaración final del Grupo de Contacto se hayan eliminado estas condiciones: la liberación de los presos políticos, observación internacional independiente, la eliminación de los obstáculos para la participación libre e igualitaria de todos los partidos y la reorganización del Consejo Nacional Electoral.

Nin Novoa, en tono triunfante, declaró que “todo eso Uruguay lo rechazó”.

“O sea que parecería ser un éxito diplomático del gobierno de Uruguay mantener presos políticos, impedir la observación internacional y limitar la participación política en Venezuela”, concluye Schamis.

El consejero académico de Cadal atribuye tanta franqueza a “candidez”. Los que vivimos en Uruguay sabemos que la respuesta es otra: las autoridades uruguayas han perdido hasta la vergüenza.

Se dice que en la época de la dictadura uruguaya (1973-1985) los gobernantes hicieron tantas cosas aberrantes porque “habían perdido los puntos de referencia”. Daría la impresión de que lo mismo está pasando actualmente.

A los demócratas del mundo les rechina la posición asumida por Vázquez, Nin Novoa y el Frente Amplio. Almagro, con lucidez, expresa que “creemos que Uruguay, y todos los países del hemisferio, deberían haber acatado las resoluciones (de la OEA) que declararon la ilegitimidad de las elecciones en que se reeligió a Maduro, así como la ilegitimidad de su gobierno. Estas resoluciones fueron completamente consistentes con los informes técnicos elaborados respecto a la violación de los principios y garantías que deben tener los comicios. Reconocer a Maduro es como validar no solamente el fraude electoral cometido en Venezuela, sino que se están validando esos mecanismos de fraude a futuro y para cualquier proceso electoral. Si para Uruguay vale hacer elecciones como las que hizo Maduro el 20 de mayo, se está sentando un muy peligroso precedente para el hemisferio. Es imposible para mí conocer las motivaciones que puedan llevar a estos posicionamientos”.

Vivanco es quien le adosa al gobierno uruguayo el epíteto más fuerte, definiendo su actuación de “miserable”. Afirma que “ante tamaña crisis humanitaria y de derechos humanos como la venezolana, uno esperaría que una democracia como Uruguay se preocupe por los abusos que está cometiendo el régimen. Sin embargo, el gobierno uruguayo se ha caracterizado por tomar posiciones de indiferencia absoluta que son incomprensibles. A veces se escudan en argumentos arcaicos de soberanía que no tienen lógica jurídica, justamente porque los principios de derechos humanos son universales y no tienen fronteras”.

A Vivanco le indignó sobremanera que Nin Novoa se haya jactado de haber logrado que en la declaración final del Grupo de Contacto Internacional, se hayan eliminado las condiciones mencionadas anteriormente. En este contexto, escribió en Twitter que “su canciller reconoce que Uruguay pidió que el Grupo de Contacto retirara una petición para que la dictadura libere a presos políticos. Lo siento, pero no hay una expresión que caracterice mejor la posición de Uruguay frente a Venezuela: miserable”.

La forma de comportarse el gobierno del Frente Amplio nos recuerda a la época en que Lula da Silva gobernaba en Brasil. También entonces a los analistas extranjeros les llamaba la atención que Lula respetara la democracia dentro de su país pero simultáneamente, apoyara a las dictaduras y autoritarismos izquierdistas del continente.

Cuando se destapó el tarro del “Lava Jato”, las cosas comenzaron a adquirir sentido. Porque hay algo que muchas veces se olvida de ese entramado de corrupción: su objetivo principal fue enquistar en el poder al Partido de los Trabajadores y a sus pares en el resto de Latinoamérica.

Desde esa perspectiva, Danilo Arbilla recalca que tanto Vázquez como el expresidente José “Pepe” Mujica han apadrinado a Maduro. Sin embargo, en 2019 deben andar con pie de plomo porque en Uruguay hay elecciones nacionales y el Frente Amplio no la tiene fácil. Hay mucho enojo ciudadano debido a sus malas gestiones.

Agrega que si a eso le sumamos que “en estos días, la imagen de Vázquez ha quedado algo maltrecha por algunos presuntos ‘negocios’ familiares con Venezuela y en igual sentido pasa con sectores del MPP (grupo de Mujica) también ‘vinculados’ a Venezuela. Pero no es solo eso, a fines de este año hay elecciones y el FA no las tiene todas consigo y el apoyo a la dictadura de Maduro le está afectando. Al Frente Amplio, como a Maduro, le convendría ganar tiempo y que prospere ‘la mediación’”.

En conclusión, daría la impresión de que en Uruguay vienen gobernando desde hace tiempo lobos cubiertos con piel de cordero. Pero cada vez engañan a menos gente.

Este artículo fue publicado originalmente en Panam Post (EE.UU.) el 14 de febrero de 2019.