Globalización virtual

Por Roberto Salinas-León

El mejor ejemplo de los aspectos positivos de la globalización, del intercambio de ideas, bienes y capitales más allá de fronteras nacionales, es el crecimiento explosivo de las tecnologías de información. Éstas tienen, en conjunto, la consecuencia caracterizada en el vocabulario contemporáneo como “la muerte de la distancia”.

En el curso de una generación, la tecnología de información nos ha dado genuinas maravillas, como lo es Google, una empresa cuyo valor de capitalización hoy supera a las empresas tradicionales más grandes del mundo. El concepto significa, literalmente, un “1” seguido por cien ceros —pero en nuestra semántica contemporánea, significa un buscador de información, enciclopédica e hiper-eficiente, sobre todo, sobre todos, sobre lo que sea, al momento que uno quiera. Información al instante.

En esta misma generación, tenemos fenómenos como YouTube, un escenario para la transmisión masiva de contenidos visuales, desde el último gol de una estrella, hasta los simpáticos actos de nuestra mascota, hasta un programa de noticias. En la generación que sigue se podría, incluso, contemplar la desaparición espontánea, pero total, de la televisión tradicional.

En materia de productos, el I-Phone promete revolucionar la convergencia de los servicios de música, telefonía, televisión, navegación en Internet, y almacenamiento de los datos personales o empresariales de personas, en un solo aparato. Sus competidores sólo harán que se generen aparatos similares, más eficientes, quizá, más baratos en el mediano-plazo, quizá también. El aparato telefónico Blackberry permite mandar correos, conversar en tiempo real, recibir documentos, explorar la red de Internet, todo esto y mucho más, en un instante.

El fenómeno de Skype, empresa de telefonía en Internet, que ofrece llamadas gratis entre usuarios registrados, de cualquier parte del mundo, a cualquier hora, sin la limitante de tiempo, deja entrever la eventual desaparición de la telefonía tradicional. Los casos de competencia, que ofrecen varios proveedores, parecen anticipar que llamadas telefónicas se convertirán, en el futuro, algo similar a lo que sucedió con el correo electrónico. Hoy, una cuenta de correo en, digamos, gmail.com, no tan sólo es gratuita, sino también le da al usuario una gama impresionante de beneficios.

El nuevo fenómeno de SecondLife, donde podemos construir una personificación virtual de quién somos, o quién aspiramos a ser, es una auténtica aldea global, donde los miembros pueden participar e interactuar de acuerdo a sus deseos y necesidades, casi sin restricción alguna. Es una comunidad virtual, donde ya se venden y compran bienes, hasta en ese paradigma de masivo tianguis global llamado E-bay.

Los efectos de estas innovaciones son impredecibles. Empero, sabemos que éstas, y varias otras tecnologías, tienen un poderoso efecto integrador —además que permiten un aumento importante de productividad. Son nuevos órdenes espontáneos, que buscan sacar ganancia, a veces personal, a veces monetaria, a veces social, pero siempre bajo la premisa que uno gana sólo si otro gana. Esa es la magia de la globalización virtual.

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