Gaseosas, diabetes y pseudo-ciencia

Por Steven Milloy

Si dudas que las niñeras del estilo de vida en nuestra sociedad son de una integridad dudosa , un nuevo, altamente y muy publicitado estudio que supuestamente relaciona a las gaseosas no dietéticas con incrementos de peso y diabetes debería despejar todo resto de escepticismo.

En una entrevista con el Washington Post el profesor de Harvard Walter Willett mencionó lo siguiente: “Todo aquel al que le preocupa su salud o la de su familia no consumiría estas bebidas. Los padres que verdaderamente se preocupan por la salud de sus hijos no deberían tenerlas en casa”.

En síntesis, el Sr. Willett y demás co-autores quieren que veamos a la Coca Cola de la misma manera que vemos a los cigarrillos Marlboro, esto es, ningún consumo es sano.

El estudio, que recoge datos de 51,603 mujeres, muestra que las 1,007 mujeres que incrementaron su consumo de gaseosas a lo largo de cuatro años pasando de menos de una por semana a una o más por día, ganaron en promedio 10.3 libras más de peso. Entre las aproximadamente 16,600 mujeres que consumían más de una gaseosa por día, los expertos encontraron un 83% más de casos de diabetes de tipo 2.

A los expertos les gustaría que creyéramos que sus resultados indican que la gaseosa por sí misma causa el sobrepeso y la diabetes. Pero esto se contradice con la información existente y el sentido común.

El Instituto de Medicina de la Academia Nacional de Ciencias emitió un documento en 2002 titulado “Dietary Reference Intakes on Macronutrients” que sostiene lo siguiente: “No existe una asociación clara y consistente entre el incremento de dosis de azúcar y [el peso]”. Un solo estudio nuevo no cambia por sí solo ese hecho.

Además, dado que el consumo diario de una gaseosa de 12 onzas (150 calorías) por cuatro años significa un total de 219,000 calorías o, lo que es lo mismo, un mínimo de 62.5 libras de peso añadido (calculado a 3,500 calorías por libra de grasa corporal), es obvio que las 10.3 libras de peso ganadas por las mujeres es algo más complejo que la explicación simplista que la gaseosa fue directamente a sus muslos y caderas.

Dichas libras seguramente pueden ser mejor explicadas teniendo en cuenta la genética y el estilo de vida de dichas mujeres.

Es más, el estudio revela que las mujeres que tomaron una o más gaseosas por día durante cuatro años ganaron un poco menos de peso que aquellas mujeres que tomaron menos de una gaseosa al mes durante el mismo período de tiempo.

La tesis de los investigadores de que el consumo de gaseosas está ligado a la diabetes tipo 2 tampoco se desprende de sus propios datos ni de los datos de otros.

La afirmación, publicitada por los medios, de que existe un 83% de incremento en diabetes entre aquellas personas que consumen más de una gaseosa por día –en sí una afirmación inherentemente débil desde una perspectiva estadística- puede llevar a confusiones.

Cuando los investigadores ajustaron sus resultados con el peso corporal (un factor de riesgo para la diabetes) y por dosis calóricas (una medida aproximada del consumo de otras comidas edulcoradas) la cifra cayó de un 83 por ciento a una cifra estadísticamente más dudosa, de un 32 por ciento de incremento.

Dicho resultado no está lejos del 21% (presente en el mismo estudio) de incremento en diabetes entre los consumidores de más de una gaseosa dietética por día. Las gaseosas dietéticas, claramente, no contienen azúcar.

También descubrí lo que considero es una deshonestidad inexcusable y flagrante de parte de los investigadores.

Un estudio reciente de 39,876 mujeres titulado “Un Esperado Estudio de Dosis de Azúcar y Riesgo de Diabetes de Tipo 2 en Mujeres” (Diabetes Care, Abril de 2003) concluyó que las dosis de azúcar no estaban asociadas con el riesgo de diabetes tipo 2 y que “estos datos apoyan los recientes lineamientos de parte de la Asociación Americana para la Diabetes de que una cantidad moderada de azúcar puede ser incorporada en una dieta sana”.

Seguramente el Sr. Willett y sus co-autores pueden aducir que el no tomar en cuenta este importante estudio en su reporte se debió a un simple descuido, pero dicha aseveración es poco creíble dado que Jo Ann Manson, de la Escuela Médica de Harvard, fue co-autora de los dos estudios.

Cuando le pregunté a Manson como se podía reconciliar los resultados conflictivos entre ambos estudios, se limitó a apelar a sus habilidades mediáticas y me congratuló por haber descubierto el estudio de Abril de 2003 y por ser la primera persona en hacerle la “gran” pregunta.

Luego me dijo que lo que realmente hacía atrayente al nuevo estudio era que medía el impacto en función de salud de un cambio en el consumo de gaseosas. Pero eso tampoco respondió a mi pregunta.

Su nuevo estudio sólo presenta datos concernientes a la potencial asociación entre mayores dosis de gaseosas y aumento de peso. No presenta datos concernientes al consumo de gaseosas y su impacto en la diabetes.

La omisión de siquiera una mención al importante y contradictorio estudio de Abril 2003 en el nuevo estudio - ni que decir de un intento de reconicliación entre ambos – es, en mi opinión, una falta ética grave de parte de Jo Ann Manson y sus co-autores.

Dado que los dos estudios fueron financiados con impuestos (dólares otorgados a través del Instituto Nacional de la Salud), me gustaría ver una investigación de esta posible mala conducta de parte de la Oficina Federal de Integridad Académica.

Los investigadores y expertos deberían rendir cuentas del mal uso que hacen de los dólares pagados a traves de impuestos, mal uso que significa mostrar verdades a medias como evangelios científicos. Sobretodo cuando dicha conducta ahuyenta al público y daña a empresas legítimas.

Traducido por Luis Zemborain para Cato Institute.