Fracasos de inteligencia ahora y entonces

Por Christopher A. Preble

Se espera que la comisión especial que investiga las fallas de inteligencia estadounidenses anteriores a la guerra en Irak se concentre en la creencia errónea de que Irak poseía armas de destrucción masiva (ADM). Pero la indiscreta entrevista de una hora al presidente realizada por Tim Russert de NBC apuntó a otra seria falla de inteligencia: La decisión del presidente de llevar al país a la guerra contra Irak fue basada no en observaciones de expertos en el área y profesionales veteranos, sino en el consejo de un puñado de partidarios con intereses personales. De hecho, Ahmed Chalabi, cabeza del Congreso Nacional Iraquí, ha admitido que sus reportes sobre ADM eran defectuosos, pero que eso no importa ahora. “Somos héroes errados,” dice. “Nuestro objetivo se ha alcanzado... Lo que se dijo antes no es importante.”

Todos los presidentes reciben de muchas fuentes información sobre amenazas potenciales. Mucha de esta información es especulativa, algunas de ellas son contradictorias. Incluso los mejores líderes toman decisiones basadas en información incompleta y en la intuición.

A menudo sus corazonadas son correctas. Luego del dramático lanzamiento del satélite soviético Sputnik en Octubre de 1957, muchos estadounidenses temieron que Estados Unidos se hubiera vuelto vulnerable a ataques nucleares por mísiles soviéticos y ellos acudieron al Presidente Dwight Eisenhower para cerrar la denominada brecha en la capacidad de mísiles.

Pero Eisenhower dudó que los éxitos soviéticos en la carrera espacial constituyeran una amenaza para EE.UU. Un factor clave en la opinión de Eisenhower de que no había una brecha en la capacidad de mísiles fueron las conversaciones que había tenido con el líder soviético, Nikita Krushchev. En un momento, por ejemplo, Krushchev le confesó a Eisenhower que Estados Unidos poseía una arrolladora ventaja estratégica sobre los soviéticos. Fue por esta razón, explicó Krushchev, que los soviéticos no aceptarían un pacto de control de armas que congelara la superioridad estadounidense como estaba.

Siempre hubo una posibilidad para que Krushchev estuviera mintiendo. Eisenhower contempló esa posibilidad. Pero notó que el programa del avión de espionaje U-2 había fracasado en localizar una sola base de mísiles operacionales soviéticos. Eisenhower dedujo correctamente que Krushchev decía la verdad. No había ninguna brecha en la capacidad de mísiles.

Compare este episodio con el enfoque tomado por el Presidente Bush en el camino a la guerra con Irak. El presidente recibió numerosas recomendaciones sobre qué hacer con Irak. Muy poca gente cuestionaba que Saddam Hussein fuera un brutal dictador. Pero algunos advirtieron que Irak se desintegraría en un ciclo de violencia luego de su separación del poder. Otros se preocuparon porque un nuevo gobierno fuera hostil a Estados Unidos. Un reporte clasificado del Departamento de Estado publicado a los medios antes del comienzo de la guerra anotaba que por todo el Medio Oriente “el sentimiento anti-estadounidense está tan generalizado que las elecciones en el corto plazo podrían llevar al levantamiento de gobiernos islámicos hostiles a Estados Unidos.”

Dadas estas predicciones de pre-guerra, los periodistas le preguntaron a los principales funcionarios de la administración Bush cómo tratarían con tales gobiernos. Russert preguntó: “Si los Iraquíes escogen... un régimen extremista islámico, ¿usted aceptaría eso y eso sería mejor para Estados Unidos que Saddam Hussein?” El presidente replicó: “Ellos no van a terminar en eso.”

Luego, reveló que su confianza se basó en alguna fuente especial de inteligencia que recibió en una conversación privada. “Aquí mismo en la oficina Oval,” explicó el presidente, “me senté con el señor Pachachi y Chalabi y al-Hakim, gente... que ha hecho el firme compromiso” a “los derechos de las minorías y la libertad religiosa.” “Estas personas están comprometidas con una sociedad pluralista.”

Las tres personas en cuestión –Adnan Pachachi, Ahmed Chalabi y Abdel-Aziz al-Hakim – son miembros del Consejo de Gobierno Iraquí designado por Estados Unidos inmediatamente después del colapso del régimen de Saddam. Pachachi fue expulsado del gobierno iraquí luego del golpe de Estado del Baas en 1968 y pasó muchos de los años posteriores en los Emiratos Árabes Unidos. Chalabi dejó Irak en 1956 y es más conocido por su rol como líder del Congreso Nacional Iraquí, una organización que ha defendido desde hace tiempo el retiro de Saddam del poder. Finalmente, Al-Hakim es líder del Consejo Supremo de la Revolución Islámica y es también líder de las fuerzas paramilitares chiítas Badr.

Estas personas, dice el presidente, están comprometidas con crear una democracia liberal. Y, a decir verdad, “estas personas” –dos que no han vivido en Irak por décadas y un líder de un grupo revolucionario chiíta basado en Irán- pueden serlo. Pero, dado que los administradores estadounidenses los designaron en el Consejo de Gobierno, ¿Deberíamos esperar menos?

Antes de llevar al país a la guerra, el presidente sostuvo que los costos de la inacción superaban a los costos de la acción. Sus cálculos asumieron una suave transición en el Irak después de Saddam hacia un gobierno democrático liberal que no albergara ninguna hostilidad contra Estados Unidos. Basó su suposición no en las opiniones de expertos, sino en la promesa de tres individuos cuya credibilidad era discutible y cuya comprensión de la situación en el terreno iraquí no se basaba en hechos sino en conjeturas, especulaciones y deseos.

Eso es un fracaso de inteligencia.

Traducido por Javier L. Garay Vargas para Cato Institute.