Feminismo anticapitalista
Carlos Rodríguez Braun comenta la afirmación de la feminista estadounidense Charlene A. Carruthers, quien sostiene que el feminismo es por definición anticapitalista.
La feminista norteamericana Charlene A. Carruthers, entrevistada por Amanda Mars en El País, afirmó: "Acabar con el capitalismo es un asunto feminista".
Tras tan asombroso titular, leí la entrevista, donde doña Charlene aclara: "¿Cómo puedes acabar con la explotación de género sin acabar con el capitalismo? El feminismo del que yo procedo, como feminista radical negra, es socialista y marxista. No son cosas separadas". La periodista le hace notar que una persona puede ser feminista, luchar por la igualdad, y al mismo tiempo creer en el mercado y en el capitalismo. Pero la respuesta fue tajante: "Eso es antifeminista".
Uno puede entender que, tras la caída del muro de Berlín, y huérfana de ejemplaridades edificantes, la izquierda haya buscado con desesperación consignas y banderas que rara vez le había interesado esgrimir con anterioridad, como el medio ambiente o el indigenismo. Pero, ¿cómo se puede proclamar seriamente que el capitalismo es antifeminista e ignorar las violaciones de los derechos de las mujeres en los países socialistas y marxistas?
El socialismo marxista no es una idea, un esquema, un proyecto teórico: tiene más de un siglo de existencia práctica, y llegó a establecerse sobre un tercio de la población mundial. Esto lo sabe perfectamente la señora Carruthers, igual que sabe que una de las muchas lacras del socialismo real tuvo que ver precisamente con las mujeres: así como no ha habido un sistema más cruel con los trabajadores, más represor de los homosexuales y más contaminador del medio ambiente que el comunismo, tampoco ha habido en los tiempos modernos, excluido el fundamentalismo islámico, un sistema político más machista. ¿A dónde está mirando doña Charlene?
Temo que solo esté mirando hacia su propio, intolerante y radical dogma, como lo prueba el título de su libro, Sin concesiones, y estas palabras que evocan el escalofriante dogmatismo totalitario de Frantz Fanon: «La gente debe escoger un lado, por suerte o por desgracia, y ser muy claro en eso. La gente debe decidir en qué cree y qué está dispuesta a hacer. Estar en el centro no le sirve a nadie. Prefiero ser clara que moderada».
Desde luego, moderada no es. Pero clara, tampoco, salvo que traduzcamos claridad por ceguera o por fanatismo, valga la redundancia.
Este artículo fue publicado originalmente en La Razón (España) el 9 de marzo de 2020.