Evitemos la recesión que se viene
Víctor Pavón dice que la actitud del gobierno de Paraguay frente a la recesión en ciernes que enfrenta su economía no puede ser pasiva, sino que debe emprender un plan de austeridad para racionalizar el gasto público y poner en práctica una agenda de reformas en el sector eléctrico, previsional y fiscal.
Por Víctor Pavón
La desaceleración económica está instalada en el país. La gente lo sabe y lo siente en los bolsillos. Pero lo que hoy ocurre será todavía más difícil de soportar y en especial para el hombre y la mujer corriente de la calle, las familias en general.
El muy probable pálido y escuálido 1,6% del PIB de este año significa menos puestos laborales, menos empresas, menores ingresos al fisco, menos seguridad, en suma, una tormenta perfecta.
Paraguay no puede permanecer pasivo ante lo que hoy se tiene y se viene, con los activos estratégicos con los que cuenta, empezando por la energía eléctrica, la tierra fértil y sus jóvenes deseosos de progresar. Debemos aspirar más alto, más lejos, más grande.
La recesión en ciernes no es un tema baladí, sin importancia. Tampoco las cosas van a mejorar como por arte de magia. Hay que cambiar el eje del debate y desde luego poner en marcha las transformaciones necesarias y urgentes.
Se podrá insistir en que la presente desaceleración económica se relaciona con factores externos. El contexto internacional ciertamente no ha sido favorable debido a que la economía mundial está en desaceleración. Por citar la caída de los precios de la soja y de los commodities en general, el ascenso del dólar y la guerra comercial entre EE.UU. y China, sumado a lo que ocurre en Brasil y en especial con Argentina, está visto que lo externo influye.
Pero una cosa es que influyan los shocks externos (siempre sucederá en menor y mayor grado) y otra muy diferente es qué hacemos al respecto. Brasil se percató de ello y viene poniendo en práctica algunas medidas que, por cierto, también afectan a nuestro país como la reducción de las partidas arancelarias en productos como celulares y equipos electrónicos en general.
Así mismo, Eletrobas, la mayor empresa de energía eléctrica de Brasil está en proceso de privatización en el marco del plan de venta de sus activos para sanear las cuentas públicas de este país. La razón de estas medidas es la misma con la que tropiezan los países, sean ricos o pobres, y más todavía si forman parte del club de estos últimos.
La burocracia, los déficits, la inestabilidad política, la falta de garantías a la propiedad privada y la incertidumbre económica estrangulan la creación de riqueza, impiden la creatividad y la innovación de los individuos y de las empresas. La realidad es que los servicios prestados por el Estado no satisfacen a la gente y menos todavía a los pocos que hoy pagan sus impuestos, particularidad que se da en nuestro país.
De manera que el escuálido y pálido PIB al que nos dirigimos requiere de una respuesta firme, decidida y moderna. O seguimos en la modorra de creer que la desaceleración de la economía puede ser revertida por un cambio del contexto internacional, una suerte de esperar que sean otros (países) hagan bien las cosas o consideramos como una posibilidad cierta la recesión en ciernes.
La primera predisposición significa que estamos perdiendo el partido antes de empezarlo, que la inutilidad es la regla y, por tanto, los que tienen responsabilidad directa deben pagar caro esta forma de conducta. La segunda predisposición y que es la correcta implica poner en práctica lo siguiente.
Primero, realizar un Pacto de Austeridad entre el Ejecutivo y el Congreso en el Presupuesto año 2020. Segundo, aplicar con rigurosidad un plan de calidad del gasto público por órgano, responsabilizando a sus respectivos directores con la destitución si así no lo hicieren. Tres, poner en práctica una Agenda de Reformas en el sector eléctrico, presupuestario, previsional y caja fiscal, para luego ir a otras reformas de fondo. Urge emitir señales firmes y positivas.