Estimule la oferta, no la demanda, durante la pandemia
Chris Edwards dice que los gobiernos deberían ayudar a las empresas a volver a producir de manera segura, brindando mayor información y reduciendo la incertidumbre.
Por Chris Edwards
COVID-19 está golpeando la economía estadounidense, causando que muchas empresas reduzcan sus inversiones, operaciones y empleo o cierren. Los políticos están considerando un gigantesco paquete de estímulo de $1 billón (“trillion” en inglés) con una serie de subsidios diseñados para estimular el consumo. Los expertos muchas veces dicen cosas como que “70 por ciento de la economía es el consumo” y “EE.UU. tiene una economía liderada por el consumo”. Eso los lleva a pensar que revivir el crecimiento depende de hacer que la gente gaste.
El gasto en consumo es 70 por ciento de la demanda agregada, pero eso es solo un lado de la economía. El otro lado es la oferta —la producción de productos y servicios. El gobierno puede estimular la demanda todo lo que quiera, pero no moverá la aguja del PIB si la producción se detiene debido a miedos en torno a la salud. En cambio, los gobiernos necesitan darle a los productores la certidumbre de que harán todo lo que puedan para ayudar a que las personas vuelvan a trabajar de manera segura.
El primer problema con un plan de estímulo es que el déficit del presupuesto federal ya supera $1 billón al año, y los déficits aumentarán todavía más incluso sin que dicho paquete conforme la economía entra en una recesión. Acumular más deuda por un estímulo arriesgaría con detonar una crisis financiera encima de la crisis de salud. Un estímulo fiscal no ayudará a la economía, porque la noción keynesiana de que el consumo es el que conduce el crecimiento es falsa. El Presidente Obama logró que se aprobara un estímulo de cerca de $800.000 millones luego de la crisis financiera hace una década y EE.UU. sufrió la recuperación más lenta desde la Segunda Guerra Mundial.
El coronavirus está creando tanto un shock de oferta como de demanda para la economía. El shock de oferta se deriva de las cadenas de suministro y empresas que están cerrando por razones de seguridad o debido a órdenes del gobierno. El shock de demanda proviene de los individuos que están reduciendo su gasto conforme cae su ingreso y aumenta su miedo. Al mismo tiempo, las empresas están posponiendo sus inversiones conforme caen sus ingresos. De tal manera que tanto la demanda y oferta agregadas están ambas desplazándose hacia abajo y reduciendo el producto interno bruto.
Los políticos están proponiendo estimular la demanda para re-inflar el PIB. El Presidente Donald Trump ha propuesto dejar en cero el impuesto federal sobre la nómina, pero ahora está inclinándose más hacia un cheque de $1.000 por persona. Esto podría empezar una carrera para ver quién da más subsidios dado que la estrategia de “dinero para todos” tiene un atractivo bi-partidista.
Sin embargo, un estímulo por el lado de la demanda lograría poco excepto acercar al gobierno a una crisis de deuda. Sería difícil que estimule el crecimiento económico porque el lado de la oferta de la economía está perjudicado por cuellos de botella en las cadenas de suministro y por miedos relacionados a la seguridad. Un estímulo le daría a los consumidores más dinero, pero la economía se encogería de todas maneras si los restaurantes, los viajes, y otros bienes y servicios permanecen cerrados. En lugar de aumentar la producción, mucho del dinero del estímulo acabaría como ahorros personales o aumentaría los precios de los productos todavía disponibles en una economía más pequeña.
¿Qué hacer? Los gobiernos deberían ayudar a las empresas a volver a producir de manera segura. Deberían trabajar para asegurar la disponibilidad de kits de pruebas, antibacteriales, guantes, mascarillas y otros equipos. Corea del Sur está demostrando que las pruebas a gran escala y de resultados rápidos pueden fortalecer al sector privado con mejor información y reduciendo la incertidumbre.
Hay muchas regulaciones que el gobierno federal, los gobiernos de los estados y los gobiernos locales podrían reconsiderar para darle a las empresas una flexibilidad operativa. En particular, vale la pena cambiar las regulaciones que hacen que sea más costoso o más demorado contratar nuevos trabajadores. Políticas como las leyes recientemente aprobadas en California para clasificar a los trabajadores de la economía colaborativa como empleados a tiempo completo, por ejemplo, socavan el tipo de flexibilidad que los trabajadores necesitan.
Conforme la pandemia se desarrolla, los gobiernos locales deberían hacer todo lo que puedan para salvaguardar la salud pública mientras que buscan maneras de permitir que los negocios vuelvan a abrir y operar de manera segura. Mientras más negocios cierran, más cadenas de suministro para otros negocios serán perturbadas. Mientras más trabajadores pierdan ingresos, más subvenciones del gobierno serán demandadas, subvenciones que el país no puede costear.
Para evitar un desastroso círculo vicioso, necesitamos emplear cada estrategia que permita que las empresas rápidamente se preparan para brindar seguridad y retomar sus operaciones. Cerrar las empresas perjudica a los trabajadores de ingresos más bajos y provoca el miedo de que los cierres serán a largo plazo, entonces es crítico que los políticos aseguren a la gente de que tienen un plan que eventualmente le permitirá a las empresas volver a la normalidad.
Los reportes en los noticieros señalan que los negocios están haciendo precisamente eso. Las empresas están equipando a sus trabajadores con guantes y mascarillas, tomando la temperatura de los trabajadores, espaciando las mesas en los restaurantes, reconfigurado las estaciones de trabajo en las fábricas, limpiando las áreas de trabajo, ajustando los horarios, y permitiendo que los empleados trabajen desde sus casas. El uso cuidadoso de estas prácticas podría ayudar a acelerar el proceso de hacer que la gente vuelva a trabajar una vez que los profesionales de salud digan que es seguro hacerlo.
Los gobiernos también pueden respaldar la producción reduciendo los costos para los negocios. La Tesorería de EE.UU. está posponiendo las fechas límite para el pago del impuesto sobre la renta, y los gobiernos locales podrían hacer lo mismo con los impuestos sobre la propiedad. El gobierno también debería relajar las normas acerca del uso de las pérdidas de impuestos sobre el ingreso para respaldar al flujo de caja de las empresas, mientras que asegura el acceso al crédito para aquellas que estén necesitadas de liquidez.
Pero los políticos deberían abstenerse de imponer normas costosas sobre los negocios, como mandatos de pagar las faltas por enfermedad, y de perseguir casos de supuesta manipulación de precios, los cuales socavan los incentivos para que las empresas provean los productos que necesitamos. Estas intervenciones, quizás con buenas intenciones, no funcionan en tiempos regulares, y durante una crisis de salud probablemente tendrán un efecto más desestabilizador sobre los mercados de bienes y servicios.
El gobierno federal puede expandir la oferta de recursos de salud críticos. Debería derogar los protocolos que están obstaculizando la flexibilidad de los hospitales en las zonas más golpeadas y derogar las restricciones sobre la tele-medicina y sobre los doctores que practican a través de las fronteras entre los estados. Las restricciones para realizar las pruebas del virus han sido un fracaso. Afortunadamente, el gobierno finalmente ha decidido permitir que las empresas vendan kits de pruebas directamente al público, lo que le dará poder al sector privado para responder.
El distanciamiento social y otros cierres tienen sentido. Las escuelas deberían permanecer cerradas porque el aprendizaje pede trasladarse al Internet, y los visitas a los asilos deberían estar prohibidas. Pero las propuestas de cerrar grandes industrias, como la fabricación de autos, es probable que en general serán contraproducentes. La economía colapsaría con dichos cierres, lo cual arruinaría muchas vidas.
El Secretario de Estado Steven Mnuchin dijo que un estímulo del gobierno es necesario porque el desempleo podría llegar a 20 por ciento. Pero la manera de prevenir tal desastre es ayudar a las empresas estadounidenses mantener la producción. En lugar de otorgar subsidios keynesianos y mandatos desde arriba hacia abajo, los políticos deberían respaldar al sector privado con oferta de insumos médicos, la realización amplia de pruebas, y permitiendo respuestas flexibles por parte de las empresas y los hospitales.
Este artículo fue publicado originalmente en The Hill (EE.UU.) el 20 de marzo de 2020.