Esperando al FMI

Manuel Hinds dice que la solución a los problemas económicos de El Salvador está en manos del gobierno, no del Fondo Monetario Internacional, organismo que solo puede ayudar brindando un financiamiento temporal.

Por Manuel Hinds

Por muchos meses la discusión económica en El Salvador se ha centrado en si el Fondo Monetario Internacional (FMI) dará el préstamo de $1.300 millones que el gobierno le ha pedido. La discusión ha degenerado en los últimos días a disputas sobre lo que dijo el FMI en su último informe y sobre la interpretación que puede hacerse de sus palabras para adivinar si dará el crédito solicitado o no.

Toda esta discusión es vacía, porque la resolución de los problemas fiscales del país no depende de que el FMI o alguien más le de $1,300 millones al gobierno sino de que éste introduzca disciplina en sus desbordados gastos, obligado o no por el FMI. En realidad, por sus propios reglamentos, el FMI no le puede dar ningún préstamo al gobierno de El Salvador si éste no introduce esa disciplina—un esfuerzo que requiere un sacrificio de reducción de gastos y aumento de ingresos que sería mucho mayor que los $1.300 millones que el FMI daría en préstamo.

De hecho, como lo aclaró el mismo FMI hace unos días, el reporte que tanto se discute no tiene nada que ver con la solicitud de ese crédito. Es el resultado de una revisión rutinaria que el FMI hace a todos los países miembros todos los años de acuerdo con el artículo IV de su escritura de fundación. Si el FMI decidiera analizar el crédito a El Salvador mandaría una misión que produciría otro informe, mucho más enfocado, que podría contradecir todo lo que dice el rutinario del artículo IV. El FMI no cruza el puente antes de llegar al río.

Por eso, no tiene sentido ponerse a deducir, como de las hojas de té, si lo que dice el informe sugiere que el FMI dará o no el crédito. Especialmente, no tiene sentido hacerlo de la manera tan primitiva como se acostumbra a hacer en estos casos en El Salvador, contando cuántas cosas dijo a favor y cuántas en contra, como si fuera un marcador de fútbol, una manera que la conocida canción “El Corrido de Rosita Alvírez” ridiculizó magistralmente hace más de un siglo:

La noche que la mataron,
Rosita estaba de suerte;
De tres tiros que le dieron,
No más uno era de muerte.

En la cuenta que es normal hacer en el país, Rosita habría ganado 2 a 1 con un juego defensivo, pero en la realidad perdió infinito a cero. Así perdió el gobierno de El Salvador en ese informe. Ciertamente, el FMI comienza con algunas cosas agradables al gobierno—como que su campaña de vacunación la ha manejado bien y como que el sector privado está recuperando el nivel de producción que tenía en 2019. Pero después de haber dicho esto, las otras cosas que dice el reporte—como, entre otras, que si se mantienen las políticas económicas actuales los pagos de intereses van a ahogar la capacidad del gobierno de cubrir los gastos de los servicios públicos; que Bitcoin no debería ser adoptado como moneda de curso legal; y que las precauciones ofrecidas por Chivo para la protección del consumidor (que le roben su dinero) y para la prevención del financiamiento al terrorismo y el lavado de dinero no son para nada suficientes—son equivalentes, en el lenguaje diplomático de la institución, a darle al gobierno varios tiros mortales como el que Hipólito le pegó a Rosita en medio de otros que no lo eran.

Es claro que la única forma en la que estos problemas se pueden resolver es, primero, rebajando el déficit fiscal y el consecuente endeudamiento del país, y, segundo, deshaciendo el grave desorden financiero que está surgiendo del Bitcoin. Estas cosas no las puede hacer el FMI. Las tiene que hacer el gobierno mismo. El FMI sólo puede ayudar a hacerlo brindando un financiamiento temporal que permita bajar gradualmente los déficits del gobierno. El problema es que el gobierno no quiere cambiar las políticas que el FMI dice que tiene que revertir porque teme que sin los gastos excesivos que tendría que reducir el pueblo se voltearía contra él. Eso es lo que lo motiva a tomar acciones exóticas como el Bitcoin, creyendo que le resolverán el problema cuando sólo se lo vuelven peor. Esto conforma una situación que debería estar causando mucha preocupación en todos los sectores. Pero la gente sigue creyendo que está en las manos del FMI autorizar el crédito y que eso resolvería todos los problemas económicos del país. El gobierno alimenta esa idea porque da la impresión de que, al seguir diciendo que está negociando un crédito con el FMI, está haciendo algo para resolver sus problemas fiscales cuando en realidad no está haciendo nada. Y así, mantiene distraída a la gente.

Este artículo fue publicado originalmente en El Diario de Hoy (El Salvador) el 29 de noviembre de 2021.