Es tiempo de avanzar en el debate de la economía vs. la salud pública

Ryan Bourne dice que el debate entre quienes proponen “hacer lo que sea necesario” y quienes sostienen que ”la cura es peor que la enfermedad” debe dejar a un lado las falacias de hombre de paja pretendiendo que solo es válido considerar una determinada política de supresión con la inacción total. Hay muchas alternativas realistas entre estos dos escenarios.

Por Ryan Bourne

La vida humana es sumamente valiosa. El razonamiento económico fundamental por lo tanto sugiere que, considerando los riesgos del COVID-19 para las poblaciones vulnerables, deberíamos estar dispuestos a soportar costos económicos gigantescos para prevenir el riesgo de un número sustancial de muertes. Esto es particularmente cierto si gran parte de esos costos económicos son temporales. En respuesta al tweet de la semana pasada del presidente Donald Trump sugiriendo que “No podemos permitir que la cura sea peor que el mismo problema”, muchos economistas de hecho han estado argumentando esto

Ellos resaltan los cálculos que sugieren que el valor estimado de una vida estadística (tradicionalmente estimado en alrededor de $9,3 millones) y aquel de un año de vida ajustado para la calidad ($129.000) suelen ser altos. Muestran que los modelos de los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades (CDC, por sus siglas en inglés) y del Imperial College sugieren una lata perdida de vidas en EE.UU. si no se toman acciones para detener el contagio del COVID-19. Ellos calculan el valor de pérdidas adicionales de vidas si no se toma acción alguna para evitar el peor escenario en el que los hospitales estarían operando sobre capacidad, con escasez de camas para cuidados intensivos. Ellos concluyen que deberíamos estar dispuestos a incurrir en billones (“trillions” en inglés), y potencialmente decenas de billones, de pérdidas en producción económica para asegurar que se salven vidas.

Análisis así de sencillos, no obstante, en gran medida nos dicen una sola cosa: que la inacción podría ser altamente costosa. Pero nadie está sugiriendo de manera creíble que “hagamos nada”. Lo que normalmente hace que los economistas valgan la pena es su capacidad de pensar marginalmente, y de juzgar los escenarios alternativos y realistas. Los economistas necesitan empezar a ser economistas nuevamente. 

El trabajo de Michael Greenstone y Vishan Nigam, por ejemplo, calcula que las medidas de distanciamiento social por sí solas (7 días de aislamiento para aquellos con síntomas, 14 días de aislamiento para sus familias, y contacto social de baja frecuencia con aquellos mayores de 70 años durante 4 meses) podrían salvar hasta 1,7 millones de vidas durante los próximos seis meses comparado con hacer nada, y proveyendo $8 billones en beneficios. 

Esa cifra es sensible a suposiciones acerca del esparcimiento del virus y a las tasas de mortalidad tomadas del estudio del Imperial College. Sería mucho más baja, de $3,6 billones, si el pico de las muertes diarias fuese un 60 por ciento más bajo. Pero, aún así, incluso esto sugiere que deberíamos estar dispuestos a tolerar pérdidas en el corto plazo de hasta un 16 por ciento del PIB actual para salvar esas vidas. Aunque los economistas si esperan que el PIB colapse de manera significativa en el segundo trimestre, muchos de ellos esperan que se recupere con fuerza cuando sea que la cuestión de salud pública termine. De manera que, tomar medidas de distanciamiento social parece ser costo-eficiente a mediano plazo. 

Ahora, podemos cuestionar las suposiciones de dicho análisis. Mi problema real, no obstante, es que muy pocos economistas están luego haciendo las preguntas de seguimiento acerca de la sabiduría de políticas adicionales:

  • Si esto en gran medida es correcto, ¿cuáles son los impactos netos de los cierres de los “negocios no esenciales” o de las órdenes de “refugio en casa”? ¿Acaso son, por sí solas, más costo-efectivas estas medidas más estrictas?
  • ¿Son óptimas desde la perspectiva de salud pública, considerando el mayor dolor económico y la probabilidad de un pico infeccioso si son liberadas de manera abrupta?
  • ¿Qué cosa lograrían las limitaciones más severas sobre la actividad económica como estas, que arriesgan con provocar una crisis financiera o la quiebra generalizada de las empresas, que el distanciamiento social sencillo o el rastreo de contactos no lograría?
  • ¿Luego de qué periodo de tiempo dichas medidas de supresión serán costo-eficaz?
  • ¿Cómo cambia cualquiera de estas consideraciones el potencial de obtener una vacuna?
  • ¿Mejorarían cualquiera de estas acciones simplemente lanzándoles toneladas de recursos a las pruebas repetidas de COVID-19 y de anticuerpos contra dicho virus para toda la población, junto con el distanciamiento social de aquellos infectados?
  • ¿Hay algunas industrias atrapadas en los cierres de las empresas no esenciales que estamos presenciando donde los costos de producción perdida debido al cierre son altos y los beneficios en términos del riesgo reducido son bajos? ¿Por qué no son excluidas estas? ¿Hay grandes beneficios para los patrones de comportamiento que seamos vistos como que todos estamos juntos en esto?

No tengo todas las respuestas. Lo que sí sé es que parecemos estar atrapados en un debate inútil acerca de si lo que estamos haciendo es mejor que hacer nada. En cambio, deberíamos estar enfocados en cuáles políticas minimizan los costos a largo plazo de salud y económicos de esta pandemia. Solo porque las vidas son valiosas, y por lo tanto la acción para salvarlas es mejor que la inacción, no significa que determinados cierres u órdenes de refugiarse en casa sean la política óptima. Queremos encontrar la manera más costo-efectiva de lidiar con una crisis de la sanidad pública para permitir que la actividad económica vuelva a la normalidad. 

De hecho, los grandes errores abundan por todos lados en este debate, desde el bando de “hacer lo que sea necesario” hasta aquel de ”la cura es peor que la enfermedad”. Así que aquí hay unas preguntas que debería hacer conforme lee a los comentaristas y economistas comparando los costos económicos y los beneficios de salud de ciertas medidas:

  1. ¿Están comparando escenarios alternativos realistas, o simplemente “una acción particular” vs. “la inacción total”?
  2. ¿Qué suposición de tasas de mortalidad están utilizando, considerando que este parámetro es sumamente incierto? (Ojalá, la mayor realización de pruebas mejore nuestro conocimiento en el futuro muy cercano, y podría ayudar a evitar los errores económicos prolongados).
  3. ¿Qué tanto valoran la vida humana? ¿Su suposición varía con la edad, en lugar de simplemente suponer que todas las vidas son de igual valor?
  4. ¿Están buscando tomar en cuenta una medida relativamente integral de los costos y beneficios para los diferentes escenarios? Por ejemplo, el daño potencial a los pulmones para los sobrevivientes del COVID-10, los costos mentales y físicos de los cierres, los riesgos del contagio económico, y las consecuencias económicas de las quiebras generalizadas.
  5. ¿Reconocen de manera correcta que es probable que muchos productores y consumidores todavía restringirían sus actividades para evitar el virus antes de que un tratamiento eficaz, la vacuna o la inmunidad de la manada se hayan desarrollado, incluso si la política cambiara?
  6. ¿A lo largo de qué periodo están comparando el valor de cualquier número de vidas salvadas en relación al PIB perdido? Sería equivocado, por ejemplo, comparar el valor de las vidas perdidas en relación al declive del PIB para este trimestre, dado que los economistas esperan que el PIB se recupere de manera sólida conforme las cosas empiezan a normalizarse. De hecho, algunos análisis históricos encuentran que las políticas de salud pública con costos más altos en el corto plazo pueden producir mejores resultados en el desempeño económico a largo plazo. 
  7. ¿Están comparando manzanas con manzanas? Muchos economistas parecen estar comparando el valor de vidas perdidas en relación al PIB perdido. Pero el valor de una vida humana es una medida de bienestar —incorpora lo beneficios que los individuos esperan derivar de su vida, incluyendo el tiempo libre, las amistades, y el consumo. El PIB, en cambio, solo mide la producción. ¿No deberíamos también tener en cuenta el valor perdido por nuestras libertades? Casey Mulligan ha intentado de manera valiente determinar las perdidas más amplias para nuestro bienestar económico de los cierres, tales como no poder participar en nuestras actividades de entretenimiento preferidas, o como experimentar una peor educación. Estos son costos reales también. 

Si, todo esto que el análisis sea mucho más complicado. Pero quienes diseñan las políticas actualmente están tomando decisiones importantísimas que alteran de manera fundamental la salud y el bienestar económico de todos nosotros. El análisis económico de costos y beneficios está hecho para tratar de comparar la costo-efictividad de diferentes opciones de políticas. Es hora de mover el debate desde las discusiones con falacias de hombre de paja de “acción” vs. “inacción” para determinar lo que se viene.

Este artículo fue publicado originalmente en Cato At Liberty (EE.UU.) el 27 de marzo de 2020.