Erradicar la mutilación genital femenina requiere persuasión, no castigo
Rifal Imam dice que las clases, no las cárceles, tienen mayor potencial para cambiar las normas alrededor de la mutilación genital.
Por Rifal Imam
Históricamente, las culturas que llevan a cabo la mutilación/ablación genital femenina (A/MGF) a gran escala asocian la desafortunada práctica con un mayor potencial de matrimonio y aceptación social. Sudán, el país de mi familia, no es una excepción. En Sudán, el término más común que hace referencia a la A/MFG es “tahura”, la palabra árabe que se traduce aproximadamente como “puro” o “limpieza”. Alrededor del 87% de las mujeres sudanesas se han sometido a la circuncisión. Se encuentran entre los 200 millones de niñas y mujeres registradas en todo el mundo que se han sometido al procedimiento, que se practica en más de 31 países. Esta mutilación consiste en “todos los procedimientos que impliquen la extirpación parcial o total de los genitales externos femeninos u otras lesiones de los órganos genitales femeninos por razones no médicas”.
Ha habido algún progreso. Sudán practicaba tradicionalmente la “purificación faraónica”, la forma más radical de mutilación genital. Recientemente, la práctica se ha medicalizado, con el 63,6% de las mujeres siendo cortadas por una partera capacitada y el 28,7% por un cortador tradicional sin capacitación médica. Esto está relacionado con el cambio social de practicar la versión “sunna” menos extensa de la circuncisión en lugar de la forma faraónica más extrema. El corte sunna generalmente se encuentra entre las mujeres jóvenes urbanas, más ricas y mejor educadas en lugar de en las generaciones mayores, lo que significa un cambio en las tradiciones. Además, el rechazo de la práctica ya no se considera perjudicial para el ingreso de una mujer a la sociedad o el honor de su familia. Muchos todavía mantienen la práctica, sin embargo, como una tradición sudanesa positiva o neutral que está conectada a su identidad nacional e ideales de pureza femenina.
La primera vez que oí hablar de tahura tenía 8 años y visitaba a mi familia en Sudán. Mis primas estaban emocionadas hablando de las fiestas que vienen después. Cuando le pregunté a mi madre, que nació y se crio en Sudán, sobre la práctica, me regañó y me dijo que la tahura obstaculizaba a las mujeres. Mi madre, y ahora mis primos, dieron forma a mis actitudes y alentaron mi esperanza de un Sudán diferente. La mutilación genital femenina refuerza las estructuras sociales y económicas negativas, como puede verse en la marcada diferencia entre su prevalencia en las zonas rurales y urbanas, y en general obstaculiza el progreso de las mujeres en la nación.
La legislación destinada a abordar la A/MGF a nivel nacional, como la penalización de la práctica de 2020, ha fracasado durante décadas. Los estudios ilustran que las leyes punitivas y las campañas de intervención internacional no han logrado combatir el problema en sus múltiples formas en Sudán. Deben realizarse esfuerzos mejor informados.
Sostengo que el mejor enfoque para erradicar la A/MGF en una nación colectivista basada en la vergüenza como Sudán no es a través de la legislación punitiva y el uso de la fuerza del gobierno, sino a través de los canales culturales y la persuasión. La legislación basada en el castigo, particularmente en las naciones colectivistas, es en gran medida ineficaz. En cambio, la mejor opción política es tomar medidas no punitivas contra quienes practican la A/MGF, lo que hace más probable que las personas denuncien los casos sin temor al castigo. La educación contra la circuncisión y sus consecuencias para quienes la practican es mucho más eficaz que tratar de cambiar las prácticas tradicionales utilizando un enfoque de mano dura a través del sistema de justicia penal.
Los británicos adoptaron el enfoque basado en la educación en la década de 1900 y resultó eficaz en una escuela de formación de parteras destinada a enseñar una forma menos radical de A/MGF. La escuela se esforzó por capacitar y convencer a las mujeres locales de “abandonar las costumbres dañinas” y tomó la ruta no prohibitiva, afirmando trabajar con y no contra las costumbres locales. Cuando los británicos introdujeron la criminalización de la práctica y castigaron a las parteras por realizarla, la mayoría de las parteras sudanesas no cumplieron y la circuncisión continuó en secreto con procedimientos antihigiénicos y sin los suministros adecuados. Eso creó un mayor riesgo para el bienestar de las mujeres circuncidadas en lugar de eliminar gradualmente la práctica bajo la escuela de formación en partería para la reducción de daños.
Es cierto que el enfoque basado en la educación requiere más esfuerzo que el status quo punitivo, pero de las opciones disponibles, creo que es la forma más efectiva de avanzar.
Erradicar la A/MGF requiere iniciativas conjuntas de varios actores, incluidos programas comunitarios dirigidos por residentes locales en lugar de activistas externos. En un país basado en la vergüenza como Sudán, los cambios en la cultura y los valores son una parte vital del proceso, como se destaca por la continua prevalencia de la A/MGF durante miles de años y la dificultad de erradicarla. El tema ha estado en la agenda durante casi un siglo y recibe mucha atención, pero sigue siendo un problema persistente. UNICEF ha descubierto que la educación culturalmente sensible y las actividades de sensibilización pública son eficaces para contribuir al declive de la práctica en muchas comunidades.
Debe enfatizarse que no existe una verdadera y rápida solución en Sudán, considerando cuánto tiempo ha estado el tema en agenda. Las campañas de educación, incluidas las que se originan en la legislación no punitiva, se pueden estructurar para ser culturalmente sensibles a los sistemas de valores locales y así persuadir a las personas que cortan para que adopten un enfoque diferente. Las aulas, no las celdas de la cárcel, ofrecen la mejor esperanza de cambiar las normas sobre la A/MGF en Sudán.
Este artículo fue publicado originalmente en HumanProgress.org (EE.UU.) el 28 de julio de 2022.