El Salvador: Los cerditos y el lobo
Cristina López G. dice que, como en la fábula de los tres cerditos y el lobo, el sistema de pensiones de El Salvador "invita a la laboriosidad y deja la enseñanza de que el esfuerzo de ahora paga réditos en el futuro y que el trabajo mediocre o mal hecho en el afán de salir del paso se paga caro".
A menos que haya pasado su infancia exiliado en el Tibet, cualquiera en edad de leer conoce por lo menos a grandes rasgos el cuento de los tres cerditos. Por si acaso, nunca cae mal un recordatorio de la entretenida fábula: tres cerditos hermanos eran constantemente perseguidos por un lobo hambriento. Decidieron construirse cada uno una casa, para evitar convertirse en almuerzo y fue así como el primer cerdito se construyó una choza de paja, el segundo una de madera y el tercero, una de ladrillo. Predeciblemente el lobo los persiguió hasta sus casas y a base de soplidos botó cada una hasta el suelo. Si no es porque los dos primeros cerditos corrieron a refugiarse a la casa de ladrillo del tercer hermano, se habrían convertido en tocino.
La fábula es bastante obvia: invita a la laboriosidad y deja la enseñanza de que el esfuerzo de ahora paga réditos en el futuro y que el trabajo mediocre o mal hecho en el afán de salir del paso se paga caro. Si a algún lector sin saber el cuento le pareció conocido, es posible que se deba a que ha estado informándose sobre el sistema de pensiones en El Salvador. El Salvador tiene desde las reformas de 1998, un sistema de pensiones de ahorro individual en el que cada cerdito (perdón, ciudadano) puede ahorrar parte de su sueldo de manera individual, o sea, construirse su propia casa como en el cuento. No es perfecto, puesto que a diferencia de otros países con el mismo sistema como Chile, Perú o Colombia, en que las administradoras de fondos de pensiones le ofrecen a cada ahorrante la opción de elegir el esquema de riesgo en el que pueden reinvertirse sus ahorros y ser más productivos, en El Salvador se limitan las opciones de reinversión a una de bajo riesgo y poco crecimiento. El equivalente pues, a que los cerditos solo podemos construir la casa con paja o madera.
Sin embargo, al igual que en el cuento de los cerditos, el que sigue siendo igual de peligroso es el lobo hambriento y de él, hay que correr despavoridos. En nuestro caso son nuestros también hambrientos políticos, que en el sistema de pensiones ven un jugoso almuerzo y que de reformarlo de manera irresponsable y cortoplacista, podrían poner en peligro el esfuerzo que a muchos trabajadores les ha costado muchos años construir.
Este tema debería ser prioritario en la agenda de la sociedad civil: hacer presión a los gobernantes para que nuestro sistema de pensiones no se convierta en un barril sin fondo para financiar populismo político, sino velar porque se reinvierta en proyectos rentables y siempre bajo el consentimiento de los dueños de los ahorros, los pensionados del futuro. La deuda que el gobierno tiene con el sistema anterior no es un argumento suficiente como para regresar al sistema anterior de reparto, que ha puesto a tantos países en complicadísimas situaciones financieras al cambiar las tendencias demográficas. En la fábula, volver al sistema de reparto sería el equivalente a que los cerditos nos entregáramos sin más al lobo, sin intentar siquiera, construir la casa.
Este artículo fue publicado originalmente en El Diario de Hoy (El Salvador) el 30 de marzo de 2014.