El retorno de Locke y Montesquieu
Víctor Pavón dice que un mejor congreso se lograría si hubiese un menor grado de concentración de poder en el legislativo.
Por Víctor Pavón
Un mejor poder legislativo es un tema demasiado serio para dejarlo sólo en manos de los políticos. La sociedad civil es la que deberá impulsar los cambios porque como se ha visto en estos años, los legisladores se han mostrado sumamente cuidadosos de sus intereses y negligentes en su deber de custodios de la Constitución.
Y si bien con la Constitución actual el eje del poder se posicionó sobre el el Legislativo (como una reivindicación luego de años de dictadura y dominio del Ejecutivo) la realidad es que no se ha avanzado en hacer realizable la expresión "representantes del pueblo".
Se han relegado y violados los preciosos enunciados de dos insignes pensadores de la filosofía política universal, el inglés John Locke y el francés Montesquieu, quienes propusieron en El Segundo Tratado sobre el gobierno civil (1689) y El espíritu de las leyes (1748), respectivamente, la necesidad de separar al poder como único modo de evitar su concentración, el camino seguro del autoritarismo y la corrupción en las tiranías y en las mismas democracias.
Lo que hoy se tiene es lo contrario a lo que Locke y Montesquieu exhortaban. La concentración del poder en nuestro país es la nota dominante. Y de esto no tiene culpa la dictadura que se fue hace tiempo. La práctica por cierto impune de querer en el fondo parecerse al viejo dictador, retrata a los políticos de cuerpo entero pues con descaro y alevosía hacen y deshacen lo que se les antoja (igual que los dictadores) justificándose haber sido electos.
Carcomidos hasta los tuétanos por la ineficiencia y la corrupción, el Estado se fue convirtiendo en una organización cada vez más grande pero también más débil, como bien se nota en la inseguridad y en la desprovisión de servicios como la justicia, el agua, la electricidad y otros. El Ejecutivo, el Legislativo y el Judicial están lleno de aventureros convertidos en políticos profesionales. Con tal de perpetuarse en el poder, entran todos en la misma bolsa, desde el presidente, los legisladores y miembros de la Corte Suprema.
Cambiar este estado de cosas que está llevando al Paraguay a sufrir la grave descomposición del republicanismo liberal (la división de los poderes) requiere de modificar las ideas y ciertas prácticas que por ser repetitivas no son las que deben permanecer. Se cree como si fuera una verdad que el poder político en la sociedad es la que debe impulsar el intervencionismo estatal para contar con más y mejores empleos e incrementar los salarios. Y no es así. Es la concentración del poder político la que pone frenos al progreso, castiga a los pobres y marginados, haciéndolos dependientes de los tentáculos de aquel poder.
Una forma de cambiar el rumbo que provoca la inexorable pérdida de la división de los poderes está en darle un golpe de gracia al populismo legislativo que se agiganta en la medida que los senadores y diputados sigan siendo electos por el modelo de las listas cerradas. La elección debe llevarse a cabo por distritos electorales y de manera uninominal, esto es, terminar con las listas cerradas sábanas para que el pueblo decida por sí y ante sí. Este será el comienzo del retorno de Locke y Montesquieu.