El poder económico: Mitos y realidades

Manuel Hinds considera que el crecimiento de gran parte de las economías latinoamericanas durante la última década se debe a algo fortuito: el alto precio de los productos primarios. Hinds asevera que esa buena suerte puede estar llegando a su fin.

Por Manuel Hinds

Durante los últimos años —desde 2004-2005— varios países de Latinoamérica han disfrutado de aumentos muy pronunciados en las tasas de crecimiento de sus exportaciones y de sus economías en general (el PIB).

Sin excepción sus gobiernos han atribuido estas tasas de crecimiento a lo que ellos piensan son sus excelentes políticas económicas. Desgraciadamente, los indicadores de competitividad de todos estos países (con la excepción de Chile y en algunos aspectos de Colombia), han caído durante estos años, de modo que las tasas más altas de crecimiento no pueden atribuirse a mejoras en las políticas.

En realidad estas tasas han sido el resultado de la suerte. Durante estos años los precios de los productos primarios han experimentado un fuerte boom, que es lo que ha impulsado las exportaciones y el PIB en los países que los producen. Eche un vistazo a la gráfica 1 y vea cómo las exportaciones de la región han subido, bajado o estancado de acuerdo a los precios de los productos primarios. Los presidentes Chávez, Correa, Kirchner, Lula, Rousseff, Lugo y Ortega, entre otros, han presumido de tener un nuevo modelo económico sumamente exitoso. Nunca, sin embargo, han podido explicar cuál es ese modelo porque, en realidad, lo que han tenido es pura suerte.


Fuente: World Development Indicators, World Bank.

Esa suerte, sin embargo, parece estar llegando a su fin. Para ver por qué, mire la gráfica 2, que muestra cómo los precios de los productos primarios dependen en gran medida de las importaciones de EE.UU. Crecen cuando estas importaciones crecen, y decrecen cuando ellas caen. Esto es así porque una enorme cantidad de productos primarios terminan siendo importados por EE.UU., directamente o a través de otros países (principalmente China) en donde se convierten en bienes industriales. Es decir, la suerte que todos estos caudillos latinoamericanos han tenido es que EE.UU. ha importado enormes cantidades de bienes y servicios en sus períodos —un hecho un poco incómodo para la mayoría de ellos, que se consideran enemigos de EE.UU.


Fuente: International Financial Statistics, FMI.

La suerte está llegando a su fin porque los precios de los productos primarios están bajando muy rápidamente en el mundo entero como consecuencia de que cada vez está más claro que EE.UU. tendrá que hacer un ajuste en su economía, que resultará en una caída en sus importaciones. Esto causará en estos países, que en un tiempo se consideraron más fuertes que EE.UU. y Europa, una recesión muy dura.

Los países del Alba y algunos amigos han decidido juntarse para contrarrestar los efectos de esta caída. ¿Qué podrían hacer? Desgraciadamente, no mucho, a pesar de que mucha gente, por razones ideológicas, cree o quisiera creer que son el motor económico del mundo.

La manera de contrarrestar la caída en las compras de EE.UU. sería aumentar las compras de estos países. Es decir, entre todos ellos deberían decidir comprar a Venezuela y Ecuador todo el petróleo que ahora EE.UU. y China no comprarán como resultado de la recesión en EE.UU., y todo el cobre que Chile ya no venderá a esos países, y toda la soya que China ya no comprará de Brasil y de Argentina, y todos los metales que no comprarán de Perú y Bolivia, y así.

Como se ha dicho que Brasil es la nueva potencia económica mundial, más fuerte que EE.UU. y que Europa, es a Brasil al que todos los otros países volverían a ver en esa reunión. Esta es la oportunidad. El poder comprar todo lo que EE.UU. compraba y no comprará más demostraría que Brasil es realmente tan poderoso como EE.UU. Esta cantidad puede estimarse como la cantidad en la que las importaciones anuales de EE.UU. aumentaron de 2004, un año en el que las cifras eran sostenibles, a 2010, cuando ya era claro que EE.UU. no podría seguir gastando tanto. Esta cifra, sólo el aumento de 2004 a 2010, es aproximadamente 700.000.000.000 (setecientos mil millones) de dólares anuales. Las exportaciones totales de Brasil en 2004 eran de 109 mil millones, de tal modo que Brasil tendría que importar por año siete veces todo lo que exporta para poder compensar al mundo por la caída en las compras de EE.UU. y así ser motor de la economía mundial (uso cifras de 2004 porque EE.UU. habría bajado a importar cerca de la cifra de ese año). La diferencia entre sus exportaciones y sus importaciones siete veces más grandes las tendría que cubrir con deuda. Es obvio que Brasil no lo podría hacer. Ya ahora su deuda es de 60 por ciento del PIB. Brasil diría que todos tendrían que contribuir.

Pero todos juntos los de Alba y sus amigos (Argentina, Bolivia, Brasil, Ecuador, Nicaragua, Paraguay, Perú y Venezuela) exportaban sólo 220 mil millones de dólares en 2004, de modo que tendrían que importar anualmente más de tres veces lo que estarían exportando, endeudándose por la diferencia. Como en realidad estos países no necesitan comprar estos materiales, lo tendrían que hacer para acumularlos en enormes bodegas, incurriendo en enormes déficits financieros y aumentando sus impuestos para pagarlos, todo esto en el nombre de la solidaridad del socialismo del siglo XXI.

Es decir, ellos tendrían que usar todos los dólares que les entrarían por sus exportaciones al resto del mundo para subsidiar las exportaciones de los otros, comprando cosas que no necesitan por pura solidaridad. En el proceso, dejarían de importar todo lo que necesitan para sus poblaciones. Tampoco lo podrían hacer porque sus deudas ya son muy altas, también. Entonces, tendrán que aceptar que los precios de los productos primarios caerán, y que tendrán una seria recesión. Hoy les harán falta los recursos que han botado demagógicamente.

Así se terminan las leyendas.

Este artículo fue publicado originalmente en El Diario de Hoy (El Salvador) el 8 de agosto de 2011.