El pesimismo en una perspectiva histórica

Chelsea German señala cómo en el pasado muchos se opusieron a nuevas tecnologías como las radios, los autos, los elevadores, entre otras.

Por Chelsea Follett

El pesimismo alrededor de las tecnologías que potencialmente mejoran nuestras vidas no es nuevo. La cuenta de Twitter Pessimist’s Archive (una de las preferidas por el gurú de Internet, Marc Andreessen) documenta la interminable corriente pesimista con viejos extractos de periódicos.

Las reacciones pesimistas van desde ser simplemente dudosas (como esta respuesta a la idea de la iluminación a gas en 1809, o ésta al concepto de la anestesia en 1839) hasta ser pura y simplemente alarmistas (como esta advertencia de 1999 de que el comercio electrónico “amenaza con destruir más de lo que alguna vez podría crear”).

En algunos casos, los pesimistas insisten con que una tecnología más antigua es superior a una nueva. Algunos, por ejemplo, afirmaron que el ábaco es superior a la computadora y a la calculadora de bolsillo, mientras que otros sostenían que los caballos eran más duraderos que el peligroso “terror del autmóvil”.

Otros argumentaron que las nuevas tecnologías perjudicaban a los negocios y a las costumbres existentes. Un artículo particularmente emocional de 1918 describía cómo los automóviles estaban destruyendo el negocio de las caballerizas y, junto con “el show de las películas”, cambiando para siempre las citas poniéndole fin a la romántica tradición del paseo en carruaje.

Otra queja frecuente es que la nueva tecnología exacerba la desigualdad, porque los ricos tienden a adoptar las nuevas tecnologías primero. Un artículo de 1914, por ejemplo, lamentaba que los “teléfonos inalámbricos” solo “serán una ayuda para las personas privilegiadas”. El artículo se refería a los primeros radioteléfonos inalámbricos que estaban siendo fabricados en ese momento, que no eran dispositivos portátiles ni ligeros. Hoy, por supuesto, los teléfonos inalámbricos pueden caber en tu bolsillo, tienen más capacidades y son omnipresentes. Eventualmente, el libre mercado tiende a reducir el costo de las tecnologías, haciéndolas accesibles a más personas.  

Quizás lo que es más notable sobre las respuestas pesimistas frente a la nueva tecnología, es la frecuencia con la que los pesimistas utilizan con éxito el poder del Estado para intentar detener el progreso tecnológico.

En la década de 1930s, los pesimistas temían que las radios serían una amenaza para la democracia y se preocupaban de que los dispositivos estaban arruinando la infancia. Para 1936, los pesimistas habían tenido éxito prohibiendo las radios en los autos en numerosas ciudades de EE.UU., argumentando que eran una distracción y que podrían evitar que los conductores escucharan las sirenas de los bomberos.

Lamentablemente, los tecno-pesimistas han logrado promulgar prohibiciones totales o parciales sobre una gran variedad de tecnologías. Estos incluyen “carruajes sin caballos” (automóviles), “elevadores automáticos” (ascensores) y bicicletas (que son “lo más peligroso que se ha inventado para la vida y la propiedad”, según un artículo del New York Times de 1881). La lista también incluye, más recientemente, video juegos, auriculares y patinetas eléctricas. 

A medida que los nuevos avances siguen ocurriendo prácticamente todos los días, mirar hacia atrás a cómo las personas criticaron y combatieron el progreso en el pasado, permite poner los debates tecnológicos y científicos actuales en perspectiva.

Este artículo fue publicado originalmente en el blog HumanProgress.org (EE.UU.) el 5 de febrero de 2016.