El liberalismo como humanismo: recordando a Steve Horwitz
Trevor Burrus recuerda la vida y obra del economista Steve Horwitz (1964-2021).
Por Trevor Burrus
Steve Horwitz, el gran economista liberal y mi amigo murió en junio. Esta es una gran pérdida para el mundo. Steve fue un profesor, padre, esposo, comunicador, mentor, fan de Rush, académico, escritor, predicador y mucho más. Lo voy a extrañar demasiado.
Steve y yo no hablábamos mucho cuando no estábamos juntos, pero nuestras carreras nos llevaron a mantener un contacto frecuente. Para muchos, eso es lo que era Steve en nuestras vidas: una cena cuando estaba en la ciudad o tres días juntos en una conferencia. Por supuesto, también estaba en redes sociales, usándolas como un medio de inclusión en lugar de ser uno de exclusión.
Fue un impresionante académico y educador. Observando las redes sociales después de su muerte, el número de personas que influyó, incluso con una sola presentación o interacción social, fue profundo. Steve vivió su vida para mejorar el mundo y tuvo éxito.
Steve era un liberal. Era un liberal que creía en los valores que afirman a los humanos y que están implicados en el liberalismo, valores que no son principalmente políticos sino personales. Ser un liberal significa, en cierto nivel, que amas a las personas. Steve amaba a las personas y ese amor fue correspondido. Pero las personas somos desordenadas. Estamos limitadas por las circunstancias. Somos manipuladas por nuestro ambiente. Pero si eres un liberal, sabes que esto es cierto de todos, incluso de aquellos que pretenden tener una autoridad moral o epistemológica para levantarse por encima de los demás y gobernarnos. Esas personas pretenden ser mejores, pero usualmente son peores.
Steve vio a través de eso. Él vio a través de las pretensiones de poder y autoridad, hasta ver el hecho básico de que todos estamos tratando de hacer lo mejor con lo que tenemos. Esa realización es reveladora si se la toma en serio.
Esta deriva en la humildad y el respeto hacia otros. Nivela nuestro mundo: los seres humanos están tratando (usualmente) de mejorar lo que pueden ser. Esa actitud va de la mano con aquellas características que brillaron de mejor manera en Steve: su entendimiento, humildad, apertura, felicidad, disposición a perdonar, gratitud, amor, y, fundamentalmente, su bondad. No se puede ser una persona bondadosa si usted cree que aquellos que no están de acuerdo con usted son estúpidos o malvados. No se puede ser una persona humilde si se cree que otros no tienen algo que enseñarle. No se puede ser una buena persona si constantemente trata a otros como fracasos inadecuados.
El liberalismo, en el mejor de los casos, es tanto una actitud como una filosofía. Si usted es humilde y comprensivo, entonces creo, y Steve pensó, debería llegar a una visión más o menos liberal. La humildad trae consigo una limitación: tal vez no debería tratar de controlar a otros en nombre de un “bien” que ellos no reconocen. La empatía trae consigo la simpatía: si esta fuerza estatal fuese aplicada a usted, la consideraría una gran injusticia —la fuerza, después de todo, es aquello a lo que las personas recurren cuando no pueden persuadir. Ponga estas dos juntas, y usted obtiene los ingredientes básicos para el mejor tipo de liberal. Ponga esas dos juntas y usted tiene a Steve.
Steve sabía que los humanos luchamos en búsqueda de significado y propósito. Él sabía que, políticamente, la lucha adopta muchas formas —desde el control totalitario hasta las comunas utópicas. Él sabía que el deseo de controlar las vidas de otras personas estaba enraizado en los seres humanos, pero que hay otra vía. Quizás las personas podían entender que la increíble diversidad de los seres humanos no crea un juego de suma cero, sino que en cambio es un juego de suma positiva. Quizás las personas podían entender que el deseo de controlar las vidas de otros es un respaldo tácito de que otros controlen su vida cuando el otro partido político tome el poder. Quizás las personas podían entender que recurrir a la fuerza para imponer su visión del “bien” no es una señal de fuerza, sino de debilidad.
Steve pasó su vida no solo comunicando esas ideas, sino viviéndolas. No separó el mundo entre sombreros blancos y negros, izquierda y derecha, Republicanos y Demócratas. Separó el mundo entre aquellos que se preocupaban por los humanos y aquellos que veían a la humanidad como un medio para un fin. Para Steve, la humanidad siempre era el fin.
Si desea recordar y honrar a Steve, piense acerca de la persona que se sienta al lado suyo en el metro y que claramente está teniendo un mal día. Piense en su viejo amigo que no ha llamado en mucho tiempo. Piense en los fracasos por los cuales usted se perdona pero no perdona a otros. Piense acerca de lo que significa participar en este (para citar a Bill Bryson) “estado sumamente agradable pero generalmente menospreciado conocido como existencia”.
De la efusión de afecto por Steve que se difundió por el mundo liberal luego de su muerte, queda claro que vivió una vida exitosa y ejemplar. Cualquiera que pueda lograr una fracción de ese respeto y afecto habrá vivido una vida buena.
Todos deberíamos de tratar de ser más como Steve.
(Para cualquiera que desee echar un vistazo al pensamiento cuidadoso de Steve, lo invito a escuchar a este excelente episodio de Free Thoughts).
Este artículo fue publicado originalmente en Cato At Liberty (EE.UU.) el 28 de junio de 2021.