El imperio de las escuelas

Walter Puelles afirma que "Se ha sobredimensionado el papel de la escuela en la formación de las personas debido a la necesidad del gobierno de tener un rol más activo en nuestras vidas".

Por Walter Puelles

Educación y escolaridad no son una misma cosa. Sin embargo, para el común de la gente, esta diferenciación pasa desapercibida. Y ello no es extraño, dado el enorme apoyo que los sistemas escolares reciben por parte del Estado. Las principales consecuencias de esta política han sido pervertir la naturaleza del concepto y afectar el proceso educativo mismo. ¿Por qué la educación anda tan mal? He aquí una de las posibles respuestas.

La educación es el conocimiento que cada quien tiene sobre la realidad. Es educado quien entiende y obra adecuadamente sobre la realidad. La educación es en cierta forma un fin, un propósito que necesita de medios para lograr su cometido. Es bajo ese contexto que aparece la escolaridad, únicamente como un medio. Y no es el único medio, como se presenta socialmente hoy, sino, uno más entre muchos otros.

Las fuentes olvidadas

Una de las fuentes educativas más importantes es el hogar. Pero actualmente, la educación en la casa es como una especie en peligro de extinción. Las horas que los padres dedican a sus hijos están en franca disminución. Se ha soslayado el aporte que el hogar ejerce sobre la vida de las personas, y que las más importantes y fundamentales lecciones de la vida son las que se llevan desde la casa.

Conscientes de ello, muchos padres de familia vienen desde hace décadas impulsando la educación en casa como un sistema adaptado a los tiempos modernos. Esto es lo que se denomina como homeschooling. Ante la pregunta de si este sistema no afecta la socialización del niño, Hurubachi Pardo, una niña chilena de apenas nueve años, responde: "tú en cualquier lugar puedes hacer un amigo, no necesitas estar en un lugar exacto para conseguir uno".

El aprendizaje en el trabajo es también una fuente educativa importante en la formación laboral de las personas. La inversión y el crecimiento empresarial son procesos educadores per se. Cada innovación tecnológica introducida implica un aumento de capital humano. Uno puede aprender a manejar equipos sofisticados como también a conocer a fondo el funcionamiento de un determinado negocio.

Este es un conocimiento de tipo no formal a través del cual muchas personas logran cosas importantes en la vida sin haber sido necesariamente meritorios colegiales, corroborando en la práctica que el conocimiento académico escolar es sólo una pequeña parte del conocimiento global. El mundo no se mueve únicamente por conocimiento formal impartido en la escuela y la universidad.

Por tal motivo, son muchas las corporaciones que están desarrollando al interior de su organización universidades para capacitar a sus ejecutivos y empleados no calificados. Son las denominadas universidades corporativas. Este desarrollo organizacional contribuye a la educación de las personas, mejora la cohesión organizacional y aumenta la productividad y el valor de las corporaciones. El Estado aquí sobra.

También es posible auto educarse. Grandes personajes fueron autodidactas. Ejemplos abundan. Con la aparición de la Internet, los costos de la autoeducación se han reducido notablemente. Antes el problema era no tener las suficientes fuentes de información para educarse, actualmente, el problema es no tener el tiempo necesario para estudiar la vasta información que gratuitamente uno puede disponer a través de la Internet.

¿Cuál es el medio o la combinación de medios más adecuada? Eso es algo que cada quien debe descubrir. No vale que otros lo hagan por uno, pues simplemente no hay forma de saber, desde fuera, cuál es la fórmula ideal. Cada persona es un universo en sí misma y, por consiguiente, tiene diferentes talentos, motivaciones y oportunidades.

El Estado y las Escuelas

Cuando el Estado interviene promoviendo la superioridad de la escolaridad por sobre todas las cosas, termina ocasionando daños inicialmente imperceptibles que con el correr de los años se manifiestan ante nuestros sentidos como problemas económicos y sociológicos complejos difíciles de resolver. La deserción escolar, por ejemplo, puede en cierta forma ser una manifestación del disgusto que expresan cierto grupo de adolecentes.

El Estado recauda buena parte del dinero de la gente para financiar las escuelas sin considerar las valoraciones subjetivas de la gente, determinando desde fuera, la forma cómo las personas deben asignar sus recursos ¿Acaso sabe el Estado cómo afecta a la oferta de otras opciones la ausencia de estos recursos en los bolsillos de la gente? ¿Puede la educación en casa reemplazarse por más horas de escuela?

Los altos impuestos afectan la educación cuando restringen la compra de múltiples bienes y servicios indispensables en la educación de las personas, como la computadora, los programas informáticos, la Internet, la televisión por cable, los libros y las enciclopedias. Así, tener altos impuestos para financiar escuelas no es necesariamente una buena opción ¿Acaso las personas no pueden invertir ese dinero por cuenta propia?

Los impuestos reducen el ingreso disponible en las familias cuyos jefes de hogar muchas veces se ven en la necesidad de extender la jornada laboral, lo cual afecta el tiempo destinado a la gestión del hogar. Compartir momentos con los hijos es una experiencia de por si educativa que muy difícilmente puede delegarse a los colegios.

Otra forma de sobredimensionar el papel de la escuela en la vida de la gente ha sido el aumentar el número de horas de la jornada escolar, bajo la premisa de que con más horas de colegio la educación del niño mejorará, soslayando de un plumazo el aporte educativo del resto de las fuentes señaladas, incluido el esparcimiento y la diversión misma.

Igualmente, los altos impuestos que gravan a las empresas, reducen los presupuestos de inversión y, por consiguiente, la posibilidad de masificar conocimientos técnicos valiosos. Cuando una empresa agrícola introduce un cultivo y adopta nuevas formas de riego, está directamente elevando la calificación laboral de quienes carecen de tales conocimiento. Lo mismo ocurre cuando una pequeña empresas informatiza sus procesos contables.

Junto al papel negativo de los altos impuestos en el proceso educativo de las personas, no menos perverso ha sido el papel de criminalizar el trabajo como fuente de educación para los niños. El trabajo infantil está prohibido en casi todos los países del mundo como si el producir no fuera por sí mismo una fuente de conocimiento capaz de elevar el capital humano de las personas, incluyendo los niños y adolecentes.

Son numerosos los grandes proyectos empresariales que nacieron en el seno del hogar como resultado del trabajo conjunto entre padres e hijos. Incluso en el mundo rural, el conocimiento que desde niños las personas tienen sobre la naturaleza del agro y la crianza de animales es sorprendente. Si la pobreza en ese mundo campea, no es porque los niños trabajan, sino por la precariedad de los medios existentes.

¿En qué fallamos?

Es de esta manera como el gobierno contribuye a propagar la falaz idea de que la escolaridad es por naturaleza el medio hegemónico, reduciendo el concepto de la educación a la sola idea de asistir al colegio. Muchos padres apuestan casi todas sus fichas a la escolaridad, ignorando el aporte que otros medios generan a la dieta formativa de las personas. Creen que un "buen colegio" es sinónimo de "buena educación", más cuando se dan cuenta de su error, ya es demasiado tarde. El daño se ha consumado.

La escolaridad es, sin duda, una de las principales alternativas educativas, sin embargo, bajo el hierro estatal, este sistema se ha convertido en un factor que ha debilitado la fuerza de las relaciones familiares. Si la educación es responsabilidad del gobierno ¿qué papel juegan los padres? Y si los niños deben pasar más tiempo en las escuelas ¿Qué representa el hogar? ¿Un lugar donde se pierde el tiempo?

Así, cuando los padres se preguntan "¿En qué fallamos si les dimos todo?", deben aceptar que la excesiva confianza asignada a un sistema escolar inmerecidamente popular, ha contribuido a forjar tal situación. Se ha sobredimensionado el papel de la escuela en la formación de las personas debido a la necesidad del gobierno de tener un rol más activo en nuestras vidas.

Es tiempo de revalorar otras formas no menos provechosas de enseñanza como la educación en casa, la educación en el trabajo y la autoeducación. Para ello, es necesario que el Estado devuelva la escolaridad a la esfera donde nació: la libre iniciativa privada. Los ministerios nunca han sido fuente natural de conocimiento alguno.