El Grameen Bank en Bangladesh; una oportunidad de mercado
Estamos acostumbrados a ver la pobreza con ojos de lástima, como si la pobreza fuera creada por la gente pobre. Olvidamos que ésta ha sido inventada por nosotros mismos. Los pobres son nuestras víctimas. Nuestras sociedades han creado cadenas y barreras que niegan a las personas el acceso al trabajo y al ingreso, y por lo tanto a una vida mejor. Nosotros somos los responsables.
Pero la verdad es que los pobres son tan capaces y emprendedores como todo el mundo. Sólo necesitan una oportunidad. Y la oportunidad no consiste en regalarles dinero, como acostumbran nuestros gobiernos, sino en brindarles una alternativa que les permita generar ingresos en base a su propio esfuerzo. Si la solución fuera regalar dinero, México sería, desde hace tiempo, uno de los países más ricos del planeta. De cada peso que pagamos en impuestos, el gobierno reparte a “los pobres” más de 60 centavos. El sistema de reparto es tan bueno que los recursos se redistribuyen efectivamente, pero entre los ricos, los grupos de presión política y la burocracia. Todos lo sabemos.
Nos preocupa mucho la marginación. La gente tiene que ocuparse en actividades informales para no caer en la indigencia o el crimen. Pero la informalidad los condena a vivir en el subdesarrollo; en un mundo donde no pueden aprovechar las ventajas de los mercados, donde no pueden acumular capital y aumentar su productividad y donde no pueden dejar atrás de manera definitiva el círculo vicioso de la pobreza. Nuestros pobres no merecen vivir en la pobreza, lo que merecen es la oportunidad correcta. Y para una economía de mercado, una oportunidad de mercado.
No es con carretadas de dinero público como se libera a la gente de la esclavitud de la pobreza (eso hay que dejarlo en el pasado de una vez por todas), sino con una estrategia y visión empresarial: ¡haciendo negocios con los pobres! Así lo ha demostrado desde hace tiempo Muhammad Yunus, el gran “empresario de los pobres” y ahora Premio Nobel de la Paz; un hombre que una vez tuvo la gran idea de otorgarles un micropréstamo. El banco que formó en Bangladesh, el Grameen Bank, ha llegado a expandirse a 68 países, demostrando que aquellas personas a quienes se les brinda la oportunidad, mediante un microcrédito, mejoran su ingreso, amplían su base de activos, rebasan la línea de la pobreza hacia una vida digna y honrada, mejoran el nivel nutricional de su familia y planifican mejor su descendencia.
El banco ha hecho un negociazo con familias que no tenían ni cómo demostrar nada. Les ha dado la oportunidad de trabajar y generar ingreso en base al esfuerzo personal y ha recuperado el 98% de los préstamos. A la gente no le importó pagar altas tasas de interés, pues saben que resulta más caro no tener el crédito. Tan sólo en Bangladesh, la estrategia y visión empresarial ha logrado sacar palpablemente de la pobreza a más de 2,5 millones de personas. Los hombres de negocio ganaron mucho dinero y las familias marginadas ya no lo son y ahora cuentan con un medio productivo de subsistencia. Todos ganaron…
Yunus supo entender que “todos los hombres y mujeres son creados iguales; cada uno de ellos está dotado de una creatividad ilimitada, y cada uno de ellos es un empresario potencial”.
Ya dejemos de derrochar los recursos a lo tarugo y dispongámonos pues a hacer negocio con los pobres si es que realmente nos importan.
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