El futuro resurgimiento de Acapulco

Manuel Sánchez González dice que es previsible que la mayor parte de la reconstrucción de Acapulco provenga de la iniciativa de los particulares, desde la autoconstrucción de viviendas hasta la remodelación de grandes edificios.

Por Manuel Sánchez González

El huracán Otis, que recientemente sacudió a Acapulco, ha representado una tragedia social y económica, cuyas repercusiones son aún difíciles de calcular. Los efectos inmediatos más graves han sido la pérdida de vidas humanas y el número de heridos, cuya atención médica ha estado limitada por el deterioro de las clínicas y la falta de personal y medicamentos.

Los daños materiales han sido extensos y han abarcado la infraestructura urbana y carretera, las viviendas, los hospitales, los comercios, los hoteles y los complejos turísticos, entre muchos otros.

Como suele ocurrir en este tipo de infortunios, la población más pobre ha sufrido la mayor adversidad, cuyas pérdidas, en muchos casos, han comprendido la destrucción de su casa o su patrimonio.

La escasez de alimentos y de medios para satisfacer otras necesidades, como ropa, enseres y artículos de higiene, ha sido generalizada. Estas privaciones amenazan con propagar enfermedades.

Además, la destrucción física y la baja calidad de los servicios de agua, electricidad y telecomunicaciones han restringido la normalización del comercio y otros negocios. La crisis y la inefectividad de los cuerpos policiales han propiciado el vandalismo en establecimientos y hogares.

En esta catástrofe, la actuación de los diferentes niveles de gobierno ha sido, por decir lo menos, inadecuada. Las deficiencias se han evidenciado con la falta de alertas oportunas a la población sobre los riesgos de agravamiento del ciclón, así como con la carencia de protocolos efectivos e instalaciones para resguardo y auxilio sanitario.

Tras el paso del huracán, las autoridades federales han buscado minimizar los problemas, incluyendo las desgracias humanas. Como en otras calamidades nacionales, el presidente de la República ha preferido mantenerse distante de la población afectada. El apoyo oficial ha sido escaso y lento y, por un tiempo, el control militar dificultó la ayuda humanitaria de los particulares.

Específicamente, las disposiciones de las autoridades para atender los problemas han fluido pausadamente y, en esencia, han involucrado paliativos de corto alcance. Cinco días después del tránsito del huracán, se anunció la instalación de dos módulos de Banjército para el retiro de efectivo con tarjetas bancarias, sin cobro de comisión.

Dos días después, el gobierno federal dio a conocer un plan de atención, integrado por veinte medidas, las cuales mayormente incluyeron programas de transferencias en marcha, subsidios de crédito, exenciones fiscales y apoyos en especie. Del monto de gasto estimado, solo la quinta parte se refirió a la rehabilitación de la infraestructura carretera, urbana y de energía eléctrica. Finalmente, al día siguiente, el Banco de México publicó medidas provisionales para reducir el pago mínimo de obligaciones en tarjeta de crédito.

Las penurias han sido enormes que, ante el vacío abierto por el gobierno, han demandado una participación especial de la sociedad. La solidaridad de los individuos y organismos no gubernamentales ha sido extraordinaria.

Sin duda, Otis implicará una profunda caída de la actividad económica de la zona. No obstante, aunque podría resultar difícil de imaginar, la buena noticia es que las repercusiones de los desastres naturales no duran para siempre. Lo más probable es que, tarde o temprano, Acapulco resurgirá de entre los escombros.

La historia de los huracanes así lo sugiere. Con base en la información de los ciclones tropicales ocurridos en México entre 2003 y 2016, una investigación del Banxico ha revelado que el impacto negativo en el crecimiento económico se concentra durante el trimestre del suceso, y tiende a diluirse dos trimestres después. Lógicamente, en la mejoría, la industria de la construcción juega un papel de liderazgo.

Como con cualquier estudio empírico, los resultados de este estudio deben interpretarse con cautela. La reanimación económica de Acapulco podría atrasarse más que en otros episodios, considerando la magnitud del siniestro y la baja prioridad otorgada por la presente administración a las tareas elementales del Estado, incluyendo el mantenimiento de la infraestructura física, la seguridad pública y la provisión de los servicios de salud.

Asimismo, la recuperación podría ser relativamente lenta y dolorosa, dadas las condiciones de pobreza de Guerrero, que es la segunda entidad federativa más atrasada en los indicadores de bienestar. Esta circunstancia podría requerir una fase más prolongada de esfuerzos de emergencia.

En cualquier caso, es previsible que la mayor parte de la reconstrucción de Acapulco provenga de la iniciativa de los particulares, desde la autoconstrucción de viviendas hasta la remodelación de grandes edificios. La calidad de los servicios gubernamentales será crucial para la velocidad de la revitalización de este centro turístico.

Este artículo fue publicado originalmente en El Financiero (México) el 8 de noviembre de 2023.