El fin de los BRICS
Manuel Suárez-Mier señala que "Sus sistemas económicos son radicalmente distintos aunque el común denominador es un enorme involucramiento del Estado en la economía, desde la planeación central en China, que tolera pero controla a la economía de mercado, hasta el capitalismo de compadrazgo que prevalece en Rusia y Brasil".
En una lluviosa tarde londinense de noviembre en 2001 Jim O’Neill, jefe de estudios económicos globales de Goldman Sachs, no tenía mucho que hacer y se quedó mirando el mapa del mundo colgado en la pared de su oficina, cuando tuvo una revelación: ¡los grandes manchones de los mayores países del mundo eran soberbios!
Esa verdad de Perogrullo lo llevó a formular el acrónimo BRICs con las iniciales de Brasil, Rusia, India y China, y a la hipótesis que su potencial de crecimiento era enorme y que su PIB, de solo 8% del PIB mundial se disparaba al 23% al ajustarse por el poder adquisitivo de sus monedas.
La inspiración de O’Neill al crear los BRICs —juego de palabras, brick en inglés significa ladrillo— seguida de su ensayo “Construyendo mejores ladrillos económicos globales” tuvo un auge instantáneo al conjeturar que este grupo habría de ser el principal motor del crecimiento global en la siguiente década.
El éxito profesional ulterior de O’Neill se respaldó en la celebridad forjada con los BRICs, conjunto que adquirió vida propia. Sus líderes se han venido reuniendo cada año desde 2009 con agendas tan ambiciosas como incoherentes, y como les faltaba un representante de África en 2010 invitaron a Sudáfrica para así volverse los BRICS.
Yo siempre pensé que los BRICS no hacían el menor sentido pues los cinco países miembros tienen poco o nada en común. Mientras unos exportan materias primas y muy poco más —Brasil, Rusia y Sudáfrica—, India y China son importadores de las mismas y potencias industriales en ciernes.
Sus sistemas económicos son radicalmente distintos aunque el común denominador es un enorme involucramiento del Estado en la economía, desde la planeación central en China, que tolera pero controla a la economía de mercado, hasta el capitalismo de compadrazgo que prevalece en Rusia y Brasil.
Las predicciones de O’Neill se dieron cabalmente mientras China creció con celeridad, jalando así los precios de las materias primas, lo que impulsó una bonanza notable en sus productores. Pero en cuanto se desaceleró la economía china, cayeron los precios de las materias primas sumiendo en severas crisis a Rusia y Brasil, mientras Sudáfrica padece las secuelas de un gobierno inepto.
Aún más revelador de la debacle de los BRICS es que Goldman Sachs haya recién cerrado su fondo de inversión dedicado a ese club, que tuvo pérdidas de 21% en los últimos cinco años, lo que generó una sangría de inversionistas por lo que el fondo perdió el 88% de sus recursos desde 2010, su año de mayor éxito.
En el índice que elabora el Instituto George W. Bush para medir la competitividad relativa de Canadá, México y EU, en el que nuestra región obtiene una B+, las calificaciones de los BRICS son abismales: Brasil, D; Rusia, D+; India, D-; China, D; y notablemente Sudáfrica, C, a pesar del mal gobierno y de un desempleo del 27%.
Como todo indica que la economía china tiende a crecer menos, los precios de las materias primas permanecerán deprimidos, y con la posible excepción de India si adopta reformas estructurales esenciales para sostener su dinámico crecimiento de los últimos lustros, los BRICS no ofrecen un futuro promisorio.
¿Significa este negro panorama que el club de los BRICS vaya a disolverse? Para nada, una vez que agrupaciones internacionales como ésta son creadas, nunca son disueltas pues surge una estructura administrativa cuya supervivencia depende de ello y porque a los líderes políticos de los países involucrados les divierte más ir de cumbre en cumbre que atender los problemas ingentes de sus respectivos países.
Jim O’Neill —hoy Barón O’Neill de Gatley—, jubilado de Goldman Sachs y con un alto cargo en el Tesoro británico, puede estar tranquilo que los BRICS que él parió hace 14 años no morirán por inercias burocráticas, pero perdieron su lustre para los inversionistas que no quieran ver su patrimonio esfumarse.
Este artículo fue publicado originalmente en Asuntos Capitales (México) el 13 de noviembre de 2015.