El Estado en el tercer milenio

Jorge Chuya reseña el libro "El Estado en el tercer milenio" del Príncipe Hans-Adams II de Liechtenstein, obra que propone la descentralización del poder político como una importante vía para mejorar las democracias.

Por Jorge Chuya

Hace un par de años en una conferencia liberal enEE.UU. tuve la oportunidad de escuchar al Príncipe Hans-Adam II de Liechtenstein hablar sobre su teoría de las funciones que debe tener un Estado en el tercer milenio. Su libro, llamado con el mismo nombre, aportaba muchas más luces sobre lo mencionado en su conferencia y pienso que brinda unas interrogantes válidas que se pueden realizar a día de hoy. ¿Cuál debe ser el rol del Estado? ¿El desarrollo local (o descentralizado) resulta más eficiente que el esquema actual? ¿Cómo mejorar la democracia?

El autor empieza su tesis parafraseando la famosa frase del presidente Kennedy y establece que no se debe preguntar lo que un ciudadano puede hacer por el Estado, sino qué puede hacer el Estado mejor que cualquier otra organización para el ciudadano. Para el autor, las principales funciones del Estado deben ser la política extranjera y la implementación efectiva de un Estado de Derecho. Bajo estos parámetros, existiría un respeto a los derechos de propiedad y se brindaría una aplicación efectiva del sistema judicial. Para ello, lo mejor es contar con una Constitución que sea lo más corta posible y así evitar leyes innecesarias o contradicciones en las mismas. En demás ámbitos como el educativo, transporte o sistema de jubilación, Adam piensa que el sector privado puede servir con mayor eficiencia.

Así, el objetivo para el tercer milenio debe ser transformar a todos los Estados en compañías de servicio que actúen solamente cuando las empresas y la sociedad no pueden cumplir con eficiencia. Menos poder estatal significa menos incentivos para que los políticos quieran abusar de su poder. Después de todo, no es el tamaño del Estado en el que importa o si se tiene un gobierno monárquico, oligárquico o democrático; sino si el Estado le sirve eficientemente a sus ciudadanos o no.

Por otra parte, Adam II fue uno de los promotores del derecho a la autodeterminación establecido en la Carta de las Naciones Unidas. A través de una serie de conferencias, e incluso la creación de un think thank, contribuyó a que esta premisa en la ONU. La finalidad de la autodeterminación es promover un desarrollo local descentralizado que elimine la injerencia de un completo control estatal y responda a las necesidades de cada comunidad en específico. Bajo esta idea, se crearían numerosas comunidades (podrían ser desde aldeas hasta provincias) que tendrían el control directo sobre su funcionamiento.

De este modo, para Adam II existen dos factores claves para fortalecer la democracia. El primero es la creación de Estados Federales alrededor del mundo, y el segundo es la implementación de nuevos mecanismos de democracia directa. Solo el fortalecimiento de la democracia directa y el fin del control estatal absoluto harán que el Estado en el tercer milenio se convierta en un prestador de servicios que cumple con eficiencia sus deberes con la sociedad.

Usando una analogía descrita en el libro, los estados se parecen a los aviones comerciales. Los aviones llevan a los pasajeros a través del espacio; mientras que el Estado lleva a sus ciudadanos a través del tiempo. Si un avión está dañado, uno intenta rectificar las falencias en sus diseños y no le echa la culpa al piloto o los pasajeros. Si un Estado no cumple con sus funciones correctamente, uno está inclinado a echarle la culpa a los políticos o a la sociedad, y lo que se debería hacer es diseñar un sistema estatal que pueda ser más eficiente.

Pienso que el autor no se equivoca al describir que el problema no se ubica solamente en los gobiernos, sino en el sistema como tal. En la actualidad se debe buscar la manera para que el Estado sea una herramienta eficiente para los ciudadanos y no al revés. Si mejoramos los servicios y se crean mecanismos de justicia eficientes sería un beneficio para toda la sociedad en conjunto. Lo que se busca es lograr una prosperidad para los ciudadanos sin tener que vivir con un Estado que se entrometa continuamente en sus vidas.

En este aspecto, es importante destacar la idea de la autodeterminación. Aunque no estoy de acuerdo en ampliar este mecanismo a comunidades tan pequeñas como aldeas, que es lo que propone el autor, me parece muy apropiado considerar la federalización de los Estados a un nivel cantonal o provincial. Si se logra reducir territorialmente el poder estatal puede significar un mayor beneficio para estas comunidades. Si el espacio político es reducido habría la posibilidad de que más personas se involucren activamente en las decisiones de su pueblo. Además, tener Estados federalizados impulsaría el desarrollo local de cada sociedad tomando en cuenta sus propios contextos sociológicos, económicos y culturales. Un desarrollo local llega a ser más eficiente que un desarrollo centralizado.

Quizás sea muy pronto para pensar en una sociedad sin Estado. No obstante, es el momento adecuado para pensar en Estados Federales. Ante todo, lo que debe primar es la efectividad con la que un Estado debe responder a sus ciudadanos, y esa efectividad es mayor cuando se toman en cuenta las necesidades de cada comunidad local. Además, esto aumentaría la competencia entre Estados, lo cual resultaría beneficioso para lo ciudadanos que sientan que su Estado no le está respondiendo como debe. Hagamos que este sea un objetivo no del tercer milenio, sino de las siguientes dos décadas.