El efecto Papá Noel
Alfredo Bullard considera que "Papá Noel es una de las mejores cosas que le han pasado a la Navidad. No pretendo negar la importancia religiosa de la celebración, ni la relevancia de su mensaje, pero creo que el viejito de rojo ha contribuido (más que restado) a difundir los valores que se quieren transmitir".
Por Alfredo Bullard
¿Es Papá Noel una triquiñuela capitalista para expropiar la religiosidad de la Navidad? ¿Es una herramienta creada para fomentar el consumismo del que los regalos traídos por las chimeneas en la Nochebuena son solo una expresión? ¿Nos aleja de los valores e ideales que deben primar en estas fechas?
La discusión ideológica es inevitable. He leído varios artículos y noticias sobre cómo debe entenderse la Navidad con críticas u opiniones directamente vinculadas a la intromisión de Papá Noel en la celebración del nacimiento de Jesús.
Siempre sale a relucir la historia de que fue la Coca Cola la inventora del traje rojo y blanco para emular los colores que representan la marca de la gaseosa más popular del mundo y motivarnos así a consumirla, aunque la historia no es totalmente cierta. Si bien es verdad que la Coca Cola encargó en la primera mitad del siglo XX el popular dibujo de un Papá Noel más humano vestido en rojo y blanco (que representa su imagen actual), dichos colores ya se venían usando desde antes. Me asombra, más bien, que el color rojo de su traje no haya sido utilizado en el sentido contrario para insinuar alguna forma de comunismo socializante o responsabilidad social graficadas en una solidaridad extrema (repartir juguetes por doquier sin exigir contraprestación alguna diferente a simplemente haberse portado bien).
Lo que creo es que Papá Noel es una de las mejores cosas que le han pasado a la Navidad. No pretendo negar la importancia religiosa de la celebración, ni la relevancia de su mensaje, pero creo que el viejito de rojo ha contribuido (más que restado) a difundir los valores que se quieren transmitir.
En primer lugar Papá Noel le ha dado a la Navidad un impacto “marketero” sin parangón en la historia mundial de las celebraciones religiosas. La ilusión con la que todos (en especial los niños) ven el 25 de diciembre ha convertido a la Navidad en la época más esperada del año por cientos de millones de personas. Y es que de nada sirven los valores que se quieren transmitir si no identificamos símbolos que se los recuerden.
Pero además no solo nos recuerda la fecha, sino que encarna muchos de los valores que la Navidad representa: la generosidad, la entrega, el desprendimiento y la sensación de que los milagros existen y son posibles en nombre del amor y la esperanza. Sino cómo entiende un niño que un gordo de casi 200 kilos entre a la casa por estrechas chimeneas portando bicicletas, muñecas o hasta tablas hawaianas a cuestas y, sobre todo, que lo haga en millones de casas en simultáneo en una misma noche.
Papá Noel es, en el mundo real, un símbolo del verdadero desprendimiento. Los padres hacen verdaderas peripecias para satisfacer los pedidos de sus hijos y ello no solo sin retribución alguna, sino en la ignorancia y falta de reconocimiento en sus hijos sobre quien trae realmente los regalos. Millones de padres alrededor del mundo hacen grandes sacrificios solo para disfrutar con la sonrisa de sus hijos, quienes estarán agradecidos, en lugar de al verdadero autor del regalo, a un personaje imaginario que se llevará todo el mérito. Si eso no es un acto de amor, es difícil imaginar qué podría serlo. Es una generosidad auténtica, no forzada por presión social alguna.
Lo que llamamos consumismo no es sino una forma de expresar sentimientos. No veo donde está el mal en expresar nuestra generosidad con la entrega de bienes materiales. Es una forma de muchas. Y sin duda una bastante concreta. Finalmente, durante la Navidad buena parte del mercado se pone al servicio de la generosidad. No veo el mal en ayudar a dibujar sonrisas en caras ajenas.
Como decía el periodista Bob Phillips, así se avanza en la vida: primero uno cree en Papá Noel, luego uno no cree en Papá Noel, y al final uno es Papá Noel.
Este artículo fue publicado originalmente en El Comercio (Perú) el 28 de diciembre de 2013.