El "día de la liberación"
Lorenzo Bernaldo de Quirós considera que el 2 de abril pasará a la historia como el día en que Estados Unidos rompió con la política comercial desplegada durante casi un siglo para abrazar el proteccionismo.

xijian/E+ via Getty Images
Por Lorenzo Bernaldo de Quirós
El 2 de abril de 2025 pasará a la historia como el día en el cual Estados Unidos rompió con la política comercial desplegada durante casi un siglo para abrazar el proteccionismo. El arancel general impuesto por América se situará por encima del existente de la Gran Depresión sin contar con los específicos aplicados a numerosos estados que son mucho más altos. Las razones esgrimidas por el Presidente Donald Trump en su discurso en el Jardín de las Rosas de la Casa Blanca son acabar con “la explotación y saqueo realizado por todas las naciones del mundo de la riqueza norteamericana”. Por eso, el líder estadounidense ha proclamado esa fecha como “El Día de la Liberación”. Las explicaciones para justificar sus iniciativas arancelarias se sustentan en falacias históricas y económicas, cuyo uso por el líder de la primera potencia mundial resulta incomprensible.
En su discurso, Trump atribuyó al proteccionismo el progreso económico de América en el siglo XIX. Esto es falso como ha mostrado la moderna historiografía. Los aranceles frenaron la acumulación de capital al incrementar los precios de las importaciones de bienes de equipo y redujeron la productividad en el sector manufacturero. Sin aranceles, el crecimiento de la economía norteamericana hubiese sido mayor (Irwin D.A., "Tariffs an Growth in Late Nineteenth Century, America", Working Paper 7639, NBER, 2000). El propio héroe de Mr. Trump, el Presidente McKinley campeón de la protección en su primer mandato convirtió la apertura exterior de la economía estadounidense en el eje de su plataforma para ser reelegido. Así lo proclamó en su famoso discurso de Búfalo en septiembre de 1901. Al día siguiente fue asesinado y no pudo cumplir su promesa.
También es falsa, lo que resulta increíble, la afirmación trumpiana conforme a la cual la eliminación de los aranceles causó la Gran Depresión y que la Ley Smoot-Hawley se aprobó demasiado tarde para evitar aquella. Al contrario, su adopción y las represalias a las que dio lugar por los países afectados desencadenó una guerra comercial global que fue un factor determinante de la agudización, extensión y prolongación de la contracción de la economía norteamericana y mundial durante toda la década de los años 30 hasta el estallido de la II Guerra Mundial. La mejor y más breve síntesis de ese episodio es la del historiador económico Forrest Capie en Trade Wars: A Repetition of the Inter-War Years publicado por el Institute of Economics Affairs en 1992.
La tesis de la Administración Trump según la cual los aranceles son imprescindibles para cerrar el déficit comercial de Estados Unidos no tiene pase. Ese desequilibrio, como sabe cualquier economista y deben saber los que rodean al Presidente, no es el resultado de la desleal competencia de terceros estados, sino de algo muy sencillo: los norteamericanos gastan e invierten más de lo que ahorran. Esto sucede desde principios de los años 80 del siglo pasado y no ha impedido que la economía estadounidense, en promedio, haya superado durante los últimos cuarenta años a las del resto de los países del G-7. En consecuencia, si América desea reducir el déficit comercial, debe ahorrar más o gastar/invertir menos. Es también absurdo atribuir a los aranceles la potencia recaudatoria esgrimida por Trump. Ello supondría que aquellos no redujesen o lo hiciesen muy poco las importaciones de bienes y servicios extranjeros a pesar de su brutal encarecimiento lo que obviamente no ocurrirá.
Para Estados Unidos el proteccionismo tendrá efectos muy negativos. Desparecidas/encarecidas las importaciones, los precios internos subirán, los hogares norteamericanos verán erosionada su renta disponible y, con ella, su capacidad de consumo. Las empresas habrán de pagar más por los inputs importados que son necesarios para sus procesos de producción lo que elevará sus costes y reducirá su inversión. Además, la ausencia de competencia extranjera les restará presión para innovar e incrementar su productividad. Esto tendrá un impacto bajista sobre el crecimiento de la economía estadounidense y sobre su potencial.
Las barreras comerciales perjudican también a quienes se les imponen y la cuestión es cómo se responde a ellas. Si se producen represalias masivas, la espiral de guerra comercial global está servida y las consecuencias, como muestran los años 30 de la pasada centuria, serían desastrosas. Además conviene recordar una frase en Trump en 2018: “Me gustan las guerras comerciales y es fácil ganarlas”. Desde esta perspectiva, lo inteligente, imaginativo y sin duda difícil sería intensificar los flujos comerciales entre los estados hasta ayer socios de USA e intentar recrear con ellos una zona de libre comercio. En ese acuerdo no podría ni debería estar China que viola de manera sistemática las reglas y cuya política comercial sólo sirve a intereses político al servicio del Estado-Partido.
Y…¿España? Como siempre, el Gobierno pretende abordar este desafío, un dcho de oferta con políticas de demanda, esto es, con subvenciones y gasto público. Si desea realmente ayudar a las empresas que baje impuestos, reduzca cotizaciones, por ejemplo. Esto sería mucho más efectivo pero es incompatible con dos cosas: primero, con su afán intervencionista y controlador; segundo, con la situación presupuestaria de España. Su disparatada política fiscal ha reducido su margen de maniobra para abordar situaciones como éstas. Y, por tanto, intentará financiar las “ayudas” con deuda; esto es, con nuestro dinero.
En este contexto de tensión máxima y de incertidumbre, el anunciado viaje de D. Pedro Sánchez a China es para echarse a temblar. Como se le ocurra jugar a estadista mundial y llamar a los chinos a intensificar relaciones con Europa, formar parte de una nueva alianza comercial global etc etc etc tendremos problemas aún mayores.
Este artículo fue publicado originalmente en El Español (España) el 6 de abril de 2025.